+1

1.9K 319 66
                                    

JiMin odiaba el verano.

Odiaba el calor, sin duda alguna, pero lo que más odiaba era tener que trabajar mientras que todo el mundo estaba de vacaciones. Odiaba a los clientes que se volvían especialmente irritables e insoportables por culpa de la alta temperatura de Seúl. Odiaba a sus amigos subiendo fotos a Instagram jugando en la piscina o disfrutando de la playa. Odiaba no haber podido irse a Busan. Odiaba estar atrapado en su turno de ocho de la mañana a ocho de la noche porque no había nadie para hacer las suplencias.

Pero ese año, sin duda, lo que más odiaba, era estar solo en casa, porque TaeHyung se había ido a Daegu y NamJoon estaba en Ilsan, cada uno con sus respectivas familias, mientras que JiMin se quedaba en Seúl, muriéndose de asco, con todos sus amigos fuera de la ciudad y trabajando como un esclavo.


Había sido un día terriblemente caluroso y húmedo, los clientes estaban de malas pulgas y lo habían pagado con JiMin, que era el único a cargo de la tienda durante esos días, por no ser lo suficientemente rápido en atenderlos o ser incapaz de prestarles atención a todos cuando la tienda estaba llena y sólo había un empleado.

El buzón de quejas estaba lleno aquella semana, porque la situación se venía repitiendo durante varios días, y su jefa le había echado la culpa a JiMin por no hacer bien su trabajo, cuando era obvio que la culpa no era de JiMin, si no de la mala gestión de su jefa al hacer los turnos de forma irresponsable cuando estaban faltos de personal.

JiMin estaba de un humor de perros cuando regresó a casa. Estaba física y mentalmente agotado, su estómago gruñía de hambre, pero no había nada en la casa para cenar, su frigorífico vacío porque no había tenido tiempo de hacer la compra, y YeonTan esperando para dar su paseo nocturno, ya que TaeHyung lo había dejado a su cargo.

Todo era horrible y asqueroso y lo único que JiMin deseaba en aquellos momentos era plantar la cara en su almohada y no despertar hasta que el verano acabase.


Estaba tan cansado que cuando abrió la puerta de su apartamento, ni si quiera se percató de que YeonTan no había acudido a tirarle la bronca de ladridos que solía hacer cuando se quedaba solo en la casa, ni se dio cuenta de la enorme maleta que había en el salón cuando pasó por su lado arrastrando los pies, ni de las bolsas a su alrededor, ni de la caja de cartón con un osito dibujado.

JiMin no fue consciente de que había una presencia extraña en la casa hasta que abrió la puerta de su habitación y se encontró a NamJoon en su cama, en ropa interior, vestido únicamente con una camisa que definitivamente pertenecía a JiMin, acariciando a YeonTan que dormía plácidamente en su regazo, mientras él leía un libro, esperando a JiMin.


— Joonie, mi nene — lloriqueó JiMin, lanzándose sobre la cama, quitando a YeonTan y dejándolo en el suelo para ocupar su lugar en los brazos de NamJoon, ignorando los ladridos de queja y centrándose en el cariño con el que NamJoon lo rodeó de inmediato — Mi amor... Te he echado tanto de menos...

— Sólo he estado fuera dos semanas — rió NamJoon, besando el pelo de JiMin, abrazándolo con fuerza y acunándolo como si fuese un niño grande.

— Dos semanas que se me han hecho una eternidad — se lamentó JiMin, sintiendo cómo todo su cuerpo se relajaba, cansado y dolorido como se encontraba, al sentirse arropado por el calor de NamJoon.

— ¿Has tenido un mal día? — susurró NamJoon, llenándolo de mimos sin necesidad de que JiMin tuviera que pedírselo.

— Horrible, pero tu acababas de salvarlo — JiMin suspiró, aliviado, sintiendo cómo su espíritu sanaba y sus energías se recargaban con cada segundo que permanecía junto a NamJoon.

Kisses and Makeup | MinJoon |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora