Capítulo XIII

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Vida se escabulló por los pasillos del hospital, hasta llegar a la habitación en la que Isla se encontraba, iba a entrar cuando la mano gruesa de su padre la detuvo, ella se sorprendió hasta que su papá le indicó que mirara desde afuera.

—Todos los días he venido también — Susurró mientras soltaba a su hija, que se quedó al lado de él — a ver como mi hijo sufre con cada intento por llevársela.

Muerte estaba parado al lado de la cama de Isla, todas las noches se acercaba a observarla dormir, respiraba pausado, esperando que en algún momento su mano se moviera y tocara a Isla.

Sin embargo, cada vez que lo intentaba, algo lo detenía, en medio de su dolor sentía que aún podía haber esperanza para ella, y se dio cuenta de lo que sentían los humanos en cualquier situación que moviera lo que conocían. Solían estar tan acostumbrados a su estilo de vida que en un instante, todo se desvanecía.

—Por favor, quédate conmigo — Susurró, mirando a Isla con dolor — Siento haberte matado antes de tiempo...

—No lo hiciste — Contestó Isla llamando la atención de Arum que estaba a punto de irse — no te vayas por favor — Suplicó.

—Es noche, debes dormir — Respondió Muerte con miedo — No todos tienen el privilegio de ver a la muerte.

— ¿Vienes a traerme? — Preguntó, Isla había esperado casi dos semanas ese momento, volver a verlo, sentir los nervios en su estómago — ¿Verdad?

Un silencio le contesto.

—No te preocupes, tuve tiempo para pensarlo — Susurró — no a todos se les da la oportunidad de saber cuándo se irán.

—En tu caso, no tuviste la oportunidad, fue mi culpa — Isla se acomodó.

—Nunca pensaste que esto pasaría — Muerte sintió como sus ojos se cristalizaban.

—Me hubiera alejado de haberlo sabido — Puso sus manos en su rostro, unos sollozos llegaron a los oídos de Isla.

— ¿Sabes lo que sí es un privilegio? — Arum alzó la vista — Consolar a la muerte.

La pelirroja, tenía una mirada cálida, que era solo de él.

—No quiero que te vayas por mi culpa — Sus manos temblaban, se sentía débil y triste, era tan vulnerable en ese momento, que Isla podía sentirlo.

—En estas dos semanas Arum — Muerte se sentó en la cama sin tocarla — pensé bien lo que había pasado, y durante todo este tiempo, fui realmente feliz hasta que te conocí.

—Tú ya eras feliz — El azabache limpió sus lágrimas con el dorso de su mano — yo no hice nada.

—Compartí mi felicidad contigo — Susurró, intentando tocarlo de nuevo — Muerte, me enamoré de ti, como si fueras un humano.

Los sollozos se detuvieron un momento, mientras Arum prestaba toda su atención a la pelirroja.

—Pero...

—Shhh — Contestó — No sé si la muerte siente — Aclaró — pero estoy segura que si lo haces Muerte, eres un ser hermoso, que si tuviera corazón seguramente sería el más noble de todos los que pudiese conocer.

—Isla — Susurró

—Y aun no siendo un humano, porque tu esencia es esa, eres un ser que solamente debe ser comprendido, como todos los demás — Isla sonrió — no me enamoré de tu cuerpo, me enamore de tu esencia, de esto que eres, porque no hay nada tan puro como lo que muy adentro de ti te hace sonreír.

—Soy malo — Dijo con la mirada en el suelo — conoces poco de mí, y yo solo provoco daño

—Todos somos malos — Le sonrió — no hay nadie bueno, hasta la vida es mala en ocasiones.

Vida que los miraba del otro lado suspiró con pesadez.

—El problema, es querer ser algo que no somos, y dejarnos perder — Muerte la oía atentamente — Siempre debemos ser mejores que ayer.

—Eso lo decía tu papá — Muerte sonrió con nostalgia.

—He escuchado tantas veces que estamos hechos de momentos — Arum, tragó grueso, vio el reloj, era hora — que estoy segura que no es así, estamos hechos de emociones, que complementan los momentos.

—Y los hacen vivir — Terminó de decir Arum, sollozó de nuevo — Es hora.

—Bésame — Pidió Isla con una pequeña sonrisa — quiero irme así.

Muerte negó, mientras acercaba su rostro a ella.

—Te amo — Sollozó justo cuando sus labios tocaron los de la pelirroja, en sus oídos sonó el característico "Pi" al que todos los humanos le temían — No — susurró — por favor — suplico — papá, sé que me escuchas — Sostenía el cuerpo entre sus manos, como siempre quiso tenerlo — déjala un poco más.

—Papá... — Dijo Vida

—El castigo terminó hace unos días Vida — Confesó Tiempo, ella abrió sus ojos de par en par — ahora Muerte siente naturalmente.

— ¿Cómo?

—El dolor nos hace crecer, tú pasaste por lo mismo muchas lunas atrás — Explicó — a veces, cuando más rotos estamos, más difícil se vuelve ser uno mismo, pero es más fácil volver a comenzar — Vida meditó un momento, observando como Muerte se levantaba de la cama limpiándose el rostro.

—Todo va a estar bien — La voz de tristeza apareció en los oídos de Arum, haciéndolo sonreír de lado — ¿Puedes verme de nuevo?

—Sí puedo — Respondió — perdón por cegarme yo solo — Tristeza sonrió nostálgica.

—Siento lo de la chica — Arum la miró, parecía sincera en lo que decía.

—No te preocupes — La admiró un momento, para regresar su vista cristalizada a su hermana — al final, cuando sueltas, Tristeza, es cuando más libre eres... — Dicho eso, se fue de la habitación.

***

Muerte se sentó en la grama de su lugar preferido, suspiró, soltando todo lo que en su pecho sentía.

— ¿Estás bien? — Preguntó Vida sentándose al lado de él.

—Perdóname por haber actuado como actué — Vida se sorprendió levemente, para luego sonreír cálidamente — haré mi trabajo como corresponde.

—No es malo sentir — Susurró — creo que no podemos evitarlo, Arum.

—Lo sé — Miró hacia el paisaje, las montañas reflejaban algunos rayos del sol que comenzaban a salir con el amanecer — Ya casi es un nuevo día, y esto quedará para la historia nada más.

—Creo que Isla nunca se ira, era tu Isla de la Muerte — Ambos hermanos rieron — te dolerá un buen tiempo, pero lo superarás — Vida tocó la grama que estaba al lado de ella, una flor de color azul con puntos rojos, apareció ante la mirada de ella, al alzar sus ojos su madre apareció, sonrió para desaparecer momentos después — Y creo que te dejaron un recuerdo.

Muerte movió su cabeza, hasta que sus ojos conectaron con la flor que Vida le mostraba, sonrió mientras unas lágrimas se deslizaban por su rostro.

— Ellos nunca se van, mientras no se olviden — Ambos hermanos dejaron que el viento los golpeara con su vaivén, esperando cumplir con sus misiones al pie de la letra, esperando ser lo que su esencia les decía que eran... 

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Aquí termina esta historia corta, que espero les haya gustado, tanto como a mí escribirla. Fue una bonita experiencia que me ha sacado de mi zona de confort, y espero escribir más cosas como estas en un futuro. 

Muerte vivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora