XII

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Kara se frotó la frente por enésima vez. ¿Cómo podría lograr que su cliente, la Sra. Schultz, aceptara ... Oh no, no ahora. Aquí no.

El familiar sonido agudo que siguió a la aparición de Imra resonó en la oficina. Imra se materializó, encaramada en el escritorio de Kara. Levantó la mano y movió los dedos para saludar. –Hola, amiga

Con los dientes apretados, Kara preguntó: –¿Qué haces aquí? Te dije que no puedes venir...

Un golpe sonó segundos antes de que la puerta se abriera.

Imra se transformó rápidamente en una pila de archivos en el escritorio de Kara.

Leslie asomó la cabeza por la oficina. –¿Dijiste algo, jefa?

–Uh no. Solo hablo conmigo. Este nuevo caso me está volviendo loca–. Señaló el archivo superior.

–Ah. Ignoraré los murmullos, entonces–. Leslie asintió pero se detuvo cuando su mirada cayó sobre la pila.

Kara miró en la misma dirección y se congeló. Encima de la pila de Imra había un catálogo de juguetes sexuales para mujeres. Si ella no fuera inmortal, ¡La mataría!

Sonrojándose, Leslie se aclaró la garganta. –Estaré en mi escritorio. Avísame si lo necesitas–, tosió, –si necesitas algo–. Cerró la puerta detrás de ella.

Kara enterró su rostro en sus manos y gimió.

Con un pop , la pila de archivos con el catálogo de juguetes sexuales en la parte superior se transformó nuevamente en la forma humana de Imra.

Kara bajó las manos y sacudió la cabeza hacia ella. –Es difícil de creer que tienes casi quinientos años. Te comportas como una adolescente.

–Según los estándares de djinn, soy una adolescente. Hablando de los djinn ... ¿Has pensado en mi oferta para ayudarte a regresar a la Gran Energía?

–Por supuesto que sí, pero ...– ¿Cómo podría explicar la confusión en la que se encontraba? Si Imra hubiera hecho esta misma pregunta hace seis meses, la respuesta hubiera sido SÍ en un instante. Pero todo había cambiado desde que conoció a Lena. Ahora, ya no era tan fácil. ¿Es realmente solo Lena? Mentalmente sacudió la cabeza. Admítelo, te gusta ser humana.

–¿Pero?

–¿Huh? Oh si. Es una decisión importante. Necesito más tiempo para pensarlo, Imra.

–¿En qué hay que pensar?– Preguntó Imra. –Extrañas tu antigua vida; Admitelo. Vi como mirabas tu botella en mi última visita.

–Mi botella está destruida–. Aunque había sucedido hace unos días, todavía le ardían los ojos cuando recordó que su antigua casa se había ido para siempre.

–¿Destruida? No me digas que...

–Lena la arrojó a la basura.

Imra contuvo el aliento. –Tienes que estar bromeando.

Kara sacudió la cabeza. –Ojalá fuera una broma. Vio la botella y tu pequeño paraguas de cóctel y pensó que estaba bebiendo de nuevo.

–Lo siento mucho–, dijo Imra y cubrió una de las manos de Kara con la suya, causando un remolino de colores y una onda en las corrientes etéreas que fluían a través de ellas. Después de unos segundos, el ceño de Imra desapareció y ella se enderezó. –No importa. Al menos no creo que lo haga. Te conseguiremos un nuevo depósito. Hace décadas que te digo que necesitas algo más moderno–. Sacó un teléfono inteligente reluciente de su bolsillo. –Esta es mi casa más nueva. De esa manera, mis maestros pueden hablar conmigo mientras estoy descansando sin que nadie sospeche nada.

Su toque •SuperCorp• auDonde viven las historias. Descúbrelo ahora