3- Callejón Diagon

587 57 5
                                    




Casi tres meses habían pasado cuando Albus Dumbledore volvió a encontrarse frente la puerta del orfanato donde había conocido a dos alumnos de Hogwarts. El sentimiento que tenía con respecto a este había cambiado totalmente después de conocer al pequeño Nicholas Riggs, el cual le había causado una grata impresión.

Al caminar hacia la puerta de entrada del pequeño orfanato, no pudo evitar fijarse en la vestimenta de los muggles que lo rodeaban. La mayoría llevaba la ropa más liviana que habían encontrado en su guardarropa. Él, por su parte, llevaba una de sus largas y coloridas túnicas. Aunque muchas veces había sido interceptado por otros magos, incluso representantes del Ministerio, que le habían dicho que, al salir al mundo muggle, debía vestirse como ellos, Dumbledore siempre se había negado. La idea de esconder lo que era realmente nunca había estado en sus planes. Debido al hecho de nacer en una familia de magos, desde el principio de sus días había utilizado las túnicas que representaban a los de su especie. Sin embargo, últimamente había notado, y sobretodo en los magos y brujas más jóvenes, que cada vez eran más capaces de elegir un atuendo muggle sin hacer el ridículo, como le pasaba a la mayoría de sus amigos de su edad cuando intentaban imitar la complicada vestimenta presente en el mundo no mágico.

Llegó a la entrada del orfanato y, una vez más, subió las escaleras que lo separaban de la puerta y la golpeó con sus nudillos. La puerta se abrió enseguida y por ella apareció Nicholas Riggs, vestido con unos vaqueros y una camiseta, un atuendo completamente muggle.

-Veo que estás listo-dijo el profesor con una sonrisa.

Nicholas se encogió de hombros, se despidió de la señora Cole con un grito, y salió a la calurosa calle Londinense acompañado del director de su nuevo colegio.

-¿cómo has estado Nicholas?-preguntó el profesor-¿nervioso?

-¡Demasiado! No puedo creer que solo falte una semana para que vaya a Hogwarts.-contestó el chico con una sonrisa de oreja a oreja.-¿qué autobús tomamos?

Dumbledore negó con la cabeza-caminaremos, no queda lejos de aquí.

Nicholas asintió y miro adelante con emoción, no podía esperar a llegar al callejón Diagon.

-¿Profesor?

-¿si, Nicholas?

-¿Podría contarme más de Hogwarts?

Dumbledore rió, ese chico le agradaba cada vez más.

-Bueno... es un gran castillo, que tiene grandes terrenos al rededor. Está rodeado por un gran bosque, con una gran cantidad de criaturas, por lo cual es grandiosamente peligroso y esta totalmente prohibido entrar. Además cuenta con un gran lago, que dentro tiene un gran calamar gigante.

Nicholas miró a su director riendo, al parecer no era el único al que le gustaba hacer reír a la gente.

-¿profesor?-volvió a preguntar.

-¿Si?

-No entiendo de dónde obtuve mi magia. Mi madre no es una bruja, o eso creo...-Nicholas miró el suelo confundido-nunca le ha gustado que haga cosas raras.

Dumbledore reprimió un bufido, al tiempo que miraba a Nicholas con aprensión.

-Tal vez no me conste a mi decir esto Nicholas, pero creo que deberías saberlo de todas maneras.

El chico asintió.

-Tu madre-continuó el director-tiene magia al igual que tú.

Había estado a punto de agregar la información sobre su padre, pero tal vez fuera un tema demasiado personal para que un profesor al que solo había visto dos veces en su vida se lo planteara. Por lo que tenía entendido, Nicholas no sabía de la existencia de su padre.

Nicholas Riggs y la Voz Maldita/ Premios Watty 2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora