XIV

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Lena esperó hasta que todos los demás salieron de la sala de reuniones en el sótano de la iglesia, contenta de ver que Kara no parecía tener prisa por irse. Habían intercambiado mensajes de texto varias veces esta semana y habían hablado por teléfono una vez, pero no habían estado juntas desde que cada una descubrió quién era realmente la otra.

Ahora que estaba frente a Kara, sola, Lena no sabía qué decir. Venga. ¿Ya te acostaste con ella y ahora ni siquiera puedes hablarle? ¡LLeva tu trasero por allí! Moviendo los pies, se acercó. –Hola.

–Hola–. Kara metió las manos en los bolsillos traseros de sus jeans como si no supiera qué hacer con ellas.

Es bueno saber que no soy la única que se siente así. –¿Quieres ir a comer una hamburguesa y unas papas fritas?–, Preguntó Lena. Las últimas semanas, habían ido al restaurante después de cada reunión. Se había convertido en algo seguro, ninguna de las dos tenía que preguntar. Pero ahora las cosas habían cambiado.

–Claro–, dijo Kara, y Lena se sintió aliviada de que no parecía dudar. –Pero, ¿necesitas comer? Quiero decir que no sea ... –Miró a su alrededor y susurró: –Sangre.

Lena sonrió. Al menos Kara no parecía estar asqueada. –No tengo que hacerlo, pero puedo.

–Está bien, entonces vámonos.

De lado a lado, cruzaron el estacionamiento.

Lena miró hacia abajo, preguntándose si estaría bien tomar la mano de Kara.

Antes de que ella pudiera decidir, Kara entrelazó sus dedos.

Pequeñas emociones de energía pulsaron a través de la palma de Lena y fluyeron por su brazo hasta que calentaron su pecho desde adentro hacia afuera. Sonriendo, siguió a Kara hasta su auto.

Dejaron el Prius de Lena en el estacionamiento de la iglesia y se dirigieron juntas al restaurante. La rutina se sintió maravillosa porque indicaba que no todo había cambiado entre ellas.

Para cuando Kara había comido su última papa frita y Lena había terminado su batido, las cosas se sentían normales. Bueno, casi. Hablar tan abiertamente sobre su vida, su familia y su necesidad de sangre llevaría un tiempo acostumbrarse.

–¿Y realmente eres la única Girah que piensa así?–, Preguntó Kara.

–Debe haber otros, pero no los conozco personalmente–. Lena no se había permitido detenerse en eso, pero ahora se dio cuenta de lo sola que eso la hacía sentir. Ella usó su pajita para dibujar patrones en el fondo de su vaso vacío.

Kara extendió la mano sobre la mesa y apretó su mano, comenzando a sentir el hormigueo familiar nuevamente.
–Desde el principio tuve la sensación de que eras bastante especial–. Ella sonrió. –Simplemente no sabía qué tan especial.

Lena se rió. –Bueno, parece que no soy la única especial–. Durante la cena, escuchó con fascinación las descripciones de Kara del mundo etéreo y la comunidad de djinn, que llamó la Gran Energía. Parecía un lugar maravilloso donde nadie se sentía solo. –Debes haberla amado muchísimo para renunciar a esa existencia por ella–. Los celos la agarraron, pero ella trató de no mostrarlo.

–En aquel entonces, eso pensaba. Pero resultó que no tenía idea de lo que realmente era el amor.

Lena se asomó por la espuma de leche en el fondo de su vaso. –¿Y ahora?– Ella se maldijo tan pronto como lo había dicho. Es muy pronto, idiota.

Kara se lamió la sal y el aceite de los dedos, tomándose su tiempo para responder.

Los latidos del corazón de Lena se aceleraron, no solo por el gesto sexy de Kara, sino también porque tenía miedo de la respuesta.

Su toque •SuperCorp• auDonde viven las historias. Descúbrelo ahora