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Capitulo 3.-Un profesor de matemáticas. 

Annie, se encontraba en el despacho de Erwin: una habitación bastante amplia con libreros de enciclopedias acerca del cuerpo humano, así mismo cuadros de paisajes con un atardecer al final, una pequeña colección del pintor Jasper Cropsey. Annie, le gustaba esa habitación porqué ahí encontraba paz y no se sentía tentada a distraerse tan fácil, ya qué una de las cosas qué más le causaba conflicto eran los números. 

   La tarde de aquel otoño del 45, parecía como uno de aquellos paisajes colgados en la pared: el sol era gentil con las hojas de los árboles qué se miraban castañas afuera de la ventana hacía el jardín donde se veía el pasto largo y las raíces profundamente aferradas, cerca de la ventana. Sus manos borraban una y otra vez la tiza del papel qué se sentía ya muy desgastada, se comenzó a molestar al darse cuenta de qué estaba mal su procedimiento, y no sabía como dejar de equivocarse. Siguió mirando el problema: los paréntesis y los números ahí organizados y sólo faltaba la respuesta correcta.

    —Annie—escuchó a Erwin, llamar desde la otra habitación. 

   Suspiro un momento, cerró los ojos también un instante y salió del despacho para ir a la sala, donde Erwin, y al girarse ahí también sentado, se encontraba Armin, aquel qué tenía los ojos más azules qué ellos dos. 

    —Annie, es aquel joven—, dijo Erwin.

    —Vine agradecerles todo lo qué hicieron por mí aquella noche—Armin, miro a ambos a los ojos, su mirada era distinta de aquella vez en la qué sentía un hueco en el pecho. 

   Annie, se sentó junto a Erwin, sin dejar de mirarlo, con total indiferencia, sus ideas estaban en el problema de su tarea; mientras Armin, le miraba el cabello tan corto, era la única niña qué veía así.

    —No fue nada muchacho—sonrió.—Armin, ¿cierto?

   —Sí—afirmó.—Sé qué ya le expliqué mis motivos por los qué me fui así tan repentino, pero, aún me avergüenzo por esa actitud—Armin, de verdad sentía pena.

    —No tienes porqué muchacho... digo, Armin, sé qué llegar después de perder a un familiar es algo difícil—Erwin, le dijo con una voz melancólica, y con unos ojos compasivos, sus grandes cejas le dieron una expresión de total empatía hacia él.

   Armin, sorprendido le miro cuidadosamente, entendía qué aquellos ojos seguro, vieron el sufrimiento, aunque no sabía cual podría ser y temía preguntar.

     —Lo es—mintió, aunque sí lo sentía:—él oficial Levi, es ahora todo lo qué tengo. 

    —Supongo es suficiente, lo conozco desde qué era un adolecente y se convirtió en un gran hombre. 

    —Armin, le devolvió con un gesto alegre:—Debo irme, tengo cosas qué hacer.

    —Suenas como un adulto, ¿qué harás pequeño?—preguntó interesado. 

   Armin, extrañado por llamarle "pequeño", pensó qué realmente lo era todavía, aunque también pensaba qué hace mucho ya no era un niño.

     —Iré a dar clases de piano—sonrió. 

   Annie, se sentía ajena a la conversación, sólo los escuchaba y miraba, mientras ellos seguían:

    —Increíble, me gustaría escucharte alguna vez.

    —Seguro qué sí, además le puedo enseñar a Annie, si a ella le parece y a usted—, dijo con un tono tranquilo. 

   Annie, enfocó sus ojos en él con aquella mirada antipática, pero con una gran admiración por sus manos, ya qué eran tan blancas y sin ningún rasguño, se miraban sus dedos y uñas perfectas, al contrario de ella: tenía rasguños, cortadas y cicatrices.

I don't want to set the world on fire....Donde viven las historias. Descúbrelo ahora