La eterna y dolorosa culpa

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María Estuardo, prima de Elizabeth, huyó tras una revuelta en su país y buscó protección en Inglaterra

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María Estuardo, prima de Elizabeth, huyó tras una revuelta en su país y buscó protección en Inglaterra. Sin embargo, Elizabeth fue precavida y solicitó una investigación sobre el asesinato de su ex esposo, por lo que las autoridades inglesas la trasladaron al castillo de Bolton. El rechazo por ayudarla a recuperar su reinado fue un golpe muy duro para ella; venía de sufrir una guerra, un arresto, y además un aborto.

Luego, ocurrió la conspiración de Babington donde su prima fue culpada de complicidad. Elizabeth consideraba que las ansías de su prima por el trono inglés era una amenaza seria, y la confinó en el . Sin embargo, intentó mediar en su restauración a la Corte a cambio de garantías para la religión protestante, pero ella rechazó el trato debido a que era una devota cristiana.

William Cecil la vigilaba con la ayuda de instalados en su círculo cercano, y él temía que una segunda conspiración estuviera próxima a suceder. Por este motivo, sus concejeros y el mismo Parlamento le insistían con que debía tener un trato más duro con la prisionera más allá de compartir lazos de sangre; su vida e Inglaterra estaban en juego. No obstante, Elizabeth buscaba una solución que la conciliara con su prima, pero ya era demasiado tarde para tal eventualidad.

Elizabeth fue reconocida como la heredera al fallecimiento de su hermana María dado que la última voluntad y testamento de su padre había excluido a los Estuardo del acta de sucesión. No obstante, en opinión de la Iglesia Católica de Europa, ella era ilegítima por ser una bastarda; su propio padre había hecho anular su matrimonio con su madre, Ana Bolena. Por ende, Estuardo al ser la descendiente mayor de la hermana de Enrique VIII, era la legítima reina de Inglaterra.

— ¡No voy a mandar a una reina a la guillotina, ni mucho menos cuando se trata de mi propio linaje! ¡Dios nunca me lo perdonara, y arrasara contra mí como lo hizo con mi hermana! —protesta la inglesa.

— No deseamos más que el bienestar de Inglaterra, y el de vuestra Reina ¡Estuardo no ha hecho más que jugar con su paciencia y afecto! ¡Permite que su prima actúe sin reparar en las consecuencias! Una conspiración más podría resultar en su muerte, Su Majestad. No juegue con la suerte —explica Francis Walsingham, otro miembro del Más Honorable Concejo de su Majestad.

— ¡¡No aprobare su ejecución, Señor Walsingham!! —grita la Reina roja de ira con los ojos que parecían desprenderse de sus parpados—. ¡Ni tampoco la transferiré a la Torre de Londres!

— Acabará hundiendo a su reino por simple capricho, Elizabeth —apunta Cecil.

En parte tenía razón; Inglaterra aún no tenía un heredero legítimo al trono por lo que su fallecimiento podría acarrear una sanguinaria guerra por la corona.

— ¡No existe mayor represalia que el castigo de Dios! —berrea la virgen reina.

— Si, el que caerá sobre Estuardo por conspirar contra su majestad, Elizabeth. ¡Usted no actuara más que en defensa propia, y la de vuestro pueblo! —vuelve a arremeter Francis.

Bajo el velo de la Reina (novela +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora