Capítulo IV

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Las nubes se habían vuelto oscuras, parecía que la lluvia iba a caer durante mucho tiempo, Isla se arreglaba frente al espejo, llevaba puesto un vestido color turquesa con una falda de corte en A.

Se había maquillado levemente, poniéndose un labial terracota que la hacía verse más blanca, arregló su violín, por un momento su padre vino a su cabeza, respiro profundo... No quería distraerse antes de ir a su recital, los ojos heterocromáticos de Arum pasaron en medio de sus pensamientos, sonrió quería verlo de nuevo.

Salió de su pupilaje caminando con tranquilidad, llevaba una carpeta el viento golpeaba su cabello ondeándolo de un lado al otro las hojas parecían acompañarla en cada uno de sus pasos, sonrió sin razón alguna, pensaba que debía verse más contenta de lo que se sentía.

En algún momento de su niñez, su abuela le había marcado con muchas de sus frases mientras horneaban galletas con chispas de chocolate "Los ojos son la puerta hacia el alma, y la sonrisa la luz que da la bienvenida" Usualmente, su abuela le daba ánimos en todo lo que ella se proponía. Y no dudaba que en algún momento todas esas frases podían funcionar.

Vio el edificio de música, estaba a unos 40 metros de distancia, un cosquilleo la atravesó, a pesar de que no era la primera vez que se presentaba, los nervios estaban siempre presentes.

—Isla — Dijo uno de sus amigos — ¿Ya estás lista?

—No lo sé, nunca me siento preparada para esto — Ella miró hacia el suelo — además será cansado, todo el día tocando — Su amigo asintió — terminaremos muertos.

—El rubio se rio — Hay que matar al tiempo — Ella sonrió para luego tirar un pequeña risa — Ya casi empieza, te ayudo con esto — Le tomó la carpeta y el violín para apresurar el paso.

Las sillas ya estaban puestas, los docentes de la materia recibían a las cátedras invitadas, gente de toda la universidad de Oxford estaba presente, la pecosa dio un pequeño suspiro justo cuando conectaban los instrumentos algunos de sus compañeros.

El escenario de otoño era magnífico para representar un recital, habían montado una pequeña tarima donde todos los músicos se ubicaban respectivamente, un canopi gigante cubría las sillas y la tarima, por si la lluvia deseaba hacer su aparición.

En unos instantes Isla buscó a Arum entre la multitud, los alumnos de historia ya estaban ahí excepto él. Un sentimiento de tristeza la embargo, sacudió rápidamente su cabeza, no podía pensar en otra cosa que no fuera el recital.

***

El receso había llegado, después de una ardua mañana mostrando la mayoría de los aprendizajes en el semestre podían tener un leve descanso, Isla bajó de la tarima teniendo el cuidado de no mojarse demasiado, sabía que su cabello no lo vería con agrado y se esponjaría igual que un gato.

Se acercó a la mesa donde un delicioso almuerzo la esperaba, se sentó sola en la mesa la mayoría estaban ocupados en sus cosas, y ella no era la excepción.

Cometió un error, sacó su teléfono de una de las bolsas de su vestido, un mensaje la enfrió, sus manos se quedaron estáticas, pestañeó lentamente, hasta que se levantó corriendo hacia donde su maestro.

***

Muerte miraba el cielo, tenía un poco de temor de ir a la Universidad y ver a Isla, no había pasado mucho pero era el primer contacto que tenía con humanos en años.

Se levantó, después de trabajar un tiempo se había ido a sentar debajo del árbol disfrutando ver la lluvia caer. Comenzó a caminar con pasos lentos, ya tenía la forma con la que Isla lo conocía. Era suficiente para poder presentarse, además entre tantos alumnos una cara más no alertaba a ningún profesor...

Cuando estaba cerca, algo lo detuvo, un alma se iba, aún quedaba tiempo para poder ver a Isla después de llevarse a alguien. Rápidamente llegó al lugar donde lo necesitaban, aunque él podía hacer que alguien muriese desde lejos, algunas de esas personas eran visitadas directamente por él, casi siempre las que sufrían un gran dolor, o se resistían a su destino.

Una sala de estar acogedora recibió a Muerte, se movió con tranquilidad por el lugar, una amplia cocina lo impresionó, haciendo que se quedara viendo cada uno de los utensilios, no fue hasta llegar a una pequeña sala con un juego de sillones de color verde musgo, y una chimenea de mármol tallada que encontró lo que andaba buscando, no se detuvo ni un momento a ver las fotos ni a los familiares, se acercó con una sonrisa, no lo conocía ni esperaba conocerlo, podía saber lo que necesitaba, un padre enfermo, muy devoto y cuidador de su familia.

Iba a poner su mano sobre el hombre que aún miraba a su esposa, tenía cabello castaño y unos ojos celestes que podrían haber sido cálidos o fríos.

— ¿Papá? — Muerte se detuvo en seco al escuchar la voz de ella, de su Isla, la observó — Papi — Susurró ella cuando se acercó al sofá, Muerte vio al hermano de la pecosa acercarse de la misma forma — No me dejes — Suplicó, él no sabía que hacer retrocedió unos pasos — Por favor.

—Isla — Dijo el padre con un hilo de voz — Lograrás lo que te propongas — Muerte respiró lo suficientemente rápido como para poder decir que se sentía nervioso — Te amo, a ti, a Will y a tu madre — Entonces lloró, su Isla estaba llorando, tragó grueso — tú puedes lograrlo hija mía — Tosió, y comenzó a fallarle la respiración. Muerte negó, no quería verla así.

—Muerte llevátelo — Tristeza lo sacudía — Está sufriendo de más.

—No puedo — Contestó haciendo que su hermana menor lo mirara con sorpresa.

Todo pasaba en cámara lenta para él, Isla llamando a una ambulancia, todos moviéndose alrededor del padre, mientras él se quedaba estático. Hasta que una mano le tocó el hombro.

— ¡Muerte reacciona! — Gritó Tiempo en los oídos de su hijo — ¡Toca a ese hombre!

Los ojos de Muerte chocaron con los de su padre, que lo miraba con mucha duda.

—Ella no estará bien — Justificó Muerte antes que Tiempo lo mirara con rudeza.

—Has hecho muchas cosas, pero decidiste dejar de usar tu herramienta para no tener que ser más cruel según tú — Muerte miró a su padre — Por eso la guardé, no me obligues a usarla, porque como creador de tu herramienta tengo igual manejo sobre ella.

—No hagas esto, puedes darle más tiempo — Pidió Muerte tomando la mano de su padre — Tú eres el tiempo — Las cejas de Muerte se habían fruncido.

—Pero no soy la vida, hijo mío — La guadaña apareció en la mano de Tiempo — lo siento — Con delicadeza toco el pecho del hombre con la punta de la guadaña.

—El silencio inundó el salón, Muerte vio el alma del padre de Isla irse, cosa que Tiempo no alcanzó a ver — Se fue — Dijo Isla con la voz quebrada, para luego escuchar el llanto de su madre.

—Ahora — Tiempo tomó la muñeca de Muerte que aún observaba a la pelirroja — Tenemos que hablar — Tristeza los vio con asombro, cuando Tiempo hablaba con un hijo, usualmente eran charlas extensas y con un castigo — Deja de verlos, ese es tu trabajo.

—Muerte lo miró molesto — Ese es el asco de trabajo que me tocó, porque sólo hago que la gente se sienta triste y desolada — Tiempo lo llevó hasta el Amazonas — Ahora qué, empezarás con el estúpido discurso del equilibrio.

—Isla te está haciendo daño — Muerte frunció el ceño — por ser ella, te detuviste en algo que estabas CONSIENTE — Gritó haciendo que el castaño lo observará — que era necesario. Para que la familia no sufriera demasiado, y por verla llorar... ¿Crees que no he visto cómo la observas? A diario vas a Oxford para verla, de lejos nada más.

—Y qué — Respondió — Ahora si me disculpas, no tengo tiempo para estar escuchándote.

—No te iras — Susurró Tiempo levantando su mano.

—No me retes — Contestó su hijo a punto de irse. 

Muerte vivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora