Ciel y Sebastian subieron a la carroza de carga de aquel sujeto, el hermano del pueblerino con el que habían hablado primero; este subió también, tomó las riendas de los caballos y comenzó a avanzar.
– Debe ser un trabajo importante como para venir a este pueblo –comentó.
– De hecho, lo es –lo miró.– Venimos por los extraños sucesos que han estado ocurriendo aquí, ¿Usted sabe algo de ello?
– Lo mismo que el resto del pueblo: casi nada. Ocurren muertes extrañas y algunos sucesos raros, pero todo es durante la noche, y, como ve, el pueblo es rodeado por una misteriosa niebla, y no es por el clima, está todo el día, pero se vuelve más espesa a medida que cae la noche. Nadie se anima a salir en lo que dura la oscuridad, todo el pueblo está aterrado.
– ¿Nadie ha tratado de investigar algo?
– Sólo un grupo de tres: un policía de Scotland Yard, un periodista y alguien del pueblo.
– ¿Qué descubrieron?
– Nadie lo sabe. A menos de una semana de comenzar la investigación, los tres aparecieron muertos una mañana, en medio de la calle. Los cuadernos en donde habían anotado todo no estaban, habían desaparecido.
– Ya veo...
– Es extraño. Pero...después de eso, nadie del pueblo quiso saber qué sucede, todos guardaron silencio y se encargaron de asegurar las entradas de sus casas, para resguardarse y estar a salvo durante la noche.
El joven llevó una mano a su mentón, pensativo. La carroza se detuvo de pronto.
– Hemos llegado –bajó del vehículo.– Personalmente, no les recomendaría quedarse aquí, pero...usted tiene trabajo y en el pueblo no hay ninguna posada, así que...suerte, y tengan cuidado.
– No se preocupe. No creo en los vampiros, y, si lo que está ahí dentro lo es, no será problema –miró al de negro.– Vamos.
– Sí.
Sebastian bajó, ayudó a bajar a su amo y tomó el equipaje. El hombre abrió la puerta de madera, la entrada a los terrenos del castillo, y volvió a mirar a ambos.
– Por si acaso, mantenga un ajo consigo, Conde –recomendó y subió a la carroza.– Y recuerde: no debe salir de noche –advirtió.
– Lo tendremos en cuenta. Le agradezco el acercamiento.
– No es nada. Tenga cuidado...Dios no llega hasta aquí, así que estarán solos. Buenas tardes.
El hombre se marchó, con algo de prisa pues casi era de noche ya. Ciel rodó los ojos y suspiró, mientras Sebastian reía.
– Así que...aquí no llega Dios, ah...
– No lo necesitamos –lo miró.– Vamos, está anocheciendo y parece que va a llover.
– Sí.
Ambos entraron a aquellos terrenos, el mayordomo cerró la pesada puerta de madera y volvió a caminar, acercándose con su amo a la puerta principal del enorme castillo; dejó el equipaje en el suelo y llamó a la puerta. Pasaron unos largos segundos en silencio, y antes de que el mayordomo volviese a tocar, la puerta se abrió de repente, sobresaltando al hombre y su amo. Quien había abierto la puerta era una mujer algo avejentada, quien vestía un traje de sirvienta.
– ¿Si?
– Buenas noches, señora –sonrió.– Disculpe la intromisión, pero mi amo y yo hemos viajado desde Londres por cuestiones de trabajo, y estábamos buscando un lugar en donde pasar un par de noches, ¿Cree que su amo nos permita quedarnos? No hemos conseguido asilo en el pueblo.
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Nyctophilia 🌓 Ciel Phantomhive
Fanfiction❝Nyctophilia: atracción a la oscuridad o la preferencia anormal por la noche al día. Sentirse relajado en la oscuridad.❞ El Conde Ciel Phanatomhive debe hacer un viaje a un lúgubre pueblo del sur de Inglaterra, para investigar un misterioso caso que...