Capítulo 1

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Observó la taza de café que tenía de frente. El humo había dejado de salir desde hacía varios minutos, sabía que ya estaba frío y que seguramente sabría terriblemente mal. Soltó un amplio suspiro y terminó por llevarse la diestra hasta los lentes de sol, acomodando el accesorio con armazón dorado y micas color púrpura.

Bajó la mirada hasta el pequeño reloj que portaba en la izquierda, notando que faltaban pocos minutos antes de que fuese medio día. Otro suspiro se fugó de sus labios al tiempo que volvía a mirar la información que tenía en la Tablet sobre la mesa.

No estaba acostumbrado a trabajar con nadie, pero ese era un caso especial y tenía que obedecer. Su trabajo terminaba cuando reunía la información suficiente para Irene y ella decidía qué hacer, eso era todo y nada más.

Cuando sus ojos se apartaron de la imagen en la pantalla táctil, volvió a centrar su atención en el hombre que estaba al otro lado de la calle, hablando por teléfono. Arrugó ligeramente el puente de la nariz mientras paseaba sus pardos entre el sujeto y el Camaro color negro que descansaba en la acera, justo a un lado de él. Tenía una lista entera de las rutinas de aquel hombre, sus reuniones, sus próximos eventos, sus amantes y sus subordinados. Había hecho un expediente de más de doscientas hojas pensando que la investigación concluiría ahí, al menos para él. Pero los planes de Irene no se habían alineado a los suyos, al menos no en esta ocasión.

El café está frío. Dos terrones de azúcar estarían bien, pero tres harían la diferencia —el rubio mantuvo la mirada en el hombre que yacía al otro lado de la calle, sonriendo brevemente cuando aquella ronca voz había sonado al otro lado de la pequeña mesa de madera.

Me gusta el café frío por las mañanas —. Definitivamente, odiaba a Irene por establecer una estúpida frase como aquella para el encuentro con su compañero. Ladeó la cabeza y observó al hombre que había tomado asiento frente a él, en la pequeña y acogedora mesita de madera del café más barato que existía en Nueva York.

Cabello castaño hasta los hombros, la sombra de una barba de apenas unos días, unos ojos color miel completamente penetrantes y probablemente rondando los veinticinco. Rapp, Mitch Rapp. La pequeña estrella del grupo de Irene, el sujeto que se había cargado tantas historias en su haber, que el rubio dudaba que realmente estuviese frente a una celebridad como aquella.

Quiso reír de la ironía.

—Jones ¿se puede saber por qué elegiste un lugar como este para nuestro encuentro? —el castaño le observó fijamente, mientras alzaba una de sus pobladas cejas denotando curiosidad.

—No podíamos usar la frase de Irene en otro sitio. Además me gusta este café. Tiene una buena vista de la Quinta Avenida —alzó los hombros totalmente despreocupado, al tiempo que deslizaba la Tablet por la mesa, dejando que el aparato quedara justo frente al bonito sujeto que le observaba con cara de pocos amigos.

Rapp solo bufó muy bajito. Al rubio le quedaba bastante claro que a ese sujeto no le gustaba trabajar en equipo, o al menos no siempre.
La noche anterior se había leído todo el expediente de aquel chico, o al menos la parte que le habían permitido tomar. Sabía que el castaño se había encargado del caso especial de Hurley (Alguien de quien curiosamente, no figuraba con nombre en el expediente), y que gracias a aquella hazaña, había comenzado a participar activamente en el reducido grupo de Irene.

Orión. De nuevo quiso reír. De todos los objetivos que pudieron haberle otorgado, tenían que asignarle investigar a un sujeto que tenía una posible relación con Al Asiri. Rodó los ojos debajo del cristal ahumado antes de volver a fijar su atención en el hombre al otro lado de la calle.

El sujeto solo era un pobre diablo que jugaba con la fortuna de sus padres, codeándose con los pequeños grupos del bajo mundo. Un nexo. Lo interesante llegaba con los proyectos que estaba financiando, entre ellos, el de un hombre cuyo nombre aún figuraba como desconocido para él. Pero con lo que había investigado al respecto, le bastaba para saber que el tipo no estaba construyendo precisamente un picnic en algún recóndito lugar de Nueva York.

Red Code | American Assassin | Dylmas AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora