Capítulo 3

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Los ojos mieles del chico pasaban de Irene a Hurley, sin darse tiempo de detenerse en el rubio que le miraba tranquilamente desde el otro lado de la habitación.

La entrega de la mercancía adquirida sería esa noche, en el Pier 11. Por supuesto, nadie podría sospechar de un estúpido muelle que era utilizado para barcos de excursión, y que por esas fechas, se encontraba en remodelación.

El castaño terminó por soltar un bufido al aire mientras caminaba directamente hacia Kennedy, quien le observaba en silencio con los brazos cruzados sobre el pecho.

—Es una maldita locura. ¿Vas a meter a todos los agentes en ese lugar? ¿En serio? —juntó ambas cejas y le dirigió una rápida mirada a Hurley, quien le examinaba en silencio, como si estuviese completamente de acuerdo con aquella jodida broma.

—¿Se te ocurre algo mejor, Rapp? La manera en que trabajamos en equipo es esta. No vamos a mandar a un solo agente, es todo o nada —. La mujer le observó relajada mientras le soltaba aquel tono autoritario, logrando que el menor terminara por dar la media vuelta para salir del lugar.

No era lógico. Ni siquiera sabían que era lo que le recibirían por aquella noche. Sí, él quería acabar con toda aquella maldita plaga que se escondía debajo de Nueva York., pero se le hacía una estupidez arriesgar a todo el equipo por algo de lo que siquiera, podían estar seguros.

—Lo que sea que tenga ese embarque, tenemos la obligación de detenerlo —Alexander apareció apenas por la vista periférica del castaño, terminando por arrancar un sonido de total exasperación de los labios del mismo.

—Es una maldita locura, Jones. Vamos a exponernos y perder la mejor pista que tenemos. Nada nos asegura que el objetivo se presente por la mercancía —Mitch se llevó la diestra al mentón, quedándose ligeramente pensativo.

—Dimitri está muerto. Pero su contacto no —Alexander hizo una pausa y dio un paso más en la dirección que se hallaba el menor, terminando por posicionarse justo a un lado de este—. Por lo que sé, tiene una lista de adquisiciones bastante peculiar. No está comprando precisamente rosas, Rapp —esta vez observó al castaño y no pudo evitar sonreír.

—¿Te parezco una jodida broma, Jones?

—Si por ti fuera, acabarías con esta misión solo. Conozco tu historia —cuando los mieles del castaño se clavaron en los ojos del mayor, este simplemente amplió la sonrisa en sus labios. Ese gesto de confusión que había arrancado del castaño, resultaba ser único—. No quieres sufrir más muertes innecesarias. Desde Katrina... —la frase quedó al aire cuando las manos de Mitch terminaron en la chaqueta de cuero del rubio, dejando la espalda del mismo de adorno contra la pared más cercana.

—No te atrevas a mencionarla —. Enojo, ira, tristeza. Alexander podía leer un sinnúmero de emociones en aquel par de ojos que le devoraban por ese instante.

Sentimental, temperamental. Alexander pensaba que Hurley había logrado inculcarle a golpes que nada de aquello debía tomarse como algo personal, pero Rapp no dejaba de sorprenderle.

—Precisamente es por eso que eres único, Rapp —Alexander sonrió. Le dolía la maldita espalda. Su rostro había terminado por contraerse ligeramente al tiempo que elevaba las manos y las posaba en las muñecas del chico. No iba a pelear, armar una riña cuando estaban en un lugar como aquel, era completamente estúpido—. Deja de usarla como excusa. Deja de convertir esto en una venganza constant... —el estallido de dolor en su mandíbula le hizo saber de inmediato, que había hablado de más. El sabor metálico de la sangre se presentó casi al instante, haciéndole notar que había logrado su objetivo.

—¡No sabes nada de mí! ¿Entiendes? —Mitch volvió a estrellar la espalda del rubio contra la pared, logrando que un ligero quejido terminase por brotar de los labios del mismo. La risa que le siguió a ello le confundió de manera automática. O el estúpido rubio era masoquista o ya había terminado por perder la poca o nula cordura que poseía.

Red Code | American Assassin | Dylmas AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora