Capítulo VI

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Vida no tardó en encontrar a su hermano a pesar de que se había escondido bastante bien. Inhaló muy profundo justo cuando se detuvo frente a la cueva, la lluvia no había cesado aún, las plantas cobraban un color más vivo cuando sus pies las tocaban. La chica caminó hasta la cueva donde su hermano dormía plácidamente. Intentó hacer el menor ruido posible, entre más rápido lo hiciera, más rápido podría irse.

Muerte se movió, sentía que algo le quitaba la paz que había alcanzado, mantuvo sus ojos cerrados mientras agudizaba sus oídos. Entonces la reconoció, esperó que se acercase un poco más para hablar.

— ¿Qué buscas Vida? — La voz de su hermano la sorprendió, haciendo que exhalara de mala gana — ¿Necesitas algo?

—Él se irguió — Solamente venía a hablar contigo — Muerte frunció su ceño mientras ella se sentaba, parecía levemente nerviosa — Qué pasó con Isla

—Qué rápido corren los rumores entre nosotros — Él rodó los ojos — Seguro ya sabe también Enojo.

—Solo yo sé — Vida escondió la luz lo mejor que pudo.

—¿Por qué te interesa? — Muerte se encogió de hombros — es extraño que a ti te importe, tenemos siglos de no hablar — Vida meditó un momento en lo que él acababa de decir, ella se había sentido tan plena en lo que hacía que se olvidó de todo lo demás — ¿Padre te envió? — Vida simplemente guardó silencio — Tú traes mi castigo ¿Verdad?

—Ella suspiró — Sí, me envió a mí, sólo pídele disculpas, Muerte, no es muy difícil.

—No — Contestó de inmediato — no he hecho nada malo, no pediré disculpas por admirar a Isla y su naturaleza — La miró serio — ¿Qué es el castigo?

—Realmente no lo sé — Mintió.

—Mientes — Él sonrió ladeado — No te luce mentir, Vida. Es un arte que no todos tienen.

—De acuerdo, sí sé ¿Contento? — Muerte rió levemente — Nunca había llevado un castigo como este.

— ¿Has llevado más antes? — Ella asintió.

—Usualmente papá los entrega él mismo, pero, creo que ahora debió pensarlo un poco más — Muerte suspiró.

—Pues ya me ha castigado 4 veces antes, esta sería la quinta vez que lo hace — Vida alzó sus cejas — ¿Qué? ¿No sabías cuántas veces me había castigado Padre?

—No pensé que fueran tantas — Muerte sólo se encogió de hombros — ¿Cuáles fueron?

—Del siglo pasado fueron 2 — Él sonrió — 1720 y 1820, las epidemias — Vida lo observó — Esas como ejemplo — Se acostó de nuevo — Las otras fueron cuando iniciaba a andar aquí... Así que no te preocupes Vida, no hay castigo que no pueda tolerar, el más largo fue de dos siglos.

—Vida sacó la pequeña luz de entre sus vestidos — Debo ponerlo en tu pecho — Muerte frunció el ceño — por lo que entiendo dejarás de ver a Tristeza, Amor, Enojo, a varios de nosotros — Vida lo observó — Podrás verme, también a papá y mamá.

—Muerte se había quedado quieto mientras Vida aproximaba su mano — ¿Dejar de verlos? — Preguntó justo cuando ella se acercó — ¿De qué hablas?

—Papá, te va a humanizar sin dejar de ser etéreo — Susurró justo cuando terminó de poner su mano sobre su pecho, introduciendo en él la pequeña luz.

Muerte sintió como golpeaba algo en su interior, Vida se apartó un poco, mientras esperaba a ver qué es lo que sucedía.

Un brillo enorme salió del pecho de Muerte, mientras un grito profundo acompañaba el espectáculo que Vida nunca imaginó, se quedó quieta y en silencio viendo como su hermano se abrazaba a sí mismo, poniéndose como un feto en el suelo, quería ayudarlo, mas no podía, Vida y Muerte nunca habían podido tocarse, siempre su relación había sido a distancia, divididos por una línea muy fina entre el orden y el caos.

Cuando el brillo cesó, solo un temblor recorría el cuerpo de su hermano mellizo, como si fuese una gelatina que se movía sin cesar.

— ¿Arum? — Susurró Vida llamándolo por el nombre que él había escogido — ¿Muerte?

—¿Qué diablos me hizo? — Dijo con algo que Vida reconoció rápidamente, era enojo, ella podía ver a Enojo al lado de Muerte con el rostro extrañado, mientras Arum la observaba con el ceño fruncido — ¿Por qué me siento así?

— ¿Aún me ves? — Él asintió, su rostro cambió de golpe, mostrándose cansado — Muerte — Dijo en un hilo de voz.

—Tengo sueño — Cayó en un profundo sueño inmediatamente, Vida sintió como su Padre la observaba desde afuera de la cueva donde estaban, decidió que lo mejor era salir para hablar con su padre.

—Estará bien — Comentó Tiempo justo cuando Vida salió a su encuentro — Humanizarlo, no es algo que él no pueda soportar.

—Parecía enojado —Tiempo asintió — Nunca lo había visto así, solemos molestarnos, pero no enojarnos.

—Nuestra naturaleza es ser inmutables, Vida — Ella miró de nuevo hacia la cueva — pero tú hermano quería experimentar esto.

—Espero que no pase mucho tiempo para que se dé cuenta de lo que debe aprender —Tiempo la observó con ternura.

—Querida hija, a veces el mejor maestro es el dolor, no hay otra forma de aprender cuando ya hemos rechazado los constantes consejos, no hay opción — Suspiró — Tu mamá no estaba de acuerdo con el castigo, y es entendible, Muerte será el único de mis hijos que realmente vivirá como un humano sin perder sus poderes.

—Pareciera privilegio — Él se negó.

—Nada que ver — Dijo mientras masajeaba su barba — Si realmente quiere saber lo que son las emociones, pues lo sabrá.

Un suspiro de Vida, hizo que su padre la mirase con un poco de piedad, cada vez que un castigo era dado a Muerte, se había ido perdiendo su primera naturaleza, maduraban como ser, además de la posibilidad de incrementar su poder.

Ambos se fueron de ahí dejando a Muerte en el sueño al que había entrado, era muy probable que al día siguiente estuviese despierto, o quizá en una semana, al final el castigo debía efectuarse con totalidad.

Por otro lado, en una parte alejada de Inglaterra, Isla se abrazaba a su hermano mayor luchando por ser fuerte, queriendo que lo que estaba pasando no fuera verdad, a ese punto, todo parecía un sueño, uno del que le habría gustado levantarse.

Muerte vivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora