Capítulo 18

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Melisa

Me levanto de la cama y camino a cerrar la ventana, no sin antes ver a la calle y comprobar que no hay nadie. 

Debí cerrar la ventana, pero seguro olvidé poner el seguro ¿no?

Estoy acomodando las cortinas en su lugar cuando un estruendo procedente de mi cocina hace que de un un salto hacia atrás asustada.

No, no estoy sola. 

Vuelvo a mi cama a tomar mi celular y marcó el 911.

—911 ¿Cual es su emergencia? —contesta la operadora.

—Creo que hay alguien en mi casa —trato de mantener la calma, pero los nervios son evidentes en mi voz—. Vivo sola, la ventana estaba abierta y escuché algo romperse en mi cocina.

—Bien, señora...

—Melisa Slovati —respondo y recuerdo todo el procedimiento, ya había hecho esto antes, el recuerdo me abruma pero me repongo y le doy la dirección del edificio de mi apartamento.

—Bien, Melisa, conserva la calma y mantente en linea en estos momentos va una patrulla para allá ¿Escuchas algún otro ruido?

—No.

La operadora se tomo su tiempo para contestar:

—¿Tienes algún animal en casa?

—No

—¿Tienes vecinos que tengan animales?

—Creo que si.

—No quiero arriesgarle a nada pero, ¿podría ir a su cocina? 

No respondí al instante, cogí un frasco de perfume, si había alguien allí fuera se lo lanzaría y correría a encerrarme. Caminé siligiosamente y sin preámbulo encendí todas las luces.

—Lamento haberle hecho perder el tiempo —conteste de mala gana—. Es el gato de mi vecina.

—Suele ocurrir, más vale prevenir. La patrulla ha sido cancelada. Buenas noches.

—Buenas noches. 

Tras colgar apoye mi brazo y mi rostro en el marco de la puerta que daba a la cocina, sintiéndome una total imbecil. Allí abajo a un lado del fregadero se encontraba mi plato de porcelana con trozos de pizza de ayer hecho trizas y, Milk, el gato esponjado de la vecina comiéndose los restos.

Camine hacia el gato y lo alze, era un gato muy gordo.

—Esa era mi vajilla favorita, Milk. Caray, cada día estás más gordo, ¿Te pusieron a dieta y por eso vienes a robarme comida?

Él gato solo ronroneo.

—Eres un gato sinvergüenza, al igual que tú dueña. Pero eres demasiado apapachable como para que me enfade. Te llevaré con Magda.

Milk maullo entendiendome y se revolvió en mis brazos hasta soltarse. Con un ligero trote se interno en mi habitación, fui tras el y lo vi subirse a mi cama para luego acurrucarse. En las sábanas.

Bueno, al parecer, alguien no quería irse. Y me parecía bien, ya iría mañana con Magda, ahora necesitaba no sentirme sola.

Apague las luces y me fui a dormír acariciando el suave pelaje de Milk.

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Narrador Omnisciente

La vio acostarse acariciando al gato.

El miserable gato la había salvado. De no haber cerrado la ventana justo a tiempo el gato no hubiese entrado y armado tal alboroto.

Si ella solo se hubiese asomado a la cocina sin llamar a emergencias incluso, todo habría salido bien. 

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