Capitán Kenny Ackerman

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Snk pertenece a Hajime Isayama.

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Suelas desgastadas que se arrastraban a través de pasillos a los que no estaba acostumbrado. Podía oír conversaciones banales entre los soldados que los habitaban. Pese a que ninguno de ellos se encontraba de permiso, podía oler que sus alientos rezumaban a alcohol desde su posición. Nadie se fijaba en él. Tal vez, debido a su estatura, lo obviaban. O tal vez estuviesen poco interesados por el motivo de su visita.

El suelo parecía que se hundía bajo sus pies, poco acostumbrado a aquella moqueta que acumulaba polvo con cada pisada que daba. Prefería la piedra o la madera de los barracones de la legión de reconocimiento antes que aquellas paredes revestidas de papel pintado de la policía militar interior. Terriblemente ostentosas, y que acumulaban humedad en cada pequeño centímetro. Sus ojos pasaron por una pequeña telaraña que había en una de las esquinas, a varios metros por encima de su cabeza.

Aquellos pasillos eran muy ostentosos, posiblemente los más lujosos que cruzaría en su vida. Pero terriblemente sucios. Se acercó hacia la puerta indicada mientras enseñaba el papel que llevaba en el bolsillo de su chaqueta. El soldado pareció extrañado y le dio paso. Mientras bajaba las escaleras la humedad se apoderaba de sus pulmones. Hasta las mazmorras de su cuartel general eran mucho más higiénicas que aquel tugurio.

Cuando llegó hasta el final de ellas, dónde la luz del sol no existía comprendió que había llegado a las celdas de aislamiento de la policía militar. En aquel sitio, tan escondido y vigilado, solamente se encerraba a gente que había cometido grandes errores. Criminales, asesinos, ladrones, chantajistas, timadores o capitanas de escuadrones que en lugar de hacer caso a su maldito comandante decidían hacer lo que les daba la gana.

Cuando cruzó sus ojos con los de ella, pareció sorprendida, como si no se esperase que pudiera tener visita bajo aquellas circunstancias. Miró hacia ambos lados y se acercó a las rejas impaciente. Levi se giró hacia el soldado que descansaba en una silla con su fusil tirado en el suelo a punto de quedarse dormido. Una imagen patética, el soldado que debía vigilarla, estaba roncando.

- Vete – le indicó secamente.

- D-disculpe, pero se me indicó que la prisionera-

- He dicho que te vayas. Sólo está aquí como indicación correctiva – volvió a sacar el papel de su bolsillo y lo estampó contra tu cara – Si tu maldito jefe quiere saber que hago aquí que aprenda a leer: tengo una maldita autorización y no necesito a ningún maldito mocoso babeando aquí dentro.

El joven soldado cayó de su silla asustado mientras intentaba sujetar el papel que era forzado contra su rostro. Dubitó unos instantes y abandonó la estancia mientras olvidaba su fusil aún tirado en el suelo. El pequeño hombre esperó pacientemente hasta oír una distancia lo suficientemente lejana como para acercarse a ella y arrodillarse al lado.

- Levi, ¿qué haces aquí? Los soldados en corrección directiva tienen prohibidas las visitas.

- Me importa una mierda eso. ¿Qué haces tú aquí? Erwin no notificó nada de tu estúpido desacato y tú... ¿tú lo escribes en tu maldito informe?

- .......... - bajó sus ojos algo pensativa – Debía ponerlo. Me equivoqué. Resulté herida. Pude realizar mis investigaciones. Pero no quiero dar ese ejemplo a mis soldados. No puedo pedirles que hagan algo si yo no lo hago, y tal vez algún día sea yo la que tenga que pedirles que se retiren. Si yo no lo hago....

- Eres una idiota.

- ¿Cómo has conseguido una autorización? Dado que quién decidió mi encierro fue el gobierno y no Erwin, Erwin no puede autorizar a que vengas a verme.

Decisiones y arrepentimientosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora