I. El estanque de las criaturas.

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Todos los caballeros se retiraron del salón haciendo una pequeña reverencia al rey. Ser Bedivere, caballero nacido y criado hasta los doce años en las colonias de Liptestaine, al otro lado del río Avon, como su piel lo indica; pasó junto al asiento del rey y puso una mano de apoyo en su hombro. Cuando finalmente los dos hermanos quedaron a solas, Uther se levantó de su asiento en la cabecera de la mesa y Vortigern inmediatamente lo siguió para abrazarlo con fuerza.

Aunque ambos estuviesen abrazando a su hermano, la persona, que se supone, es en la que más podían confiar, ninguno de los dos se sentía bien. Uther podía sentir frialdad y una muestra de "confianza" sobreactuada, como si su hermano quisiera esforzarse tanto en "demostrar" que lo amaba, o en "fingir" que lo amaba, que era eso mismo lo que lo delataba, la ventana que se abría y daba vista a su engaño muy bien elaborado. Vortigern, por otro lado, no sentía nada, como si su hermano fuera totalmente neutral ante sus sentimientos, como si le estuviera diciendo que si decidía amarlo u odiarlo a él le daba igual.

Vortigern, entonces, apretó un poco más el abrazo mirando hacia la nada, esperando alguna reacción por parte de Uther, al cual, por cierto, nunca había llamado "hermano"; pero este se mantuvo firme en cuanto a su sentir, o 'no' sentir, tan sólo limitándose a corresponderle el abrazo, uno tan falso como un matrimonio arreglado entre dos personas que se odian o simplemente no se toleran. Finalmente ambos rompieron el contacto y Vortigern le dedicó una última mirada a su hermano antes de apartarse completamente, justo antes de que la puerta se abriera revelando a las parejas de ambos.

– ¿Llegamos a tiempo para evitar que se maten? –preguntó Igraine de buen humor al entrar en el salón y tomar a su pequeño hijo rubio entre sus brazos.

– Solo necesito que me salven de ti –le respondió Uther con el mismo humor.

– Vine por el niño, no por ti –respondió su reina con una sonrisa burlona.

– Hablando de él, ¿Cómo estuvo durante el ataque? –preguntó Uther poniendo una mano en la cabecita rubia del pequeño.

– Muy bien, no lloró ni una vez cuando partiste –respondió la reina mirando a su hijo con orgullo en sus ojos.

– Eso quiere decir que es más valiente que su padre a su edad –dijo Uther con una sonrisa que albergaba el mismo sentimiento que los ojos de su esposa y rió un poco cuando su pequeño alargó un bracito para tratar de tomar su mejilla, a lo que Uther tomó su manito y la apretó ligeramente.

Vortigern besó la mejilla de su esposa, quién ahora estaba recién parida de una hija, una niña de nombre "Catia", en honor a la difunta madre del rey y su hermano, a la cual Vortigern amó con todo el corazón hasta el día de su muerte, cuando él solo era un joven ingenuo enviado por su propio padre con los magos a practicar la magia. En ese momento, nadie pudo haber sabido que el príncipe se corrompería de tal manera, pues pensó que su mismísimo padre lo estaba echando de su hogar y exiliando de su familia a tan sólo unos días del fallecimiento de su madre.

– Mírala –le dijo Elsa a Vortigern refiriéndose a la bebé en sus brazos, una niña que de joven heredaría toda la belleza y amabilidad de su madre.

– Más hermosa cada día –opinó el padre de la recién nacida sosteniendo su pequeña cabeza con una mano.

– Y no vengo sola –dijo la princesa empujando a la pequeña tras de sí hacia la luz, la cual tenía mirada neutra y algo tímida siempre que estaba en presencia de personas a las que no conocía, una de ellas era su padrastro.

– Ginebra –dijo el príncipe doblando una rodilla en el suelo para ponerse a la altura de la pequeña y darle una sonrisa tierna.

– Hola, su alteza –respondió la pequeña princesa con rostro apagado.

Reyes de Camelot || Arturo Pendragon (Rehaciendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora