Nyctophilia 🌓 Ciel Phantomhive

🌓 27: Sacrílego

[Cabaña]

Sebastian depositó el cadáver de Darius dentro del ataúd, el Padre lo rodeó de rosas silvestres que Undertaker les había entregado en el camino, y Costin cerró este. Van Swieten sacó su arma y disparó una bala de plata a través del sarcófago, dando justo en el pecho del joven, para asegurar su muerte.

Todos salieron de aquella vieja y abandonada cabaña. Tn levantó la lámpara de aceite y la arrojó contra la puerta, provocando que las llamas rodeen poco a poco aquella cabaña, consumiendo la mohosa y podrida madera.

– Vámonos –dijo Costin.– Ordenaré a algunos ghouls que controlen el incendio –comenzó a caminar.

[Día siguiente]

Por la mañana, Ciel, el Profesor Van Swieten y el Padre Holmwood se encargaron de hacer saber a los pueblerinos que la amenaza que rondaba por el pueblo se había ido ya, y que la familia Rákóczi había sido de gran ayuda. Todos celebraron. Tras ello, Ciel se despidió del Padre Holmwood y el Doctor Seward.

Por la tarde llegó el nuevo sepulturero, quien se haría cargo de la funeraria definitivamente. Gracias a esto, Undertaker regresó a Londres.

[Castillo Întuneric]

Tn y Ciel bebían el té en la sala mientras conversaban, cuando Costin ingresó llamando la atención de ambos.

– Buenas tardes.

– Buenas tardes, Tată.

– Buenas tardes, Lord Costin.

– Fiică, ¿Has dormido bien?

– Mejor que nunca, Tată –sonrió.

– Eso es bueno. Ya nada perturbará tu sueño ahora.

– Amo –llamó la anciana. Todos la miraron.– Ha llegado otra canasta de agradecimiento –informó.

Durante todo el día, los pobladores se habían encargado de enviar, por familia, una canasta de agradecimiento a la familia Rákóczi (Drăculea) para agradecer su ayuda.

– Ya veo –sonrió.– Déjala con las demás, luego enviaremos nuestro agradecimiento a la gente del pueblo.

– Entendido.

La anciana mujer hizo una reverencia y se retiró. El hombre volvió la vista al joven del parche.

– Conde, supongo que ahora podrá descansar en paz también, su trabajo ordenado por la Reina ha sido completado con éxito.

– Correcto –bebió y dejó la taza sobre la mesa.– Ya le di las gracias a Tn, al Profesor Van Swieten y al Padre Holmwood por la ayuda, me faltaba usted –se levantó.– Gracias por la ayuda, Conde Drăculea –llevó una mano a su pecho e hizo una pequeña reverencia. Su mayordomo lo imitó.

Costin rió.

– No hay por qué. Gracias a usted por velar por la seguridad de mi hija.

– Fue un placer –sonrió.– ¿Volverán a Rumanía ahora?

– Sí, muy pronto, tal vez a fin de mes. Aún tengo unas cosas pendientes en Inglaterra.

– Ya veo.

– ¿Usted regresará a Londres? El sepulturero ya lo hizo por la tarde.

– Sí, me iré mañana por la mañana.

– Muy bien. Ordenaré que preparen el carruaje para después del desayuno.

– Lo agradezco.