"Décimo séptimo acto: Promesa y recompensa "

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Apenas el ocaso había finalizado, el cielo se tiñó de un azul oscuro apenas pigmentado por pequeños puntos lejanos de luz, permitiendo que una afable y  oportuna privacidad invadiera su lado del mundo.

El manto rojizo había sido apartado con prisa, pero sin brusquedad, pasando inadvertida su retirada a un par de metros de la habitación. Los labios del hechicero y los del hombre adinerado eran besados pasionalmente entre sí, con una lentitud inicial que a los pocos segundos, se convirtió en completo deseo y profundidad. El tacto ciego y presuroso de Tony se posaba en la compleja cinta que apresaba la preciosa cintura del hechicero, logrando liberar la figura de éste de la "molesta atadura".

La primera prenda que residía sobre la especie de camisa de manta del más alto fue retirada, con calma, Stephen cesó el ósculo y se apartó unos centímetros para retirar la camisa del castaño, dejando su torso expuesto y permitiendo que ésta cayese al suelo . Sus manos, hábiles y ligeramente temblorosas recorrían con dulzura y lujuria su espalda, mientras sus labios se mantuvieron besando la quijada del inventor, rosando tortuosamente hasta su cuello.

Instintivamente las manos de Tony acudieron al fuerte pecho del médico, un par de suspiros escaparon de su boca entreabierta, tratando de pasar desapercibidos. Una cantidad incierta de besos fueron depositados en la piel de su cuello, cada atención le hacía desear por más; su cuerpo se estremeció completamente cuando pequeñas succiones reemplazaron las iniciales atenciones.

Stephen...— Susurró con cierta tonalidad deseosa pero razonable aún, el hombre de plateados mechones de cabello se detuvo con suavidad y acudió a mirar los iris acaramelados — No se te ocurra dejarme atrás, Merlín... — La firmeza en su voz, tan característica de Tony relució por sobre el sutil coloramiento de excitación en sus mejillas, siendo él quien ahora ensañó sus labios en los del neurocirujano, recorriendo con su gusto y despertando el opuesto, en un erótico vaivén.

Colocando sus manos en su pecho y ejerciendo cierta presión, Anthony logró recostar el cuerpo de Strange y retirar la camisa azulada que portaba. Tras separase, el castaño prosiguió a recorrer con sus labios el torso tonificado de su pareja, impregnándolo de hambrientos besos y un par de succiones.

Un descenso fue realizado hasta el miembro del más alto deshaciéndose de las últimas prendas de éste, iniciando a practicarle una felación. Brumas de aire caliente escapaban en cada suspiro de los labios de Stephen, mientras sus manos acudían a posarse en la cabellera castaña de Tony, teniendo por consecuencia que su intimidad se endureciera en mayor cantidad.

En cuestión de minutos, era Strange quien ahora  se encontraba atendiendo la entrepierna del millonario y dilatando su anillo de músculo con sus falanges, cuidadosa y hábilmente, justo como el excepcional médico que había sido, arrancando suspiros y gemidos  virilmente de placer de Tony —Ah... ¡Maldición, Strange!— Apenas logró susurrar, su vientre bajaba y subía acorde a su agitada respiración.

Estando lo suficientemente dilatada su entrada, Stephen acudió a besar los labios del inventor, con una mezcla de deseo y profundo afecto en sus iris azulados. Con lentitud, se abrió paso entre las piernas de su contrario y le penetró despacio — Tony... — Gimió su nombre entre el espacio de su clavícula.

Ahh... ¡Stephen! — Un alarido de placer  fue arrancado de sí tras la intromisión. Múltiples embestidas lentas se volvían aceleradas, el más bajo se aferraba a su espalda, mientras el hechicero besaba los hombros y clavículas. Indefinidos suspiros, gemidos y sus nombres fueron intercambiados entre cada caricia, embestida y contactos labiales, llegando a culminar en el orgasmo de ambos. 

"Reliquias rotas"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora