Capítulo VIII

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Muerte regresó a su lugar especial, parecía confundido, sacudió la cabeza... Entonces escuchó los gritos de todas las almas que clamaban su ida, se tapó los oídos, era un ruido incesante, algo que no se callaba, como escuchar el claxon de un auto en un embotellamiento.

Respiró profundo, entonces los identificó, los había visto en cientos de humanos antes, cómo sus hermanos se apropiaban de ellos. Ahora estaban en él.

—Me... Siento — Susurró — molesto — Tragó grueso. Frunció sus cejas, hizo una mueca de molestia — Papá — Renegó — voy a sobrevivir a este castigo, como a los demás...

Se percató que la nieve comenzaba a caer, había dormido bastante, rodó los ojos. El recuerdo de Isla evocó en su mente, suspiró un momento, quería verla, necesitaba saber cómo se encontraba.

Las palabras de Vida resonaron en su cabeza "¿Cómo podrás mirarla a los ojos sabiendo que eres la causa número uno de su tristeza?" suspiró de nuevo.

—No creo que deba preocuparme mucho, ella no sabe que yo soy... La muerte — Pestañeó lentamente, comenzando a caminar viendo como su pequeño espacio se volvía blanco por la nieve — No sabe que me lleve a su padre...

***

Los ojos azules de la chica se mantenían fijos en la ventana del aula, la voz de sus compañeros sonaba de vez en cuando contestando alguna pregunta que el catedrático había hecho.

Su mente divagaba, había pasado un mes y medio desde lo de su papá, el funeral no fue fácil para ella, la imagen de cuando el féretro iba bajando hacia su destino estaba grabada en la mente de Isla como si de un tatuaje se tratase, los días siguientes al funeral los recordaba de forma borrosa, solo miraba el rostro de su madre por las noches con una sonrisa triste contando anécdotas de su padre, algunas que habían oído cientos de veces, pero ahora tenían un valor extra.

—Cómo seguiste — La voz de Arum resonó en sus oídos, los ojos se desviaron hasta encontrarlo en el asiento frente al de ella, el salón estaba vacío, la clase había terminado hace un buen tiempo.

—Hola Arum — Sonrió levemente, se sentía molesta, llevaba tanto de no verlo por ningún lado — Bien, supongo — Contestó cortante.

—Muerte bajó la mirada — Sé que me fui bastante tiempo, y que tampoco asistí al funeral de tu padre — Ella lo observó, su cabello estaba recogido en un moño, que dejaba salir algunos de sus rizos — No era mi intención desaparecer.

—Por qué te disculpas — Preguntó con la voz tranquila, suave, como un terciopelo que pasaba en los oídos de Muerte — No estabas obligado a ir, no invite a casi nadie.

—Claro que sí — Respondió rápido.

—No, no lo estás, no te vi, por eso no te invite — Él la observó, estaba más delgada, las ojeras decoraban su rostro, y su piel se miraba casi pálida — no fue la gran cosa.

—Para ti fue importante — Susurró negando — ¿Ya no has tocado el violín? — Comentó intentando sacar más plática.

—Solo para las clases — Levantó sus cosas de su asiento y comenzó a caminar al lado de Arum — Me maree —Muerte sintió la debilidad que estaba en la pecosa, se alejó un poco, miró sus ojos, el brillo de vida se había ido.

Se preguntó un momento si ya había sucedido, mientras él no estaba, si había cumplido su propósito y él no se había dado cuenta... Eso podría significar que Isla comenzaría a respirar, ver vivir y no vivir.

Isla iba callada, como si el silencio retumbara en su interior callando todo lo demás, no pensaba en muchas cosas, ni tampoco quería fatigarse pensando. Sentía que había momentos en los que sus ánimos se lograban levantar, días en los que todo parecía normal, como antes de que su padre muriera, pero la mayoría de los días una tristeza le apretaba el pecho, le dolía el alma, y todo se miraba gris.

Ya muchas personas le habían dicho que confiara, que todo tenía un propósito, se recordó del millón de ocasiones en que ella se lo había dicho a muchos otros, sin embargo, estaba cansada. Un nudo en la garganta permanecía desde que se levantaba, así que por un largo tiempo, decidió ponerle candado a sus sentimientos también, fingiendo que todo estaría bien, amarro el llanto, y lo unió al estrés. Estaba lejos de su centro, fuera de sí, se sentía perdida en un mar en el que solo se ve el final pero no la orilla de la arena donde comenzó a caminar.

A veces se imaginaba, en un sendero oscuro con árboles grandes, como en el que Arum y ella se habían conocido, pero, no miraba a nadie, solo sus pasos en el camino. Sentía que cuando iba a lograr vencer la tristeza volvía a caer.

No podía hablarlo con nadie, no quería hacerlo, no porque quisiera superarlo sola, pero pensaba, que de alguna forma, era el mismo tema... La misma razón desde hacía un mes, a veces, por más cariño que le tuvieran, sabía que podría aburrir con lo mismo. Prefería que le doliera en silencio.

Arum la observaba, en silencio mientras caminaba, sabía que no estaba bien, pero qué podía hacer para ayudarla, no sabía qué decirle o cómo actuar para que ella se sintiera mejor. Un escalofrío le recorrió el cuerpo.

— ¿Qué puedo hacer para verte sonreír de nuevo? — Preguntó mientras recibía una mirada de Isla.

—Solo quédate conmigo — Susurró — no te pido que me escuches las veces que me sienta mal, solo quiero, saber que en algún momento podré hablar sin que parezca que no puedo superar la muerte de mi papá, no quiero que me digan que todo va a estar bien, porque sé que no va a estarlo, sé que no están bien las cosas – La voz de Isla se quebró – no te pido que me des palabras de aliento porque ya muchos lo hicieron, y me siento igual o peor que antes — Arum se detuvo debajo del gran árbol donde por primera vez la vio — porque me pregunto ¿Soy yo la que ya perdió toda esperanza? O ¿Es que todos no entienden que me perdí? Que necesito ayuda porque estoy sufriendo, y aunque parezca algo que a todos les pasa... A mí me afectó más de lo normal.

Muerte sintió la inmensa necesidad de abrazarla, usualmente los humanos lo hacían para mostrarse apoyo cuando no sabían qué decir. La observó, tan rota, tan humana, tan sublime... Tan efímera. Que suspiró, su padre le había entregado el mejor y el peor castigo a la vez.

—Muchos te lo han dicho — Contestó viéndola como se sentaba debajo del árbol, se sentó al lado de ella procurando no tocarla, entonces la escuchó sollozar — que vas a estar bien, pero yo te diré que, las cosas duelen, y los recuerdos nunca se van, durante mucho tiempo he visto personas destrozadas, que les duele el alma... Pero siguen caminando, no igual que antes, algunos crecen, otros se estancan. Tú decides si caminar para crecer o mantenerte estancada.

—No sé si en algún momento me voy a sentir otra vez bien — Susurró tapando su rostro — Y me aterra, saber que me perdí, y que creí que esto solo me iba a hacer más fuerte. Pero me destruyó...

—Volver a crecer duele – Dijo mirándola — volver a nacer, duele — Muerte miró al frente — sin embargo, el dolor indica que estás saliendo de tu zona de confort. Y cuando la vida ha sido tan tranquila, es cuando menos piensas en crecer como persona... Isla, podrás salir de esto en algún momento, en tú momento. El problema de los humanos es que quieren procesos rápidos, y pensamos que todos deben solo sacudirse, levantarse y continuar... Mas si te fracturas un pie, necesitas reposo, ahora imagínate cuando se rompe el alma. 

Muerte vivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora