9

61 6 1
                                    

Una felicidad inexplicable invadió el cuerpo de Louis, quien veía con una mueca sorprendida la vieja casa delante de él. Una vieja casa con apariencia desgastada y un poco tenebrosa.
Los gritos provenían de una señora hincada en el piso, Louis se preguntaba qué era lo que pasaba con ella o porque había gritado de manera tan desesperada. Sus dudas fueron contestadas cuando un par de cuerpos vestidos con uniforme militar salieron de la interior de la casa.
-Paren ya, por favor...
La viejecita rogaba entre lágrimas, Louis sintió a Harry tensarse a su lado.
-No hay nadie aquí, vámonos.
Gritó uno de los hombres, haciendo que todos los demás lo siguieran, dejando a aquella mujer triada en el piso.
Harry volteó a ver a Louis, rogándole por permiso para ir a ayudar a la mujer, diciéndole con la mirada lo mucho que le dolía ver esa situación delante de sus ojos.
-Espera un momento, Harry...
Louis susurró, apretando la mano del mayor, mientras que con mucha cautela revisaba que los cuerpos estuvieran los suficientemente lejos como para ir a ayudar.
-Vamos, vamos Harry.
Louis hablo, siendo consciente de cómo Harry soltaba su mano y corría a toda velocidad hasta donde estaba la mujer.
-¿Se encuentra bien?.
Harry tocó su hombro, hablándole dulcemente.
-No me hagas más daño por favor.
Louis volteó a ver a Harry.
-Nadie le va a hacer más daño, nosotros no queremos lastimar a nadie.
La mujer volteó aún con lágrimas en los ojos.
-¿Quienes son ustedes?.
Harry le sonrió de manera amable, ayudándola a que se parara con cuidado.
-Nos perdimos en el bosque.
Louis mintió, viendo a Harry con advertencia.
-Por dios, ustedes se ven enfermos.
Louis sonrió.
-Mi amigo está un poco lastimado...
Louis volvió a comentar.
-Lo puedo notar, pero ¿Como es que se llaman?.
Harry fue el primero en hablar.
-Harry Jones y él es mi compañero Louis Duck.
Louis casi se ríe de los patéticos apellidos que Harry les había inventado.
-¿llevan mucho tiempo ahí adentro?.
Louis volteó a ver a Harry y decidió que era mejor que él contestara esa pregunta.
-Si, algunos meses, tal vez dos.
Mintió, claro que mintió, pero no importaba.
-¿Le hicieron daño, señora?.
Harry le sonreía de una manera hermosa a la señora, parpadeando y tocando su brazo con cuidado, demostrándole que no tenía porque temerles, que ellos no eran malos.
-Estoy bien, solo fue un pequeño raspón, vinieron a revisar mi casa, pero yo no tengo nada, mi esposo murió hace años y mis hijos no han regresado del ejército.
Louis frunció el ceño al ver la triste expresión en el rostro de Harry.
-Eso es verdaderamente triste señora, en verdad lo lamento mucho, ¿Puedo darle un abrazo?.
La señora sonrió y abrió los brazos para recibir el delgado cuerpo del rizado.
-¿Tienen donde quedarse?.
Louis negó.
-No, en realidad nosotros no tenemos donde quedarnos.
La señora se alejó del cuerpo del rizado.
-Pueden quedarse aquí, si eso desean, hay comida y cobijas para el frío, por cierto, pueden llamarme por mi nombre, que es Ángela.
Harry sonrió con ternura y asintió.
-Eso sería asombroso Ángela, se lo agradecemos mucho, podemos ayudarla con las tareas difíciles del hogar, para que usted no tenga que esforzarse de más.
Louis solo sentía que su corazón se hinchaba de felicidad cada y que Harry y aquella señora compartían palabras.
-Por favor pasen, en un momento pondré agua a calentar para que se den un baño, en verdad lo necesitan.
Ambos jóvenes rieron y asintieron, siguiendo a la señora lentamente al interior de la casa, compartiendo miradas cómplices en todo el momento, pues una charla muy importante quedaba pendiente entre ellos.

-Joven Louis, encontré esta ropa un poco vieja de uno de mis hijos que te puede quedar.
La viejecita sonrió dándole unas ropas prolijamente dobladas.
-Gracias, Ángela, es usted muy amable.
Louis sonrió, tomando la ropa entre sus manos, agradecido con el destino por ello.
-Joven Harry, desgraciadamente no tengo ropa de mis hijos que te pueda quedar, todos son grandes y corpulentos, tú apenas eres un jovencito delgado que no puede usar eso.
Las mejillas del rizado se tiñeron en rojo cuando Louis volteó a verlo con burla.
-Lo único que puedo ofrecerte es un camisón de mi hija, hace años que no está aquí, ella se fue a vivir con su esposo a la ciudad, tengo muy pocas cosas de ella, mañana temprano voy a salir al mercado a tratar de encontrar ropa decente para ti.
Louis en verdad trató de contener una enorme carcajada cuando vio las huesudas manos del rizado estirase hasta tomar el camisón de un color amarillo pastel, con encajes y lazos.
-Gracias Ángela, en verdad aprecio que usted haga tal cosa por mi, solo... que el secreto se quede entre nosotros.
La viejecita sonrió mientras tomaba la mejilla de Harry entre sus dedos.
-Claro que será un secreto, no dire nada nadie.
Louis le sonrió a Harry, esta vez sin diversión en su expresión, solo una pura sonrisa cargada de alivio al saber que la señora en verdad no sospechaba que ellos eran unos fugitivos.

-El agua está lista, ¿Cual de los dos irá a bañarse primero?.
Louis estaba a punto de cederle eso a Harry, pero el rizado habló apresuradamente.
-Louis puede bañarse primero, yo de mientras puedo ayudarle a preparar la cena, ¿Le parece bien?.
Ángela no se cansaba de sonreír cuando de Harry se trataba.
-Me parece perfecto.
A Louis no le quedó de otra más que aceptar la propuesta del rizado e irse a bañar, no sin antes dirigirle una mirada al mayor, tratando de que entendiera que no bajara la guardia en ningún momento, los ojos verdes de Harry al parecer captaron el mensaje, para después sonreír y dirigirse a la cocina junto con Ángela.

El jabón se sentía demasiado bien en su cuerpo, el agua purificaba su mente y alma, pues quemaba hasta la más mínima impureza que él portara. Sus manos estaban callosas y raspaban contra su sensible piel, algunos moretones y unas cuantos más sarpullidos eran los que adornan su torso, pero estaba bien, aunque el tacto que él mismo se brindaba no se comparaba en nada al de Harry, al de Harry que siempre era delicado y amable, que entre sus dedos tomaba sus manos para guiarlo torpemente al camino correcto, siempre tan cálido y sensible, se había acostumbrado a él.
La mano bronceada del castaño se abrió y cerró ante sus ojos, sintiendo un inexplicable vacío en ella, pues en los últimos meses lo único que había estado sosteniendo era la delicada mano del príncipe más amable que ha conocido, en realidad es el único príncipe que a conocido, pero está seguro que Harry es el más amable de todos.
Tomó las cosas que la viejecita le había dado y las colocó en su cuerpo, viendo su reflejo en el espejo empañado, para después tratar de acomodar su cabello de una manera decente, se sentía bien.

-Creo que es tu turno joven Harry.
La viejecita mencionó con una sonrisa en los labios mientras veía a Louis dirigirse a ellos con tranquilidad.
-Lo es, creo que lo es.
Harry sonrió, limpiando sus manos en su colorido mandil.
-¿Puedo ayudarle en algo, Ángela?.
Louis se ofreció.
-Todo está listo para la cena joven, pero gracias por ofrecerse de todas formas.
-No tardo nada.
Susurró Harry, caminando tímidamente hasta la puerta del baño.

Ya adentro suspiró, con su cuerpo totalmente expuesto y marcado, no de una mala manera, claramente, no era algo que le gustara mucho en realidad, pero su piel era sensible, muy sensible y justo ahora, lo único que adoraba su cuerpo eran moretones de todos los colores y formas posibles. Su cabello era un desastre, parecía una maraña de paja pegada a su cabeza.
Comenzó a tallar con suavidad toda su piel, dándose la libertad de bajar la guardia por primera vez desde que conoció a Louis, pues estaba seguro de que aquí era seguro, Louis lo hacía sentir seguro.
Después de que tallara dos veces sus desastrosos rizos, por fin logró pasar sus dedos en medio de ellos sin jalarse ni un poco, sonrió.
Acabo de enjuagar toda la espuma y salió a secarse con una vieja toalla que estaba tendida en un gancho.

Sus mejillas se coloraron a más no poder con su reflejo en el espejo, los cuellos del camisón eran de encaje, tenía vuelo y hacía que su cintura se viera más pequeña de lo que en realidad era, sus lastimadas rodillas eran cubiertas por la tela, ya que le llegaba un poco más abajo de estas.
Estaba seguro que nadie ahí afuera de reirá de él, siquiera Louis, estaba seguro que no sería la gran cosa, pero no podía evitar sentir como sus mejillas se calentaban al verse a sí mismo en esa forma. Porque le gustaba y lo sabía, le gustaba sentirse así de bonito, así de delicado.

-Miren quien luce mejor ahora.
Mencionó Ángela dejando los platos sobre la mesa, Louis aún le daba la espalda, al parecer estaba leyendo un periódico.
-Me siento como nuevo.
Una tímida sonrisa apareció en los labios del mayor, sus dedos jugaban entre sí, mientras esperaba que Louis volteara la mirada hacia el.
Y así fue, Louis posó su mirada en él y respiración se quedó atorada en su garganta, viendo de arriba abajo lo bien que lucia Harry en ese camisón.
-Si te ríes no hay cena.
Mencionó con gracia el chico de rizos.
-No me reiré porque te ves bien.
Louis trató de sonar normal, pero estando casi seguro que su voz había temblado desde el primer momento que abrió la boca.
-Gracias...
Harry susurró sentándose a su lado.
Ángela sirvió la comida caliente delante de ellos, comenzado una platica muy amena acerca de la vida de la señora, que resultó ser más trágica de lo que se esperaban, pero ella al parecer lo había superado todo por su bien, Harry creía que esa mujer era muy valiente.

Y después de unas cuantas horas y una cálida despedida, se llegó la hora de dormir, hora de la que Harry y Louis habían estado temiendo, porque si, tenían que hablar, hablar urgentemente.

L o s t   M a n | L S |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora