¿Fue el?

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In yaakumech


Colombia 1984

Silencio, muchos días donde todo lo que había en esta casa era silencio. Este lugar ha estado cerrado los últimos quince días desde la muerte de mi abuela, la cosa es que ya no soportaba más ese silencio.

Abriríamos en un par de días y yo no podía esperar a tener personas y caras nuevas en este lugar, durante los últimos días solo estábamos mi padre y yo. En algunas ocasiones Victoria y su madre venían, pero lo cierto es que mi papá prefería estar solo.

Mi habitación también se encontraba en silencio, me estaba desesperando. Había intentado leer nuevos diarios, pero no me sentía nada bien. Me duele en lo profundo del corazón saber que mi abuela ya no está conmigo, sin embargo, esta forma de duelo me afecta mas de lo que me ayuda.

Decidí tomar mi walkman y reemplazar las baterías antes de colocar un caset que había logrado grabar el equipo de sonido de mi padre así que era una mezcla de las mejores canciones de la radio, duré casi un mes en tener esa cinta completa, tomé el último de los diarios de María José y decidida a hacer algo mas con mi vida salí de mi habitación en camino a probar mi suerte o mínimo a nadar un poco en el lago.

Recorrí todo el camino con una mezcla de bandas voces y bandas pensando en que no ha venido a verme, no la he visto desde el día que murió mi abuela, esperaba que ella fuera al lago pues tengo aun mil preguntas que hacerle y de alguna manera preocuparme por algo que pasó hace mil años era mas producente que concentrarme en lo que a mí al rededor ocurría.

El camino hasta el lago se sentía diferente, me sentía por primera vez en mucho tiempo sola hasta que llegué a ese viejo lago que nuevamente no se parecía al que yo había visto cuando estuve aquí con mis amigos, nuevamente era otro lugar, sin bancas, sin botes de basura, se veía natural nuevamente y por alguna razón ya no me asustaba si no que me gustaba más.

Y justo a la orilla de ese lugar la vi, senada con ese libro suyo en las manos y su mirada en el horizonte.

—hola —dije al llegar hasta ella, no respondió solo me hizo sentarme a su lado. Pensé que diría algo como su estúpido "llegas tarde Daniela", pero no lo hizo, no hizo ningún movimiento o sonido durante varios minutos hasta que fui yo la que volvió a hablar— tenía la esperanza de que estuvieras aquí

—siempre estoy por aquí —respondió cansinamente

—no viniste a su funeral, no viniste en los últimos días tampoco —repliqué sin saber porque queriendo reclamar su ausencia, que a pesar de lo que yo pudiera creer de ella me lastimaba.

—no me gustan los funerales —respondió — y además siempre estoy por aquí.

—te estuve esperando —susurré bajando mi mirada.

—y yo a ti Daniela —había algo raro en su voz, tenía su melancolía característica solo que ahora sonaba distante— Helena... creí que ella podía ser mi ancla, creí que podría traerte de vuelta.

—¿traerme? —pregunté confundida.

—olvídalo, tienes que irte —sentencio poniéndose de pie rápidamente— ya no puedes volver

—¿Qué? —

—vete —dijo prácticamente gritando.

Intenté replicar, pero simplemente me quedé congelada el tono de su voz me heló la sangre y no tuve más remedio que alejarme de ella. Mi mente parecía haber quedado en blanco durante el trayecto del lago a la entrada de mi casa. Hasta que estuve ahí se me lleno la mente de objeciones como que ella no era la dueña del lugar y no tenía derecho a correrme sin embargo lo había hecho y más allá de estar enojada me sentía triste.

Mil TormentasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora