Su hermana

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Dime que no te vas. 

Colombia 1984

Quede completamente desconcertada con la firma en ambos cuadros, o esto era una terrible broma de la vecina o yo me parecía mucho a la abuela y en ese caso la vecina me hizo cree que ella me había pintado. Cualquiera de las opciones la hacia ver como una idiota, aunque extrañamente no estaba para nada enojada simplemente no podía estar enojada con ella pues aparentemente mi corazón sabía algo que yo no.

Estuve a punto de ir corriendo a buscarla exigiendo que me explicara algo, pero en ese momento alguien tocó la puerta de mi habitación. Corrí a abrir pensando en que tal vez era ella.

—hola —saludé a Ana al abrir mi puerta y encontrarme con su sonrisa.

—hola, ¿puedo pasar? —preguntó

—eeh, si claro —dije haciéndome a un lado para dejarla pasar.

—tienes una linda habitación —dijo observando mi lugar y las pinturas colgadas en el— ¿pintas?

—no, ya estaban en la casa cuando llegué —expliqué preguntándome que es lo que hacia esa mujer en mi habitación.

—son muy buenos —dijo viendo el retrato de mi cara que descansaba sin marco sobre mi cama— ¿Quién pintó este?

—alguien que conozco —expliqué poniéndome un tanto incomoda —¿querías decirme algo?

—ah si —recordó de pronto— solo me distraje, mañana Mariana y yo regresamos a la ciudad, pero te conseguí una cita con la persona que te puede ayudar a regularizarte y obtener tus créditos, si quieres te podemos acompañar.

—¿de verdad? —pregunté emocionada abrazando de pronto a Ana por el favor —muchas gracias es increíble.

—si podemos ayudarte lo haremos —dijo estirando su mano para ver la firma del cuadro en mi cama —María José, ¿tu amiga?

—no exactamente —dije siendo como mis mejillas se ponían rojas

—conozco esa reacción —dijo de pronto Ana sonriendo —¿Quién es? Cuéntame

—nadie —me apresure a decir—o sea, no se quien lo pinto en realidad.

—tendrás que explicarme —dijo sentándose en el borde de mi cama.

—¿Cómo es para ustedes? —pregunté de la nada.

Yo jamás había tenido un referente que expresara lo que estaba segura yo sentía por las mujeres, todo lo que me rodeaba decía que era algo negativo, hasta ahora donde en uno viejos diarios me di cuenta de que hace ciento cincuenta años también existía la homosexualidad y como leí en las letras de María José, ella también se había enamora de una mujer. Yo estaba enamorada de una cuyo nombre no sabía y frente a mi tenía a otra mujer que sostenía una relación aparentemente normal con otra, necesitaba respuestas.

—¿llevar qué? ¿nuestra relación? —preguntó Ana de manera comprensiva— como cualquier otra relación.

—es decir, ustedes se ven felices ¿Cómo lo hacen? —

—Daniela, se a lo que te refieres estuve en tu misma posición mucho tiempo —explicó señalando un lugar en mi cama a su lado invitándome a sentarme— negué muchas veces que me atraían las mujeres, lloré muchas veces por eso, traté de salir con muchos hombres, pero había algo que no encajaba hasta que esa mujer loca que me espera en el cuarto de abajo me mostró que no hay nada malo en ser uno mismo.

—¿y las miradas? La gente las juzga todo el tiempo como Santiago en el lago, la gente las rechaza —

—Pero somos felices, toda esa gente no me va a impedir ser feliz siendo yo, esa gente necesita aprender que lo que somos. Es igual de natural que ser heterosexual lo que pasa es que el ser humano le teme a lo que es diferente —

Mil TormentasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora