🌗 23: Medidas de protección

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[Funeraria]

Sebastian abrió la puerta, dejando entrar a todos. Undertaker estaba echado sobre el escritorio, riendo aún.

– Muy bien, ahora es nuestro turno de pedir algo –dijo Ciel.

– Ohh, Conde –los miró.– ¿Uhm?

Ciel levantó una ceja al ver como la sonrisa del peliplata se volvía algo extraña. Undertaker se puso de pie y se acercó rápidamente a la joven, acercándose demasiado a ella, al punto de invadir su espacio personal. Tn levantó una ceja. El chico frunció el ceño.

– Hey, aléjate de ella, Undertaker –ordenó.

– Ya veo... –murmuró.– Qué hermosa vampiresa, hace años que no veía a una –ensanchó su sonrisa.– Puedo sentir el aroma a la sangre en su piel –rió.

– Siento el aroma a muerte en usted –tocó su mejilla.– Déjame ver tus ojos.

El shinigami rió. La joven vampiresa levantó la otra mano, la acercó a la frente de aquel y levantó su fleco, quitándole el cabello de encima de sus ojos para poder verlos. Ciel fruncía el ceño con un pequeño sonrojo, sentía los celos arder en su interior.

– Verde, como una manzana sin madurar...

– Y los suyos son de azul pálido y apagado, como los de un muerto.

– Porque lo estoy –sonrió.– No me cruzaba con un shinigami hace tiempo.

– Ohh~ –rió.

– Ya basta –intervino.

El Conde separó a ambos, alejando al shinigami de la vampiresa, colocándo a la joven tras de él con cierto recelo. Tn rió, divertida.

– Comprendo. Está enamorado –rió, sonrojando al joven. Se acercó a un ataúd.– Entonces, Conde –volvió a mirarlo.–, ¿Qué es lo que usted y esta hermosa vampiresa necesitan?

– No la... –suspiró.– Necesitaremos algunas rosas silvestres.

– Veo que al fin cree en los vampiros.

– Tch. No fastidies ahora.

Aquel rió.

– De acuerdo. ¿Cuántas rosas van a necesitar? Puedo cortar algunas del jardín.

– Uhm...Necesitamos para cada casa del pueblo.

– Serán muchas que cortar...

– Por favor, señor Undertaker –pidió, juntando las manos en forma de súplica.

El peliplata rió.

– Supongo que no puedo negarme a las peticiones de una pequeña Carmilla.

Tn sonrió. Ciel frunció el ceño.

– Tengo algunas cortadas ya, puedo dárselas mientras corto más.

– Está bien.

Undertaker se acercó a una de las mesas y tomó las rosas que ya tenía listas para los próximos cadáveres; se acercó a Sebastian y se las entregó.

– Son bastantes –comentó el Profesor.

– Son las suficientes para llenar un ataúd. Si necesitan más, cortaré más.

– Gracias, te avisaremos –giró.– Vamos –ordenó.

– Nos vemos después entonces, señor Undertaker.

– Espero que sí, pequeña Carmilla –rió.

Ciel frunció el ceño, tomó a la chica de la muñeca y comenzó a caminar, llevándosela con él mientras ella reía divertida. El Profesor y Sebastian salieron detrás de ambos tras despedirse del sepulturero.

Nyctophilia 🌓 Ciel PhantomhiveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora