ʙᴀᴅ ʙᴏʏ [ jαsσn p. tσdd х σc ]

[ 𝕊𝔼𝕍𝔼ℕ ]

·ｐｒｏｂｌｅｍｓ ａｎｄ ｄｉｒｔｙ ｓｅｃｒｅｔｓ·

— ¿No tenías que trabajar? —me preguntó Sarah. Su cabeza era lo único que se asomaba por la puerta, alguien estaba en el apartamento y yo no iba a ser la que averigüe quien.

—Me he hecho un clon. Reúne a las ancianas, es muy importante —Sarah frunció el ceño ante mi expresión seria.

— ¿Qué ha pasado? —preguntó saliendo de su apartamento.

—Os lo contaré cuando estemos todas juntas —dije dándome la vuelta y dirigiéndome a la sala de reuniones.

Quedó muy badass. Lo tengo que volver a hacer.

En menos de diez minutos ya tenía a las once ancianas y a Sarah a mi alrededor.

— ¿Es por el ente a las seis de la mañana? —preguntó Alice sin rodeos. Asentí.

— ¿Qué crees que fue? —preguntó Bonnie cruzándose de brazos.

Miré a cada una de ellas, me faltaba una cara. Di una vuelta completa por si se escondía detrás mía pero no.

Miré a Alice con el ceño fruncido y puse mis brazos en jarras.

— ¿Dónde cojones está Dominica? —pregunté con una mirada severa.

Solo tenemos una reunión importante y no se presenta. Entre las ancianas se miraron de reojo, me ocultaban algo. Abrí la boca para hablar pero Elle me calló.

—Creemos que se ha echado un novio.

Mis carcajadas no tardaron en hacerse sonar, era la única que reía.

—Ahora en serio, ¿dónde está? —pregunté de nuevo mientras me secaba una lágrima.

—Ya te lo hemos dicho —se quejó Bonnie.

— ¿Cómo podéis creer eso? Hablamos de Dominica, se le da fatal socializar, ni me imagino ligar—me burlé—. Vale, ahora en serio. Hay que averiguar que demonios era ese ente, yo me tengo que ir a trabajar volveré esta tarde para intentar organizarlo, ¿vale? 

—Nosotras iremos organizando grupos de investigación —habló Kyteler.

—Perfecto, gracias por estar aquí. Si veis a La Coja mandadla a la mierda de mi parte y si se lo gritáis mejor —salí de la sala y localicé a mi clon, con un sencillo hechizo me cambié de puesto por ella.

Estaba en mi oficina, traduciendo un montón de documentos en muchos idiomas, de nuestros socios extranjeros y de nosotros a nuestros socios.

Llamaron a la puerta.

—Adelante —dije sin dejar los documentos, era una gran torre de trabajo.

—Buenos días, señorita Elizabeth —fruncí el ceño y le miré con una sonrisa.