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Taehyung no contesta mis mensajes ni mis llamadas. El corazón está que me salta del pecho solamente para ir con él. Debo darle espacio, pero hacerlo me está matando por dentro. Hay tantas contradicciones en mi mente, que siento voy a volverme loco. La garganta ya la tengo seca y los ojos me duelen de tanto llorar. Hacía mucho tiempo que no me sentía así de triste y desesperado.

—¿Cariño? —pregunta mi madre tras la puerta. Intenta abrirla, pero esta tiene seguro—. La madre de Yoongi está aquí. ¿Puedes venir?

Se me eriza los vellos del cuerpo y me pongo nervioso. ¿Yoongi le ha contado todo? Exhalo con fuerza y me limpió las lágrimas de las mejillas. Mis ojos me delatan y le digo a mi madre que bajaré en un momento. ¿Cuándo se lo ha dicho? ¿Ayer como me había prometido? Me miro al espejo e intento convencerme a mi mismo de que todo estará bien.

La señora Eunjin viste modesta como siempre, tiene la piel muy blanca y el cabello negro con algunas canas en la raíz. Parece cansada y triste. Su primera reacción es sonreírme y darme un abrazo. Es como si alguien hubiera muerto.

Y ese alguien lo conozco yo.

—Tenía muchas cosas en que pensar, así que por eso no me pasé más temprano por aquí ­—dice, soltándome—. ¿Cómo has estado?

Mi madre se queda en la sala y la señora Eunjin se sienta junto a ella en el sofá. Yo me quedo de pie al otro lado.

—He estado bien, ¿y usted?

—Muy bien. Estuve de viaje en Jeju. Yoongi te lo contó, ¿verdad? —asiento, moviendo la cabeza. Mi madre se muestra interesada y la señora Eunjin le cuenta cosas de su viaje—. Hacía un frío impresionante. Y con mi hermana enferma, era más difícil de sobrellevar. Por suerte ya está mejor.

Hablan como si yo no estuviera aquí, aunque intuyo que la señora Eunjin lo único que quiere es hablar conmigo a solas. Debí de haberla ido a buscar esta mañana en lugar de seguir aquí, quejándome más que nada.

—Iré a preparar la merienda.

Le sonrío a mi madre mientras va a la cocina. Yo aprovecho para sentarme junto a la señora Eunjin y escucharla atentamente. Tiene dos enormes bolsas bajo sus ojos brillosos y sus manos fofas se sienten heladas mientras toma las mías.

—Yoongi me lo dijo todo. Ni siquiera pude dormir anoche pensando en tonterías. Me alegra que también sepas de todo esto o me estaría volviendo loca.

—Entiendo —susurro.

—Se estará quedando en otro lugar. Es un apartamento pequeño, justo para él. Me habló de los riesgos que corre, pero no creo que vaya a morir. Mi hijo es muy fuerte. Tú y yo sabemos eso. Esos científicos están seguros de poder lograr lo que quieren y yo también.

—Yoongi no me dijo de que se trataba el experimento. O lo que sea.

Eunjin menea la cabeza.

—Él tampoco lo sabe, pero le afirmaron que todo saldría bien.

Yoongi nunca me habló de posibilidades. Se le olvidó o simplemente mintió para que su madre estuviera tranquila. Espero se le haya olvidado mencionarlo.

—¿Entonces podemos verlo más seguido? —cuestiono.

—Dijo que ya no podía salir del apartamento por seguridad. Puedes ir y hacerle la visita cuando gustes, hasta que finalicen las pruebas.

—¿Tiene su número?

Ella asiente, saca su móvil y yo él mío. Apunto el número rápidamente y le aviso que lo llamaré. La dejo en la sala con mi madre y vuelvo a mi habitación. No tengo ganas de salir e ir por él. En realidad, sigo molesto por meterme en tantos líos, por usarme y mentirme.

—Jungkook.

Al parecer recuerda mi número y se le dificultó volver a llamarme.

—Le contaré todo a Taehyung ­—le suelto sin anestesia.

—Bien.

Gruño, sintiendo que la sangre corre con más rapidez por mis venas.

—¿Eso es todo? —bramo con fuerza—. Me hiciste prometer no decirle nada y lo hice. Discutimos por eso, ¿sabes?

—¿Ahora vas a culparme a mí?

Tomo una bocana de aire y me asomo a la ventana. Supongo que estoy encontrando la forma de hallar culpables. Debo ir a hablar con Taehyung y sincerarme. Aunque este molesto, debo darle eso.

—¿Por cuánto tiempo estarás en ese apartamento? —Intento cambiar de tema.

—No por mucho. Estos días se harán pruebas más fuertes.

—Tu madre me dijo que todo podría salir bien, ¿es cierto? —Respira lento y se mueve con cuidado. Su silencio lo dice todo y me hace sentir irritado—. ¿Por qué le mentiste? Ella está segura de que volverás a casa.

—Tenía que hacerlo. Quiero que esté estos últimos días con pensamientos positivos, ¿entiendes?

—No, no entiendo.

—¿No vas a ir a decirle a Taehyung?

Gruño otra vez, aunque prefiero colgarle antes que seguir discutiendo.

Me cambio de ropa y me excuso con la señora Eunjin antes de salir de casa. Tomo un taxi y voy directamente a casa de Taehyung. No tengo que pensarlo dos veces, apenas ha pasado un día y a mí ya me parece una eternidad. Soy un fatalista de lo peor, lo sé. Y es que Taehyung me importa demasiado como para creer que esta pequeña separación es exactamente eso: algo pequeño. Él tenía razón.

Y detesto haberme equivocado.

Los minutos se alargan por más de una hora debido al tráfico en la ciudad. El auto se detiene en la entrada de la mansión y desciendo rápidamente. Le pido que me espere, porque tengo la intuición de que esto podría no demorarse tanto como lo deseo.

La señora Hyori es quien me abre la puerta. Al parecer ella nunca descansa.

—Hola. ¿Está Taehyung?

Arruga el entrecejo, da media vuelta y maldigo por dentro. Minju pasa en el momento y, al verme, se detiene y avanza hacia mí. No luce amenazante, sino pequeña y cansada.

—¿Sabes...? —dice, dubitativa—. Si te importa, deberías de darle su espacio.

—Pero...

—Es la primera vez que estás con alguien y pasas por esto, lo entiendo, pero debes respetar su decisión aun cuando no te guste.

—Solamente necesito hablar con él. Por favor.

—¿Tú necesitas? ¿Y qué hay de lo que él necesita? —suelta con voz cansina, su apariencia mostrando arrogancia.

—Minju, ¿podrías...?

—Vete, Jungkook —me interrumpe—. No empeores las cosas por favor.

Las palabras que estaba dispuesto a decir se me quedan atoradas en la garganta. Minju cierra la puerta y me agobian las ganas de tirar una piedra a los ventanales, todo por hablar con Taehyung, o al menos verlo. Esto es algo entre él y yo, ¿no?

El taxista se desespera y comienza a tocar el claxon. Suelto un bufido mientras vuelvo al auto y el hombre casi se arremete contra mí por tirarle la puerta, obligándome a disculparme.

No obstante, volviendo a lo verdaderamente importante: ¿De cuánto tiempo estamos hablando? ¿Una semana, un mes? ¿Un... para siempre? Me entra la angustia y comienzo a ponerme un poco paranoico, inquieto.

novio virtual  » taekooktaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora