4

166 12 1
                                    

El día había sido de los más asquerosos en mucho tiempo. Se maldecía por no haber usado protección en aquel entonces cuando se acostó con esa joven menor de edad con la que había querido desahogar su deseo sexual y que no sólo no lo había conseguido sino que también se había atado la soga al cuello él solo dejándole embarazada.

Obligado a casarse con ella por la amenaza de sus padres de denunciarlo de violador de una menor, y qué decir del resto de la historia.

Bien, aquel día había sido quizás el más asqueroso de su vida pero este que seguía no era tampoco bueno. El estrés se había hecho presente en la mayor parte del día, su trabajo le había dejado tan cansado y aburrido. Y el llegar a casa no le apetecía en lo absoluto, desde que aquel feto se había muerto a los pocos mese de embarazo, pero suficientes para que ellos ya estuvieran casados, su esposa estaba insoportable, irritante, tan molesta y amargada.

Es obvio que una persona de su tipo desagradaría en lo absoluto, y él no era la excepción.

Ahora mismo, cargando su mochila al hombro, con su ropa casual que solía llevar para cambiarse después del trabajo y con un gran dolor de cabeza lo único que deseaba era llegar lo más pronto posible y buscar a la misma persona de siempre: a Aoi.

Como era de esperarse para todos, el viernes siempre terminaba llegando. Ese preciso día en el que muchas personas después de su jornada se iban a bares a beber y emborracharse hasta caer en el suelo, inconscientes. Aunque bien, algunas personas hacían otras cosas más apropiadas el propósito era el mismo, sacar el estrés.

¿Y cuál era la forma de sacar el estrés de Reita? Sencillo, irse a acostar con su preciado pelinegro que era el único que satisfacía sus deseos, el único en ese entonces.

Pidió una cerveza como siempre y rodó sus ojos para todos lados buscando al ya mencionado, si bien recordaba—y tenía mucha memoria— Aoi ya debería estar por ahí lo cual le causaba extrañeza de no verle por ningún lado. Al final decidió no tomarle mucha importancia y se puso a esperar, después de todo era paciente.

— ¿A quién esperas, mal teñido? —su voz llegó de inmediato a su oído así como el escalofrío que causaba su aliento tan cerca de este—. Aoi aún no llega.

—Miyavi. —pronunció después de girarse en su asiento para verle de frente—. ¿Qué haces aquí? No me digas que también estás metido en esto de la prostitución. —largó con una sonrisa en su rostro.

—Yo no soy joto, Akira. —chistó mientras rodaba los ojos—. Estoy aquí por negocios, ya sabes.

—En realidad no, nunca he sabido a qué te dedicas pero realmente no me interesa. —dio un trago más grande a su vaso. Miyavi parecía estar apunto de gruñir por la mueca en su boca, sin embargo eso nunca sucedió. Se limitó a ignorar aquel comentario.

—Me voy, debo ir a otro lugar. Nos vemos, “Reita”. Me saludas a ya sabes quien. —hizo un ademan con su mano para después irse caminando de ahí, Reita le observó por varios segundos hasta que la masa de gente no le dejó ver más allá.

Volvió a quedarse solo, más esto no duró más que un par de minutos en los que el moreno hacía acto de presencia y al verlo en la barra caminó directamente hacía a él.

The end.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora