Una mañana Jane se despierta de un tirón, respiraba con dificultad por la boca mientras sostenía su pecho a causa de las enormes sacudidas del corazón. Un sueño la abrumó, en tercera persona vio como asesinaban a cada uno de sus amigos. Los agarraban desprevenidos en medio de la oscuridad de la noche, y los apuñalaban a sangre fría. Ella no podía hacer nada más que observar sus muertes. No estaba allí, y nunca lo estaría. La historia de Walter sin duda la marcó, aunque su rebeldía le hizo creer que no.
Y como si el dolor no fuese suficiente, la idea de si lo soñado era una visión mojó su cabeza. Agitó su frente, y negó incontables veces.
—Solo fue un sueño, Jane —musito hasta tranquilizarse.
Más luego se cercioro que no estaba arriba de su cama ya que esta era más angosta y larga. Abrió bien grande los ojos para mirar hacia el frente y por qué no a su izquierda, pero sin doblar hacia su derecha.
Los tapices, los armarios, los ornamentos que estaban allí la paralizaron de pies a cabeza. Entonces, de manera lenta y calmada voltea a su lado para descubrir si alguien más ocupaba sitio junto a ella.
Los pájaros canturreaban en armonía, el madrugador sol estiraba sus luminosos brazos hacia el ventanal entreabierto y más allá de él, y el chiflido del viento que entraba y volvía sacudía toda tela que encontrase. En ese apacible contexto reposaba la Reina sin que nadie interrumpiera su siesta ya que era un día ligero de trabajo. Una mano posaba a un costado de su blanca cara de labios carmesí, su pelirroja y brillante melena se removía entre las llanuras y colinas que formaban las sabanas, y su rosado pezón sobresalía del revoltoso ropaje. Tenía una expresión llena de calma y satisfacción; nada atormentaba sus sueños. Si bien la odiaba, no había cómo negar su belleza.
Enseguida, se acordó de lo ocurrido durante la noche y sus sentidos retrocedieron horas atrás. El tacto recordó la suavidad de la almohada sobre su mejilla que a veces se volvía áspero en cada fuerte sacudida. El sabor recordó la saliva contenida en su pastosa boca mezclada con la sangre de su lengua. El oído recordó el sonido del viento que aullaba susurros inaudibles mientras golpeteaba las desnudas ramas de los árboles, y los ecos de la suela de los zapatos que volvían y retrocedían por los pasillos. La vista recordó las vivas y monstruosas sombras en las paredes surgidas del zarandeo de las velas encendidas. Y el olor, al intenso aroma a perfume de la Reina.
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Bajo el velo de la Reina (novela +18)
Historical FictionLa virginidad de la Reina Elizabeth I de Inglaterra ha sido un enigma; durante su reinado del siglo XVI nunca desposó a un hombre. El motivo no era debido a su mala fama; tenía un desfiladero de enamorados pretendientes. En consecuencia, surgieron m...