˗ˏˋ💧ˎˊ˗ IV.

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   Le dolía todo el cuerpo. Odiaba a San Martín en ese momento. Se levantó con cuidado, tomó una ducha rápida y volvió a su cuarto... Al llegar vio que no estaba José pero en la mesita le luz había una notita.

"Manu, me tuve que ir por si alguno de tus viejos llegaba a entrar. Nos vemos en el cole bebé."

"-S.M."


   Guardó la nota en una caja que estaba debajo de la cama, junto a su diario. Se terminó de arreglar y salió caminando a la escuela, no había desayunado, tomaría algo en la escuela. Llegó a buena hora, temprano, se metió en el baño esperando hasta que se haga la hora de ingresar al salón de clases.
   No se sentía bien, estaba un poco resfriado. Bostezó y la puerta del baño se abrió. Dorrego. La puta madre, la escuela ocupa toda una cuadra, es enorme, y justo tiene que entrar a este baño.
Le sorprendió que lo haya ignorado, se lavó las manos y miró al mayor.

-¿Qué mirás, tarado?, ¿Ya querés que te golpee desde tan temprano?- Mientras cerraba el grifo de acero lo miraba.

-N-No...- No tuvo respuesta. Su tocayo salió del baño y el timbre que daba inicio al saludo a la bandera hizo salir corriendo al mayor.

   Le tenía un amor incondicional a la bandera, a su Argentina por más que estuviera en medio de una crisis económica. Cuando la bandera se terminó de izar fue para su salón de clases, tal vez no tuvo que haber corrido, ahora se sentía peor. Se sentó atrás de todo y reposó su cabeza en la mesa rodeada de sus brazos, cuando escuchó que la silla de al lado hizo ruido sonrió. No sabía si era Güemes o San Martín pero estaba feliz.

-¿Cómo anda, mi paisano?- Se le borró la sonrisa de la cara. ¿Qué choto hacía Rosas acá?

-Mal Juanma...- No quiso ser descortés y lo miró -¿Y vos?-

-Ja... Estamos en la misma, tomá.- Le dio una carta. -Te la doy porque confío en vos, no la abras, dasela a Tinchi por mí, ¿sí?- Le guiñó un ojo. Lo iba a cagar a trompadas.

-B-Bueno...-

-Gracias Manu, te re banco.- Salió del salón de último año y se fue para el de quinto.

   Tenía curiosidad en leer la carta. Muchas cosas se le venía a la cabeza, ¿una declaración de amor? Era lo más factible, realmente la quería leer pero cuando estaba por hacerlo la silla al lado suyo se movió otra vez, ahora con José. Sí que estaba contento, casi se le tira encima.

-Buenos días.- Le regaló una sonrisa alegre. Sus ojos negros tenían destellos.

-Buenos días, José.- Lo abrazó una vez ya sentado. Tenía ganas de besarlo.

   La puerta del salón de cerró dejando ver a la profesora de biología. Una mujer bajita, delgada, de ojos claros y cabellos cortos de color castaño claro.
   Belgrano ya tenía náuseas, no veía a Güemes por ningún lado y la exposición era con él. Además el menor tenía que traer la lámina.

   No sabía cómo iba a salvarse de esta, dejó para el tiempo. Pues al final daría su parte solo. Tenía ganas de llorar, se acordaba por completo de su lección, claro sí. Pero le costaba mantenerse de pie, le dolía desde la cintura para abajo, seguía con un pequeño resfrío que provocaba que su nariz estuviera colorada y sus ojos rojos... Comenzó a hablar manteniendo la calma pero sus piernas no paraban de temblar, le costaba estar de pie, "José la puta que te re parió." Se quejó mientras se apoyaba contra el pizarrón con disimulo.

-Belgrano, póngase derecho. Es una falta de respeto.- Dorrego se echó a reír. -Joven, ¿qué le causa gracia?-

-N-Nada profe.- Se aguantaba la risa. Manuel no era ningún boludo y sabía por qué se estaba riendo. Se había dado cuenta de lo que hizo ayer a la noche y se le hizo imposible no sonrojarse, pensó en que no pararía de molestarlo. -Manu, estás rojo como un tomate, ¿todo bien?-

"Ese tonito burlón te lo voy a meter por donde más te duela." Sonrió con cierta falsedad. -Sí. Ahora si me permitís voy a seguir con mi lección.- Habló por un par de segundos pero fue interrumpido por el otro castaño.

-No se escucha, que con tu voz de niña apenas se te entiende.-

   Sentía impotencia. No sabía que hacer y la profesora estaba con el celular, pues sí que le chupaba un huevo su clase. Más no se le podía pedir a un maestro de Argentina.

-Si hicieras más silencio escucharías, o si no tuvieras todo el día lo auriculares al palo.- El comentario de San Martín fue suficiente como para hacerlo callar.

   "Eres mi amor eterno, mi angel de la guarda..." Sonrió inconscientemente, con una miradita picara pero alegre. Prosiguió hasta acabar su parte y se fue a sentar al banco. A Miguel lo iba a matar.

❝Soñé.❞  [San Martín x Belgrano.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora