Natalia

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      Se veía a sí misma en el espejo antes de salir. Con el pecho al aire y el cabello negro y suelto. Estilo y sensualidad mientras en las calles sus piernas largas y gruesas parecían perforar los minutos con su tenacidad. Natalia entre suelos grises y cielos azules se dibujaba en la mente una utopía. Su realidad no existía. Su hermosura no podía ver. A su alrededor, sus ojos podían ver los tentáculos sustitutos de cariño,aquellos llamados "piropos", asediándola desde lejos.Ellos se conocen un viernes en un café. Ella leía un libro de Poe mientras tomaba una taza para despertarse. Los ojos de él la atacan de una manera inexplicable,ella responde subiendo la mirada sobre las páginas y viendo aquellos ojos cafés encima de una sonrisa enjaulada en una tupida y bien arreglada barba negra que hacía contraste con una piel blanca y tersa. Usaba lentes. Dirige ella su mirada entonces al azúcar cayendo en su bebida antes de revolverla cuidadosamente y volver a las páginas del libro. Veía las letras pero no lograba concentrarse. Sabía que el hombre la seguía mirando, pero ella no despegaba sus ojos del libro. Unos pasos en el suelo de madera movieron al hombre hasta su mesa. -Hola, mi nombre es Omar- le dijo extendiéndole la mano. Ella bajó el libro y le saludó. -¿Te molesta si me siento contigo?- preguntó ya rodando una de las sillas con la mano. -Adelante- respondió ella. -Mi nombre es Natalia-. Él se sentó.-Es mi escritor preferido- dijo él señalando la portada del libro que ella aún sostenía abierto. Lo cerró con un separador en la página nunca leída y se tornó hacia él.Ella sonrió...


Natalia

       Siendo observada por Omar sin saberlo. La siguió en su auto mientras ella
conducía hasta su trabajo en la clínica de ojos del norte. Normalmente salía del trabajo a las tres de la tarde. Sin embargo, de vez en cuando, salía a eso de las dos, para tomar un café en Camoruco. Un centro comercial pequeño donde se podía despejar leyendo un rato. Siempre pedía un sabor diferente de café. De vez en cuando veía a aquél hombre de barba negra sentado al otro extremo del café anotando cosas apresuradamente en su agenda de cuero marrón. Se le antojaba misterioso. Regresaba al trabajo para seguir en su labor como oftalmóloga. –Doctora
Rivas- Volteó antes de montarse en su auto al salir de la clínica. Pero no había nadie alrededor. Sostuvo con fuerza su cartera de cuero beige y se montó para encaminarse a su casa en la villa Puntarena. En el camino, sintió algo de ansiedad, así que se detuvo en el café... Entró y tomó asiento mientras venía el mesero con la carta.


     -Quiero un cappuccino- solicitó al mesero y al ver que se alejaba éste, observó del otro lado del café en un sillón a un hombre de barba negra, mirándola. No le prestó mucha atención y se dedicó a seguir leyendo su libro de Poe. Al terminar su café, comenzó a sentirse más tranquila y relajada. Alzó la mirada para observar al otro lado del café. Ya no había nadie. Se retiró a su casa sintiéndose satisfecha con su jornada laboral cumplida y un poco endulzada con el café que acababa de tomarse.

     Llegó a su casa sin hacer mucho hincapié en los eventos ocurridos. 

     Otro día más.

     Otro café.

    Otra noche.

     Se acostó para dormir a eso de las once de la noche y escuchó un ruido. Ya tenía los ojos cerrados y los abrió de golpe. de inmediato se puso de pie y se asomó por la ventana no sin antes caminar con extrema cautela y lentitud hasta ella y casi como si le pesaran los pies con cada paso que daba hasta sentirse paralizada por la consternación que se iba adentrando poco a poco en su corazón al ver a través del vidrio.

Natalia ServidaWhere stories live. Discover now