17- El consejo escolar

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Tres meses, en los que Nicholas intentó advertir a sus compañeros del peligro que rondaba Hogwarts y de como lograr conciliar el sueño, en los que Gryffindor tuvo que ver como Ravenclaw iba en camino a ganar la copa de Quidditch y en los que los alumnos de primer año fueron bombardeados con trabajos y tareas porque se acercaban los exámenes finales, pasaron,  y Nicholas Riggs no se podía sentir más agotado.

Junto a sus amigos había estado practicando hechizos de defensa avanzados, que hasta ahora solo Nicholas y a veces Riley habían logrado, lo cual había sido muy frustrante para Adrian, con el propósito de que, cuando llegara el minuto, fueran capaces de defenderse. Todas las noches, después de que todos se fueran a dormir, Nicholas, Riley y Adrian tomaban la capa de invisibilidad que le había llegado al primero para Navidad, e iban a un aula vacía, donde practicaban hechizos como Confundus, un hechizo que hacía que el contrincante quedara confundido por un largo período de tiempo, Expelliarmus, el hechizo que se usaba para desarmar al oponente, y muchos más, que eran de un nivel bastante más alto del que ellos cursaban. Todas las noches, practicaban hasta las 5:00am, hora en la que el maleficio dejaba de funcionar, y volvían agotados a sus camas, pudiendo solo dormir 5 horas. Aunque al otro día estaban orgullosos de sus avances (Adrian no tanto), el cansancio que estaban sintiendo comenzaba a sobrepasarlos.

En ese minuto, los 3 niños se encontraban en el aula vacía de transformaciones, donde se encontraban practicando el hechizo Fluctus, un hechizo con el propósito de empujar al oponente mediante una onda de energía.

Nicholas, quien se encontraba muy cansado y no había sido capaz de lograr el hechizo ni una sola vez, estaba sentado en la mesa que normalmente utilizaba McGonagall y miraba a sus amigos con los ojos entrecerrados. No era capaz de mantenerlos abiertos.

-¡Vamos Nick!-exclamó Riley, que a diferencia del chico, se encontraba muy animada. Había logrado el hechizo hacía horas, y desde ese momento, no había dejado de lanzarle ondas expansivas a Adrian, que parecía realmente exhausto. Miró a Nicholas implorándole ayuda.-¿No vas a seguir?

Nicholas negó-me niego, simplemente no me sale.

-Por favor, Riley-susurró Adrian-eres la única que no está agotada.

-¿Crees que no estoy agotada?-preguntó Riley molesta, volviendo su vista a Adrian-estoy tan agotada como están ustedes, o tal vez incluso más, si puedo decirlo. Pero a diferencia de ustedes dos, entiendo que lo que se nos viene es muy importante. Vamos a tener que enfrentarnos a magos muy poderosos, chicos. Y ahora que sabemos que el Innombrable está metido en el asunto, debemos prepararnos aún más.

-¿Aún más?-preguntó Adrian, también molesto-¿Qué más quieres que nos preparemos? ¡Míranos Riley! ¡Estamos agotados!

Nicholas se pasó la mano por la cara con desesperación. Odiaba cuando sus amigos peleaban.

-¡Todos lo estamos! ¡Pero es mejor que estemos agotados por un tiempo a que muertos por toda la vida!

Nicholas se levantó, tomó su varita, apuntó a sus amigos y exclamó:

-Fluctus!

Ambos chicos cayeron al suelo después de recibir la onda expansiva y miraron a Nicholas disgustados.

-Lo siento-se disculpó el chico, guardándose la varita en la túnica-pero ya me tienen harto sus peleas.

Adrian miró a Nicholas en silencio, y, de la nada, comenzó a reír. Riley, en un segundo, siguió a Adrian en su felicidad, y, antes de que se dieran cuenta, los 3 chicos reían a carcajadas. Tal vez como una manera de liberarse, tal vez como una manera de soportar la presión, o tal vez simplemente porque sentían que debían reír. No lo sabían, pero de todas maneras, la risa, esa noche, llenó la habitación.

Nicholas Riggs y la Voz Maldita/ Premios Watty 2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora