Capítulo 5: Creyentes

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Tras dos días en los que la salud de la abuela Ume no parece mejorar ni empeorar, Sachi decide dirigirse hacia el mercado del pueblo, a pesar de que aún tienen comida más que suficiente. Ella quiere preguntarle, quitarse de encima la duda que ni siquiera la ha dejado dormir, duda de la que aquel joven es responsable.

Decide un horario en el que pocas personas vallan a comprar y tras llegar, se encuentra con que el lugar está casi por completo vacío, tal como esperaba. Luego de que la única persona se marcha, alentada por la presencia de la "adoradora del demonio", Sachi se acerca al puesto de Jun; una pequeña casa de madera, en la parte delantera se pueden varios barriles con verduras y frutas; el contenido de estos es aún menor que la última vez, están casi vacíos.

Sachi no ve a nadie a través de la puerta. Piensa que quizás Jun este descansando y sin más, arrepentida y criticándose a sí misma por hacer una estupidez como esta, se da la vuelta para irse.

El corazón de la niña pega un salto por segunda vez cuando a sus espaldas no encuentra a quien venía a buscar, sino a una chica de la misma edad que Jun. Sachi No puede evitar pegar un salto hacia atrás.

—¡Lo siento! Terminé por asustarla, sacerdotisa... —y tras ello, con gran arrepentimiento, la mujer agacha su cabeza en señal de disculpa.

Sachi la mira con tanto asombro como desconfianza. No puede evitar pensar que ella solo se está burlando, aunque en un pasado nunca la vio hacer algo como eso. La observa de arriba hacia abajo, a pesar de todo no parece tener malas intenciones.

La conoce muy bien, esta chica se llama Midori. Su corto cabello negro es más lacio que el de cualquiera y es muy buena, alegre y empática con todo el mundo, sobre todo con los niños. Alguien muy servicial que todos quieren tener por hermana mayor.

Al verla, es como si Sachi viese un reflejo de sí misma. Recuerda una charla que Midori tuvo con su madre hace tiempo, sobre como ella mantenía su sonrisa frente a todo el mundo, pero que el estrés no hacía más que consumirla y a veces, cuando estaba sola, estallaba en lágrimas.

Cuando por fin espabila, Sachi se da cuenta de algo muy extraño; por alguna razón se olvidó de sonreír, por lo que se esfuerza por mostrar dicha falsa expresión. ¿Por qué no lo hizo antes?

—Sacerdotisa, ¿está aquí para llevar más? —pregunta alegre Midori.

—Estoy aquí para hablar con ustedes —responde Sachi, su alegría parece casi real, aunque no encaja muy bien con sus palabras.

—Ya veo, llamaré a Jun de inmediato —vuelve a sonreír, no es sorpresa para ella que la sacerdotisa quiera explicaciones.

Midori se adentra rápidamente hacia el interior de la casa y no tarda en regresar con Jun a su lado.

—Te diré por qué te he ayudado, Tanaka—san —comienza Jun con seriedad—, Aunque te sea difícil de creerlo, no todos en el pueblo te odiamos.

—Existimos nosotros —prosigue Midori—, un pequeño grupo que aún adoramos a la familia Tanaka y cree en sus milagros, ¡no podría ser de otra forma, después de todo la sacerdotisa nuestra esperanza! —se inclina como en señal de disculpa—. Si tan solo todos creyeran en usted tal como antes...

—Es por eso que te ayudaremos sin dudarlo, los Tanaka se merecen todo nuestro respeto y fidelidad.

Jun apoya una rodilla en el suelo frente a la niña y esta, aún con una expresión alegre, no duda en retroceder.

—Quizás todo esto sea un castigo y nos lo merecemos, pero aun así confiaremos en ti.

—No lo hacemos para salvarnos, sino para pagar nuestras deudas —Midori aprieta los puños, aunque no deja caer sus ánimos.

El Dios Rechazado (Finalizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora