Susurros de un trágico pasado

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En el trayecto se cruzan con el despreciable Robert Dudley, conde de Leicester, quien mira de reojo a Cecil con gesto asqueado mientras conversaba con alguien y luego carcajea sin vergüenza

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En el trayecto se cruzan con el despreciable Robert Dudley, conde de Leicester, quien mira de reojo a Cecil con gesto asqueado mientras conversaba con alguien y luego carcajea sin vergüenza. Era un hombre de comportamientos infantiles, que contrastaba con una inteligencia capaz de cumplir con los requerimientos de Su Majestad. Estos dos caballeros, Leicester y Burghley –William–, eran compañeros de trabajo y, a la vez, enemigos acérrimos.

Dudley y Bess eran muy cercanos, tanto así que el favor que gozaba suscitaba en la Corte celos y rencores, además de darle lugar a las malas lenguas. Había pasado en prisión los primeros años del reinado de María Tudor, media hermana de Elizabeth, a causa de participar en una conspiración para destronarla junto con su padre, duque de Northumberland. El objetivo era colocar en su lugar a Juana Grey –sobrina del difunto Rey Eduardo VIII–. Una vez que Elizabeth subió al trono luego del fallecimiento de la soberana, esto le benefició para salir de la cárcel.

Unos rumores apuntan a que su estrecha y sospechosa relación inició en la Torre de Londres donde coincidieron como prisioneros que compartían la misma sentencia: conspiración hacia la Reina. El Conde salió a la edad de diecinueve años –durante el gobierno Tudor–, y enseguida se casó con la hija de un gentilhombre del condado de Norfolk, Amy, por pedido de su padre así limpiar su reputación. La esposa, por una extraña razón, vivía lejos de él y sin haberle dado hijos. Además, no tomó el título de Lady Dudley y jamás fue presentada en la Corte.

Por otra parte, la persona que acompaña a Leicester observa de igual o peor forma a Jane; sus ojos estaban regados de preocupación y miedo como si ella fuese algún exótico animal bastante aterrador. La pirata era consciente que a su alrededor se murmuraban diversas cosas sobre su pintoresca presencia en el palacio de Windsor, y que la nobleza la tenía en la mira. Sin embargo, a pesar de que era una nueva visitante de existencia desconocida, no era nada común sus exageradas fachadas cuando la examinaban de arriba abajo.

— Repugnantes ricos, creéis que soy su estúpido bufón —dice Jane, exasperada.

— Ignóralos, en especial a Dudley; intuye estar por encima de los demás —aconseja Will, y aprieta sus labios con los dedos mientras reflexiona— Tu nombre... ¿Quién te lo concedió?

— Puede que mi madre... no lo sé —responde sin ánimos.

— ¿Y la conociste?

— ¿A mi mamá? —pregunta, y gira su cuello hacia él, quien le hace un sutil gesto afirmativo con el semblante—. ¿A qué viene esa pregunta? —Dirige su frente al suelo y suspira, taciturna, para luego decir un poco cabreada—. Supongo... no importa.

Él comprende su evidente descontento por lo que calla hasta llegar a su destino. Poco más tarde, Will sostiene una puerta para ofrecerle el paso a Jane, quien escuchaba el ajetreado ruido de adentro, e ingresa al establecimiento. La joven observa a numerosas personas ir y venir de un lado a otro sin siquiera detenerse a respirar, entonces, pregunta con las cejas arqueadas:

Bajo el velo de la Reina (novela +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora