Primeros descubrimientos

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¿Qué era esto que Andrea sentía? ¿Tenía sentido? ¿Por qué lo hacía? Ella no lo sabía, actuaba por impulso, sin pensar en consecuencias o peligros, sin reflexionar acerca del camino que le esperaba por delante. Era hijo de dos padres ausentes; su hermana -que se llamaba Inés- tenía cuatro años más que él. Después del colegio, Inés solía tomar el sol en el patio de la casa. Andrea -que por ese entonces aún respondía al nombre de Andrés- la observaba. Inés estiraba una toalla sobre el suelo y se echaba sobre ella, ya sea de frente o de espaldas. Él admiraba las curvas de su hermana, sus pequeños pechos, la piel suave, el cabello largo, el rostro con rasgos delicados; y admiraba también los bikinis; a veces blancos o rojos o negros... pero siempre pequeños, resplandecientes, sexys. En principio, el proceso fue lento, como adentrarse en una selva desconocida y oscura. Andrea esperaba a quedar a solas, en casa, para ingresar al cuarto de su hermana. A veces, se aventuraba hacia el vestidor de su madre. Poco a poco, fue probando... lencería, alguna que otra falda, sostenes... Aprendió a colocárselos, aprendió -sin que nadie se lo enseñe- a darle forma femenina a su cuerpo. Todo eso a solas y en secreto. Una tarde se colocó un brassier con hombreras y unas bragas de lycra y encaje. Sobre ellas, vistió una blusa corta color beige que dejaba su ombligo al descubierto y una minifalda apretada de tela de jean... Eran casi las cinco de la tarde, la luz del día se iba, solo quedaba el resplandor de las horas finales del sol... Andrea miró su cuerpo en el espejo, tal y como lo había hecho meses atrás, cuando se vistió por primera vez. Pero esta ocasión fue diferente, porque lo que vio fue la silueta de una mujer, una mujer joven, con piernas largas y delgadas, con una cintura pequeña, con una pose atractiva. Ése fue el día en que Andrea se enamoró de ella misma.

La vida de AndreaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora