2- Orfanato de Wool

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Las calles del centro de Londres, siempre abarrotadas, presentaban un aspecto casi pintoresco con la gente moviéndose de un lado a otro con rapidez, y el cielo azul, con pocas pero grandes nubes de color perla. Las ciudades abarrotadas siempre le habían parecido fascinantes. Estando en Hogwarts la mayor parte del año, estaba acostumbrado a estar entre cuatro paredes, viendo siempre a los mismos chicos y los mismos profesores.

Dumbledore sonrió al recordar cómo era Londres la primera vez que lo había visitado. Tenía solo 11 años, y había ido con su madre y sus hermanos a comprar sus cosas para entrar a Hogwarts. En ese entonces, Londres ofrecía un aspecto de mayor desorden y suciedad que la ciudad que Albus observaba ahora, la cual, aunque abarrotada, presentaba cierto orden. Recordó como las carretas transportadas por caballos llevaban a la gente de un lado a otro de la ciudad, recordó también la cantidad de niños con ropas andrajosas sentados en las calles, pidiendo limosna.

De pronto le llegó a la mente el recuerdo de como Aberforth, su hermano menor, había abrazado a Ariana, su pequeña hermana, cuando esta se había asustado con el relinchar de un caballo. En ese entonces, Albus no tenía un gran interés en sus hermanos, menos en la menor, que provocaba tanto problema a su madre, pero ahora que recordaba la situación, se preguntaba, con cierto aire de culpabilidad, por qué no había sido él quién la había abrazado. Y sabía la respuesta. Estaba demasiado ocupado pensando en lo que sería entrar a Hogwarts, un lugar donde podría aprender toda la magia que siempre había querido, y no solo eso, sino que también podría demostrar el talento que ya a esa temprana edad sabía que poseía.

Suspiró. Ahora que lo pensaba, su actuación en esa situación no tenía nada que reprocharle al comportamiento de Zachary James esa misma mañana.

Cuando, después de caminar por unos diez minutos, se encontró delante de la puerta que tan bien conocía, un escalofrío recorrió su anciano cuerpo. Recordaba cuando, años antes, había llegado a esa misma entrada, luciendo bastante más joven, y le había ofrecido una plaza en Hogwarts, el cual en ese entonces él todavía no dirigía, al mago tenebroso más grande de toda la historia, Lord Voldemort, en ese tiempo conocido como Tom Riddle.

Después de cierta vacilación, subió las cortas escaleras que lo separaban de la puerta, y la golpeó con los nudillos. En unos segundos, la puerta se abrió, dando paso a una anciana mujer (no tan anciana como el), que le sonrió denotando reconocimiento en sus ojos.

-Profesor Dumbledore-dijo la señora sonriendo-lo reconocería en cualquier parte.

-Señora Cole, es un gusto verla de nuevo.-saludó este con una amplia sonrisa.

La señora Cole lo dejó pasar al viejo vestíbulo que el ya conocía, el cual no había cambiado en nada en todos esos años.

-¿Cómo ha estado?-preguntó la señora Cole mirándolo con interés.

-Bastante bien, muchas gracias-respondió el director con una leve inclinación de cabeza-no tan bien como usted por lo que veo.

La directora del orfanato se ruborizó al tiempo que lo guiaba hacia su pequeño despacho, coronado por el mismo escritorio de madera que Dumbledore había visto hacía ya tanto tiempo.

El anciano director tomó asiento frente al escritorio de la Señora Cole, quien no demoró en imitarlo.

-Y cuénteme, profesor Dumbledore, ¿Cómo ha ido su colegio? ¿Sigue enseñando ahí?

Dumbledore asintió con una sonrisa- Sigue igual que como siempre lo he recordado, con la diferencia de que ahora yo soy el director.

La señora Cole sonrió encantada- Todos nos merecemos un aumento, ¿no?

Nicholas Riggs y la Voz Maldita/ Premios Watty 2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora