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    Narrado por Jade

    ¿Malos días? Sí. ¿Vendrán peores? Tal vez. Lo más posible es que lo poco que hemos vivido hasta ahora solo sea un abrebocas para todo lo que está por venir. La cosa es: ¿esto tendrá final? Me refiero a un final relativamente bueno en el que todo se soluciona, ¿o acaso tendremos que adaptarnos a esta manera de vivir? Y si es así, ¿cómo? Tampoco es como que el porcentaje de personas que andan enfermizos por ahí no comen, porque sí lo hacen. Hacen exactamente lo mismo que nosotros, solo que mientras no hacen eso, hacen cosas malas. Me pregunto si habrá la posibilidad de que algún día todo esto acabe y podamos regresar a casa con nuestras familias.

    — ¿Estás bien? —Pregunta Alex sacándome de mis pensamientos—. No, disculpa, es una pregunta un tanto absurda.

    —Tranquilo —le respondo intentando sonar tranquila—. Estoy relativamente bien. ¿Tú cómo lo llevas?

    —Mejor, supongo —dice encogiéndose de hombros—, es decir, bueno, supongo que tú entiendes.

    —Sí, supongo que sí —digo supongo, pero sé exactamente a lo que se refiere—, pero si quieres desahogarte puedes hacerlo.

    —No, creo que ya fue suficiente —dice nostálgico—, pero sí me gustaría que me respondieses unas dudas.

    —Está bien —digo—. ¿Cuáles son tus dudas?

    —No entiendo nada, en realidad —admite y piensa un poco su pregunta—. ¿Por qué no hay padres aquí y tu hermana parece ser quién manda?

    —Ah, es que tú —me encuentro cayendo en cuenta de la situación—, ¿entonces no tienes idea de nada?

    — ¿Que si no tengo idea de qué? —Pregunta más confundido—. No entiendo.

    —Ay, es que —trato de decir algo conciso, pero no sé qué decirle—, no sé cómo decir esto.

    —Solo dilo, estos días no han sido muy agradables, me ayudaría más por lo menos estar más informado. —Dice un poco fastidiado de la situación.

    —Bueno... —empiezo a decir pensando la manera correcta de decirlo—. Tu papá no tiene la culpa de nada. —Fue lo primero que se me ocurrió mencionar.

    — ¿Cómo que mi papá no tiene la culpa de nada? —Pregunta.

    —Pues... veras, eso que le pasó a tu papá, no solo le pasó a él —intento explicar—, es algo que está pasando por todo el mundo.

    —O sea que —trata de entender—, ¿mi papá fue afectado por algo y por eso se comportó así? —Pregunta mientras intenta unir todo— ¿Sabes lo que es?

    —Es un poco más complicado que eso —admito porque ni yo entiendo las cosas del todo—, solo sé que es algo que afecta a cierto porcentaje de personas volviéndolas locas e impulsándolas a hacer cosas que normalmente no harían.

    —Dios, pero —se queda pensando unos instantes— No tenían que matarlo. —Suelta de repente. Intento apoyar mi mano de su hombro para que se calme, pero me quita bruscamente y se dirige furioso hacia la casa. Lo sigo temerosa de lo que hará o dirá.

    — ¡Alex, detente! —Le suplico mientras intento alcanzarlo.

    —No —dice cortante—. Tengo que hablar con tu hermana.

    —No, escúchame —le digo una vez que lo alcanzo, tuve que correr para hacerlo—. Nadie aquí tiene la culpa de todo lo que está pasando.

    —Él mato a mi padre. —Dice con lágrimas en los ojos y su voz quebrada.

    —Alex, ese ya no era tu padre, no del todo, tú lo sabes —intento calmarlo—. Mira lo que te hizo, sabes lo que le hizo a tu mamá.

    —Pero... igual era mi padre y ¿quién sabe si había la posibilidad de salvarlo de todo eso? —Lágrimas recorren sus mejillas a pesar de que intenta resistirse a ello—. Piensa por un momento que estuvieses en mi situación.

    —Alex, entiendo tu situación —le digo sincera—. Mira, aquí ni siquiera sabemos qué es de la vida de nuestros padres.

    —Por lo menos pueden tener la esperanza de que algún día todo se arreglara y los verán. —Dice secándose las lágrimas.

    —Sí, pero es muy posible que sean falsas esperanzas —admito triste—. No podemos vivir de eso, tenemos que vivir por nosotros.

    —Mi mamá decía que vivir sin esperanzas era como no vivir, que la esperanza lo es todo en los peores momentos —cuenta y se le escapa una pequeña sonrisa—, que si no tienes esperanzas en la vida, es como si estuvieses muerto, porque no anhelas nada más allá de lo que tienes y eso está mal —hace una pausa para pensar bien en cómo decirlo— Está mal porque, pongamos este caso, ¿para qué pasaras por todo esto si no tienes un propósito, una meta, algo que te anime todos los días a seguir?

    —De cierta manera tienes razón —admito—, pero en este punto las cosas son un tanto diferentes.

    —Sí, pero de alguna u otra manera es lo mismo —me dice—. Tenemos que vivir por algo y para algo, porque sino somos personas muertas estancadas en el fracaso.

    —Ya, entiendo a lo que te refieres —le digo sincera—, pero no le menciones el tema a nadie, por favor.

    — ¿Por qué? —Pregunta, pero no es necesario que responda— Ah, ya, perdón, es que me acorde de eso —dice cabizbajo—. No diré más nada así.

    —No, no, tranquilo —digo intentando espantar esa idea de su cabeza— Si quieres hablar con alguien, habla conmigo, sí puedes. Lo que te decía era que no le comentases cosas así a los demás.

    — ¿Segura que puedo decirte todo? —Pregunta dudoso, yo asiento—. Por lo otro no te preocupes, de todas maneras no encajo mucho acá.

    —Sé que no fue una buena bienvenida, pero no han sido días buenos. Deja que pase un tiempo, ellos son de lo mejor. —Le digo confiada.

    —Está bien, te creeré. —Me regala una sonrisa. Seguimos caminando por la residencia aprovechando de que ya se calmó por completo—. Por cierto, gracias, por evitar que hiciera una estupidez —Dice después de un rato y parece de verdad avergonzado.

    —Era algo que debía hacer —me encojo de hombros—, no tienes que agradecer.

    —Pues yo pienso que sí —dice por lo bajo—. No quiero tocar un mal tema, pero necesito preguntar esto.

    —Te dije que podías preguntar lo que quisieras. —Le recuerdo.

    —Él no te hizo daño, ¿cierto? —no esperaba esa clase de pregunta de su parte, aunque, pensándolo bien, nadie me había preguntado al respecto— Espero que la respuesta sea un no.

    —No, no me hizo daño, pero ahora te pregunto yo a ti —digo al darme cuenta de que casi no le he sonsacado nada, el suspira por lo primero—. ¿Por qué no escapaste cuando empezaron a pasar las cosas?

    —Primero estaba en shock, no sabía qué hacer, no sabía a quién acudir —lo escucho atenta mientras él parece sumergirse entre recuerdos—. Él salió y pensé en escapar, pero no paso mucho tiempo antes de que llegara contigo.

    —Pero pudiste haber aprovechado la oportunidad para escapar. —Digo como un pensamiento grotesco de mi parte.

    — ¡No podía solo dejarte ahí e irme! —Exclama sorprendido—. No podía permitir que te hiciera lo mismo que a mí o quién sabe si algo peor —explica él—. No me perdonaría algo así.

    Nos quedamos en silencio un rato, nadie quiso comentar más del tema, seguimos caminando hasta que surgieron otras preguntas menos intensas y luego decidimos entrar a la casa.

¿Será este el final?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora