Pasada la tormenta, llega la calma

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Un brebaje a base de caña de azúcar que, por su color daba a añejo, era servido por un corsario en una taza de líneas oreadas

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Un brebaje a base de caña de azúcar que, por su color daba a añejo, era servido por un corsario en una taza de líneas oreadas. Jane observa con los brazos cruzados el líquido caer para luego posar su desanimada cara en él:

— Abusas de mi confianza, Walter; no me invitas más que un repulsivo ron prematuro—dice un poco inclinada sobre su silla—. Ni siquiera le dieron tiempo a gatear al miserable.

Luego se arrima hacia la mesa donde posaba un tablero de ajedrez, y estira su mano para alcanzar el vaso por lo que la madera golpea su pecho. Bebe un poco, aún no se acostumbraba a su fatal amargura por lo que su nariz se frunce, y las arrugas que rodean su boca salen a luz. Vuelve a dejarlo en el mismo sitio porque, de llegar visitantes no deseados, Walter diría que era suyo. Jane debía procurar no liarla ni en lo más mínimo.

— Que desagradecida eréis —responde con un gesto altivo de cejas—. la saliva que malgasto en ti podrían estar deleitando nobles oídos como el de vuestra hermosa Reina.

— Sí, pero temo decir que ella no tiene tiempo pala malgastarlo en ti... ni en mí —flexiona la esquina de su labio.

— Escuchad, Jane —Se reincorpora, y apoya sus manos sobre la mesa en un brusco accionar—. Abrid bien esos pequeños oídos tuyos —dice con entusiasmada voz.

Raleigh comienza a contarle una de sus viejas hazañas como pirata la que dejó atrás para dar lugar a su estatus de corsario.

La historia iniciaba con una barca y veintiocho hombres que buscaban fortuna, y después de muchos días sin haber conseguido nada y con los víveres agotados, cuando solo quedaba un regreso frustrado y la posibilidad cierta de terminar como sirvientes para pagar sus deudas o morir de hambre, se toparon con su última posibilidad. Era un galeón de la flota española que se había separado de los otros y navegaba cerca de la costa.

Walter y sus bucaneros se acercaron con prudencia tratando de estudiarlo, con la total certeza de que se trataba de una presa que excedía en mucho sus fuerzas. Los piratas se fueron acercando ocultos entre la vegetación y las irregularidades de la costa y al llegar la noche se lanzaron hacia el galeón. Previamente habían resuelto en consejo que no les quedaba otra opción que este desesperado intento en el que seguramente les iría la vida. Tenían a su favor que el bajel estaría desprevenido y contaban con la sorpresa para dominar a los guardias. Planificaron cada movimiento y se juramentaron en actuar cada uno con todo su coraje y valor hasta el final. Para no dejar dudas acerca de esta determinación, el capitán —Walter— ordeno al cirujano del grupo que hiciese un agujero en la barca para mandarla a pique junto a la posibilidad de huida, al momento de trepar el galeón.

Teniendo cada uno solo una espada en la mano, treparon al desprevenido bajel y mientras unos acallaban a los pocos guardias y tomaban posición en lugares estratégicos, otros se adueñaron de las armas matando a los que se atrevieron a enfrentarlos. Al mismo tiempo, Raleigh y otros acometieron la cámara de popa donde el capitán jugaba cartas. Con una daga en el pecho y varias otras en la garganta de sus oficiales, el capitán fue intimidado a rendir la nave.

Bajo el velo de la Reina (novela +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora