2. Mr. Problemas

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-Las personas somos frágiles como bombitas de sangre

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-Las personas somos frágiles como bombitas de sangre. Imagina esto: sales de tu auto porque acaban de tocarte el faro de atrás y de pronto viene una camioneta a toda velocidad... ¡Puaj! Quedas estrujada contra la puerta de tu auto, ¡revienta la bombita!

Tanto mamá como yo miramos a Ángel mientras caminamos hasta el interior del edificio. Estamos yendo camino a la oficina del director quien espera para recibirnos.

-¿A qué ha venido ese comentario?-dice mamá, con una ceja levantada. Andamos por el pasillo entre casilleros, me siento mal de saber que ella tiene que dejarme en la puerta de la escuela como a una niña de ocho años.

-Usted acaba de atropellarme-le dice Ángel-, y por un momento se me vino esa imagen a la cabeza. ¿Se imagina si hubiese sido en una autopista? ¡Asombroso!

La risa entusiasta del chico me deja horrorizada. Sus dientes son demasiado blancos, demasiado perfectos, parecen haber sido afilados al igual que sus palabras.

Mamá está al borde de recriminarle si la está amenazando con demandarla por llevárselo por delante en un intento de manipular todo lo que su hija quiere, sin embargo se llama al silencio respecto de sus objeciones y sólo acota:

-¿La oficina del director sigue estando por la segunda escalera del primer piso?

-Bingo.

-Entonces yo puedo acompañar sola a mi hija.

-Mamá...-mi voz sale casi como una súplica.

-¿Qué? Me preocupo por mi hija.

-Señora, no se preocupe. Soy parte del Comité de Bienvenida-asegura mientras tomamos la segunda escalera en dirección al destino-. Además, veo que conoce bien la escuela.

-Por supuesto.

"Por supuesto" si egresó acá con el más alto prestigio al igual que mi padre y yo debo cumplir las altas expectativas aliadas a los mandatos familiares.

Sin embargo, cuando llegamos a la puerta, nos encontramos con un señor alto de traje oscuro, camisa turquesa y de muy poco cabello. Lleva gruesas gafas que cubren sus ojos negros. Miro la placa en el vidrio superior de la puerta que reza "Director Sander".

-¿Susana?

-¿Sander?

La voz de mi madre se oye tan sorprendida como la de él al verse. Ambos rondan la misma edad, evidentemente no es el mismo director de cuando ella era alumna. Parecen haberse sorprendido. Junto al señor, hay una mujer de unos diez años menos, con falta de tabla, camisa blanca y el cabello rocogido en un rodete con lápiz.

-Señorita Luan-dice Ángel, mirándola de arriba abajo. Parece gustarle, es una chica atractiva, parece que le dieron los atributos que el destino decidió no darle a las chicas que tenemos mi contextura física, no muy rellenita, pero con el modelo de revista de catálogo que por mucho ejercicio, sería difícil tonificar.

Ángel (Muestra gratis)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora