El asesino serial perdido

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Por orden de la abuela, Shinji había perdido contacto con su prima recién descubierta y no había vuelto a saber nada de ella. Según lo que le había dicho la abuela era mejor que Shinji se quedara en casa, y lo poco que supo de Penélope era que seguía en el pueblo. No obstante, con las atenciones que Shinji recibió de Kaworu hacían que dentro de muy poco, el muchacho hijo de Yui Ikari se olvidara por completo de su prima. Asimismo también de sus familiares pues poco había vuelto a saber de Rei y de sus otros amigos, lo único que a Shinji le apetecía era seguir a lado de Kaworu.

Por su parte, el joven peli-gris no perdía el tiempo tratando de ganarse la atención de Shinji, no perdía el tiempo tratando de re-conquistar aquel afecto del joven. Kaworu por su parte, deseaba algo más de Shinji, y era algo que también había logrado con Rono: El que Shinji le entregara su virginidad. De esa forma Kaworu lograría que ese lazo que Shinji estaba empezando a desarrollar hacia él se acentuara cada vez más, y de esa forma el muchacho Ikari no tendría ningún problema en dejarle la herencia de la abuela a él. Kaworu estaba seguro que para un joven como Shinji que se ilusionaba con facilidad entregarle aquel tesorito iba ser cosa sencilla. 

No obstante otro plan empezaba a maquinarse dentro de la malévola mente de Kaworu Nagisa, cada vez la abuela estaba más fuerte y no parecía querer morirse. El plan B de Nagisa era tener que matar a la abuela de Ikari si la situación lo meritaba después de todo a la edad de la vieja esa las enfermedades como la pulmonía era cosa frecuenta y una simple gripe que mataba ancianos era algo que los demás veían como algo cotidiano. Además si la muerte de la abuela ocurría antes de tiempo él joven Nagisa lograría prevalecer en el testamento. 

Ese día Kaworu como siempre se arregló con ropa de montar pues le iba a enseñar a Shinji cómo montar a caballo. Kaworu salió de las escaleras y observó a Kaji tomando algo de jugo de la cocina. Al momento de verlo, Kaji saludó a su compañero de habitación.

-Vaya. Qué elegante te ves. 

-Saldremos a montar. Explicó Kaworu. 

-No vayas a tirar al pobre chico del caballo. Dijo Kaji bastante serio. 

-Tranquilo. Si quisiera matar al joven Ikari lo haría de otra forma menos obvia. 

Kaji sabía que el humor de Kaworu era un tanto extraño pero con el tiempo compartiendo con él habitación,  Roji Kaji fue eventualmente acostumbrándose a él. Además a pesar de sus sueños de grandeza, Kaworu nunca caería tan bajo como para matar a alguien. 


El mayor y el menor se subieron a los caballos para dar un paseo por las montañas y el bosque, Shinji nunca antes había aprendido a montar pero Kaworu con mucha paciencia lo ayudó a subirse al caballo de color negro, y le dijo cómo debía ganarse el cariño y la confianza del animal. Dentro de muy poco tiempo, Shinji pudo domar al caballo, y los dos jóvenes iniciaron su recorrido. Era el tiempo del día en que ya era tarde pero todavía no oscurecía, el cielo tenía un tono rosado, y combinado con las montañas daban un paisaje hermoso y único. Pero Shinji casi no se fijaba en lo hermoso que era todo a su alrededor sino que estaba más empeñando en observar a Kaworu quien le daba caricias al animal, y a pesar de que llevaba con él un fuete, el peli-blanco nunca lo utilizó en el caballo. A Shinji le parecía curioso.

-Te molesta si te pregunto por qué nunca usas el fuete.

-No me gusta emplearlo. Dijo sonriendo le.-Siempre he sido partidario que a los animales se les puede educar sin necesidad de golpes. Solo hay que tenerles paciencia. A Tabris nunca lo golpearía por nada. 

-  ¿Tabris? inquirió Shinji. 

-Su nombre. Dijo Kaworu, pasando su mano sobre el caballo que era de color gris con manchas blancas. 

Shinji sonrió, el ver esa faceta tan amable de Kaworu con los animales provocaban en él una especie de suspiro en él. Qué diferente era el albino a su padre, a la abuela y Asuka sentía que Kaworu era perfecto casi un príncipe. Quizás su "príncipe", tal vez. Al final de la jornada, él y el albino decidieron dejar descansar a los caballos y los dos se sentaron para contemplar la puesta del sol. Shinji había notado que Kaworu había cerrado los ojos y echó un suspiro, Shinji lo contempló de reojo,  el rostro del hombre se mantenía en una calma de extrema quietud casi relajada como si no hubiese nada en el mundo que pudiese perturbarlo. Shinji deseaba algún día tener esa serenidad y esa calma. Que el pasado no importase ni lo que la gente opinara, Kaworu parecía ser de ese tipo a pesar de que le gustaba el dinero y los lujos. 

-¿En qué piensas? inquirió Kaworu, que al saberse siendo contemplando de pronto abrió los ojos. 

-!Emm! En nada. Musitó Shinji dejando de contemplar la apuesta de sol. -En lo hermoso que se ve la vista. -Es solo que me asombra en lo tranquilo que está todo aquí. 

-A veces cuando es mucha presión vengo aquí a pensar. Le dijo Kaworu. 

-¿y sobre qué?

-El futuro más que nada. ¿nunca piensas tú en el futuro? 

-Me aterra. No sé lo que quiero en esta vida. A veces quisiera ser como tú, Kaworu-kun. Tú ya tienes todo planeado. 

Kaworu le dio media sonrisa. Y se le quedó mirando al muchacho detalladamente, Shinji se sonrojó e intentó apartar la mirada pero Kaworu se la sostuvo y no lo dejaba marchar. Fue en ese momento en que el peli-blanco se acercó cada vez más a Shinji y le susurró. 

-¿Me dejarías conocerte un poco mejor? 

Shinji sintió que su cuerpo se erizaba, solo le quedó asentir, pero Kaworu no lo tocó, muy astuta mente, solo deslizó su cara por el cuello de Shinji, como si de un gato se tratase. Aún no era tiempo para llevar a cabo su plan, pues lo mejor que podía hacer el albino era darse a desear. Shinji se desilusionó por eso pero por otra parte no insistió pues recordaba que a pesar de compartir diversas cosas, Kaworu era mayor que él. Shinji no quería meter en problemas al albino no sabía cómo explicarlo pero Shinji sentía que cada vez más se empezaba a enamorar de aquel misterioso albino. 

Shinji regresó a casa desanimado hubiese querido que algo pasara entre Kaworu y él pero esto no se efectuó. Dudaba  cuándo tendría otra oportunidad con el albino probablemente nunca y pudiese ser que Kaworu se arrepintiera pues el muchacho de cabello castaño oscuro era menor de edad. Shinji estaba pensando acerca de lo que el albino le había dicho sobre el futuro pero Shinji no se veía en él pues cuando se imaginaba a sí mismo solo se imaginaba en neblina pero con Kaworu podía imaginarse con él en una cabaña los dos solos sin que nadie los hostigara ni los juzgara. Una vida perfecta para los dos. 

Mientras tanto Kaworu había vuelto a visitar a la abuela en su despacho para pasar el resto de la noche con ella. Por lo general, el joven albino le leía a la señora hasta que ésta se quedara dormida o a veces conversaban. En aquella noche Kaworu había llegado a leerle a la señora Ikari pero cuando terminó la lectura, y la abuela se preparaba para irse a dormir, Kaworu contempló a la señora.

-!Vaya!-. Estos años me han vuelto más inútil. 

-No diga eso señora. Usted ha logrado mantener esta casa y la herencia de los Ikari lo mejor que ha podido. 

-A veces no es fácil. Cariño. Dijo la anciana sosteniendo la mano del joven Nagisa. Hoy me sentí pésimo. Cada vez me cuesta más trabajo levantarme. 

-Si lo que quiere es sentirse mejor. Tome.-dijo Kaworu sacando un frasco con lo que parecía ser un brebaje.

-¿Qué hace? 

-Es una medicina para que te sientes mejor. Mi madre solía usarla para aliviar los dolores en los pacientes que atendía. Le ayudará a sentirse mejor. 

La anciana miró un tanto desconfiada al frasco que Kaworu sostenía en sus manos, pero confiaba plenamente en aquel hombre de cabello gris al que quería casi como un hijo. Sin más la anciana permitió que Kaworu le diera del frasco con mucho cuidado el albino ayudó a la abuela poniendo su mano delicadamente sobre su espalda mientras que con la otra le ayudaba a beber del frasco. Después de eso, la abuela se quedó profundamente dormida. El joven albino apagó las velas y salió de la habitación. Mirando de forma siniestra la enorme cama donde estaba la mujer ya dormitada, el albino musitó. 

-Buenas noches, abuela. 


El descaradoWhere stories live. Discover now