Capítulo 15: Dios

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El trabajo de los magos consiste en viajar entre ciudades, continentes, mundos y líneas de tiempo paralelas, ayudando y encargándose de problemas que un humano normal no podría solucionar.

Ellos son una gran comunidad, conocidos como los detectives de lo sobrenatural. La misión de ellos es esclarecer todos los puntos oscuros de sus trabajos, para luego archivarlos. Así es como la comunidad de magos, logra resolver con mayor precisión otros casos o evitar que ocurran similares.

En pocas palabras, ellos solucionan casos sobrenaturales y a la vez buscan a él o los culpables. Teniendo en cuenta esto, conocer el pasado de los afectados, es sin duda algo muy útil para ellos.

Durante uno de esos trabajos, Ariel Singspring decidió adelantarse con una excusa bastante ambigua: "Un suceso de lo más interesante está ocurriendo en otro mundo, no puedo dejarlo pasar, así que me iré". Dicho esto, dejó a Gabriel encargándose sólo de lo que ambos se habían estado ocupando.

Las bromas de los traviesos duendes son algo sumamente fácil de lidiar, por lo que Gabriel no tendría nada de lo que preocuparse.

Desde entonces, el joven aprendiz no dejó de pensar en su maestro, ya que no tardó en perder casi todo el enlace mágico que lo unía con él, casi como si su alma hubiese desaparecido. Por otro lado, Ariel siempre es de lo más preciso con sus palabras... el hecho de que dijese "Me iré" pero no "volveré" no dejaba de rondar en la cabeza del aprendiz. Se apresuró en terminar su trabajo para poder seguir a su maestro hacia el mismo mundo que él había partido.

Así fue como Gabriel llegó a este pueblo.

Gabriel está molesto por esta "prueba sorpresa" por la que Ariel lo está haciendo pasar, ¿acaso su maestro piensa que así podrá subirle la autoestima? Ser un mago por debajo de la media no es algo que se pueda corregir con tanta facilidad y no mejorará demasiado si cada vez que está en riesgo su vida, Ariel lo ayuda... ¡el mismo debería ser capaz de hacer todo por si mismo! El aprendiz se siente un fiasco.

—Sé que yo elegí este camino... ¡Pero estoy seguro de que hay montones de cosas a las que podría dedicarme! Serian mil veces más productivas...

Mientras dice esto, pisa el último de los interminables escalones que llevan hacia el altar al dios del pueblo. La magia de su maestro impide que la sacerdotisa se percate de donde se encuentra Gabriel, pero si este usase un hechizo un poco poderoso, sería como revelar su ubicación, por lo que, a la fuerza, tuvo que subir todos los escalones como si de una persona normal se tratase.

"Lo más seguro es que la sacerdotisa ya sepa hacia donde me dirijo, pero un buen mago no se arriesgaría. O eso creo..."

Su mal humor se acrecienta junto a su cansancio, pero ni siquiera así piensa detenerse. Frente a él se encuentra el gran templo de estilo japones que esperaba ver. Gabriel no tarda en quedarse maravillado, no tanto por la visión del edificio —que sin duda es un deleite para él—, sino por la magnificencia del aura que se siente en los alrededores.

El aura de un dios desprende pureza, bondad y una increíble decisión para castigar si esto es necesario, es una de las cosas más increíbles que existen para un mago y es la primera vez que puede sentirla. Pero, además, también está la pesadez que acapara a todo el pueblo, puede sentirla con claridad, como si tuviera encima el doble de su peso. Por culpa de esto, el suplicio al subir las escaleras fue aún peor.

Gabriel es sin dudas muy inferior a un dios, no está seguro ni de que Ariel pudiese hacer algo al respecto para solucionar la situación de este pueblo. Las piernas de Gabriel se quedan paralizadas. No, aún peor, es como si quisieran empezar a retroceder.

—Si tan solo no hubiese venido a este odioso pueblo... soy un estúpido... —acercarse a un dios es temible. Es la primera vez que pasa tanto miedo en una prueba.

El Dios Rechazado (Finalizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora