De bárbara a noble

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Unos trazos de tinta daban vida a un hombre que vestía pocas prendas –o eso creería un noble acostumbrado a lucir telares y telares sobre sí mismo para destacar en elegancia–, que dejaba ver su bronceada musculatura de tanto pasear bajo el ardient...

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Unos trazos de tinta daban vida a un hombre que vestía pocas prendas –o eso creería un noble acostumbrado a lucir telares y telares sobre sí mismo para destacar en elegancia–, que dejaba ver su bronceada musculatura de tanto pasear bajo el ardiente sol. Y unas cicatrices relucían en su piel: indicios de su temible valentía. Asimismo, lleva unos dorados aros en cada lóbulo de su oreja, y en su pectoral izquierdo se delinea la figura de un león de tamaño chico que representa su dominio y fortaleza. Cabe destacar que Thomas, el capitán, solo traía un colgante de perla como Dudley y prefería ser más reservado; decidió plasmar su tatuaje de águila en su gemelo.

Jane inicia a teñir sus ojos de negro puesto que era el único color que traía a mano, pero bien reconocía el verde en ellos. Comenzó a practicar la pintura en sus aburridas clases con Lady Margaret Brown o Margarita para sus allegados. Además de aprender a tocar instrumentos como violas de gamba, arpa, clavecín además de canto, y lenguaje y costumbres propios de la alta sociedad. Para esto, la Reina mintió con que ella era hija de unos respetados y cercanos amigos, quien una noche escapó de su casa para lanzarse a la piratería por lo que sus desesperados padres buscaban corregirla.

Brown era una madura mujer de unos sesenta años, robusta y petiza, ojos muy dulces, y pálida como un lienzo sin pintar –en sí, como todos los de su calibre–. Sin embargo, algo que destacar era su actitud paciente y optimista hacia ella ya que Jane misma decía ser una persona difícil de amoldar. Pero la pirata no podía ser descortés con la tierna anciana; tenía una debilidad por proteger a los niños y acianos como Will. Aunque este, a diferencia de Margaret, conservaba muy bien su aspecto para sus largos cincuenta años.

La convicta recibiría un trato diferente según su rendimiento en el estudio: tan sencillo como quitarle un dulce a un niño, aunque, en este caso, era su propia libertad la que estaba en juego. Jane no causaba grandes conflictos con Margarita pero sufría de intensas jaquecas; juzgaba sus enseñanzas como un total sin sentido innecesario. Aun así, mostraba cierta facilidad para el aprendizaje; en las lecciones adoptaba una postura reticente e irritada, pero se desenvolvía bien durante las evaluaciones. La pelinegra entendió que era mejor doblegarse con astucia a chillar como cerdos de matadero los cuales más allá de cuan alto griten obtienen el mismo fin.

Implementar un nuevo estilo de vida era muy difícil para Jane: los vestidos le daban picazón por todo el cuerpo, y el controlar su parte salvaje para comportarse como una damisela le generaba ansiedad; a veces solo quería pararse a gritar como simio enjaulado. Ni siquiera podía sentarse a comer sin que alguien le gruñera. ¡No mastiques fuerte! ¡Usa los utensilios! ¡Come con la boca cerrada! ¡Cuida de no mancharte! Hasta el más mínimo gesto era suficiente para que la regañaran: su forma de caminar, los movimientos de sus manos, su tono de voz y hasta las palabras que utilizaba. Peor aún, la joven ni se tomaba las molestias de al menos intentar complacerlos; renegaba más de lo que cualquiera hubiese deseado.


Enseguida, un aroma frutal la envuelve e identifica sin problemas a quién tenía a sus espaldas.

Bajo el velo de la Reina (novela +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora