Aunque se demoró mucho en convencer a las damas del orfanato de que la carta que le había llegado era real, al final lo logró, y obtuvo el permiso para, unos días antes del primero de septiembre, poder ir a comprar todas sus cosas.
Tomó su bolsita de dinero, su lista con las cosas que tenía que comprar y salió en dirección al caldero chorreante, donde tenía que encontrar a "Tom", quién la ayudaría a cruzar al callejón Diagon.
Se preguntaba cómo sería el callejón Diagon, como sería estar rodeada de magos y brujas. Ahora entendía a qué se refería su madre cuando decía que volvería a "su mundo". Después de todo, el mundo de la gente que no tenía magia no era el suyo, solo que nunca lo había sabido.
Caminó un largo rato, ya que no tenía dinero para irse en bus. Pero no le importaba. Estaba acostumbrada a caminar, le encantaba caminar sola por Londres, siempre que podía lo hacía, siempre que se podía escabullir del orfanato. Aunque de verdad quería un padre, sabía cuidarse ella sola.
Ese día, mientras caminaba, volvía a jugar a su juego favorito. Imaginar a su padre. Ese día era un hombre de estatura alta, de... no podía tener el pelo oscuro, después de todo, le habían dicho, las damas del orfanato, que su madre también tenía el pelo oscuro, así que, ¿cómo ella tenía el pelo pelirrojo? Había leído sobre las combinaciones de pelo, para poder imaginar mejor a su padre, y esa no era una común, así que su padre si o si debía tener el pelo claro. Las damas del orfanato siempre le decían que no se acordaban de los ojos de su madre, debido a que ya estaba muerta cuando la habían encontrado, por lo que Rosie había supuesto que eran oscuros, como los suyos y los de su padre. Y volvía siempre a la misma imagen, del hombre fuerte y alto, de pelo claro y ojos oscuros. No había nada que pudiera hacer, esa era su imagen favorita. Y siempre lo podía imaginar llamándola "Mi Rosie".
Sin darse cuenta, llegó a un bar de aspecto roñoso, en el cual había un cartel que rezaba "Caldero Chorreante". Sonrió emocionada. ¡Por fin había llegado! ¡Por fin conocería su mundo!
Empujó la puerta y entró a un lugar oscuro, lleno de distintos humos que hicieron que le picara la nariz, y con distintos tipos de personas, la mayoría con túnicas, sentadas a lo largo del lugar.
Rosie caminó hacia el bar, donde pudo ver a un hombre limpiando unos vasos sucios con un trapo aún mas sucio y con la voz más tranquila que pudo, debido a que trataba de controlar su emoción, preguntó:
-¿Es usted Tom?
El hombre se demoró en notar quién le estaba hablando, después de todo Rosie era más baja que los magos a los que estaba acostumbrado a atender, y cuando la vio, asintió, confundido.
-Hagrid me dijo que usted podría ayudarme-continuó la chica-a ir al callejón Diagon.
Una sonrisa se formó en los labios de Tom, y Rosie pudo ver que le faltaban unos cuantos dientes.
-Claro pequeña, ven por aquí.
Rosie siguió a Tom con felicidad, casi saltando de la emoción, hasta que llegaron frente a una pared de ladrillos, y toda su emoción se desinfló. ¿Habría sido todo una broma?
-Yo...
-Oh no, esto no es, solo espera-dijo Tom, sacando lo que únicamente podía ser una varita de su bolsillo y dandole golpecitos a algunos ladrillos.
De pronto estos comenzaron a moverse, y Rosie abrió la boca sin poder creer lo que tenía en frente. Era literalmente un callejón lleno de tiendas a los alrededores, todas con brillantes escaparates, llenos de cosas mágicas, que hicieron que Rosie no pudiera evitar saltar de emoción. Tom le sonrió, le deseó una buena compra y se despidió, volviendo al caldero chorreante.
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Rosie Snape y la cámara secreta
FanfictieRoseanne Ackerman vive en un orfanato en Londres, pero sabe que no debería. Tiene claras dos cosas, la primera es que su madre se llamaba Amelia Ackerman, y murió al dejarla en la puerta del orfanato, y la segunda es que su padre se llama Severus Sn...