Capítulo 10

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Cuando el nombre del agente brotó de los labios de Howland, el británico casi reaccionó de inmediato, terminando por girar la cabeza lo que le era permitido por aquel instante. La escasa luz que llegaba hasta la puerta de madera iluminaba tenuemente la figura del americano, quien le observaba en silencio, apuntando con un arma al hombre que yacía justo frente a él.

Había apostado que no sería tan estúpido para caer en el plan del británico desertor, pero el idiota estaba ahí, yendo en contra de todo pronóstico que hubiese tenido a su favor.

—Nunca dejas atrás a nadie ¿No es así? —cuestionó el hombre de los lentes de botella, dando un paso en la dirección en que se hallaba el castaño, pero fue el sonido del gatillo del arma a punto de disparar, lo que le hizo detenerse de manera abrupta—, calma, vaquero. Hoy no estamos jugando a eso —añadió alzando ambas manos, sonriendo de manera amplia mientras elevaba una de sus cejas.

Mitch simplemente apretó la mandíbula dando un breve repaso a su alrededor. El lugar parecía ser una simple planta más, con más muebles de madera y objetos que pasaban a ser parte de una colección olvidada en la bodega de la tienda.

—Eres un imbécil, Rapp, no deberías estar aquí —Thomas finalmente había hablado, logrando que la atención de los hombres ahí presentes, terminara por verterse en él en menos de un segundo.

—No, Thomas, él no iba a dejarte atrás. ¿No lo comprendes? Estaban jugando bajo mis reglas desde un principio —con una enorme sonrisa en los labios, el hombre de los lentes había terminado por dar un paso hacia atrás, observando la amplia ventana de cristal que se alzaba a sus espaldas—. Un paso delante de los idiotas británicos, un paso delante de los idiotas americanos. Ambos volaran en pedazos.

El rostro del rubio se contrajo en menos de un segundo, sus cejas se arrugaron y observó al hombre que reía a toda voz en el desértico lugar en que se hallaban. ¿De qué demonios estaba hablando?

—¿Acaso no lo han deducido? —habló una vez más el hombre de los anteojos, paseando su mirada entre el rubio atado a la silla y el castaño que no dejaba de apuntarle con el arma.

—Dos bombas... Hay dos bombas —fueron las palabras de Mitch las que lograron que el hombre riera de manera estrepitosa, al tiempo que los ojos de color pardo del británico iban a parar de igual manera en su dirección.

—Tic tac, Rapp, tic tac —no hubo más palabras tras aquello, el hombre simplemente había tomado impulso antes de correr hacia el amplio cristal que se hallaba a sus espaldas, rompiendo la ventana y cayendo a la calle tras aquello.

Tres pisos, el hombre había sorteado a su suerte desde la tercera planta del lugar. Thomas siquiera tuvo tiempo de pensar en ello, no cuando Mitch ya se hallaba a su lado quitándole las cuerdas que le ataban a la vieja silla de madera.

—Eres un completo idiota —fue un murmuro una cosa de nada, las palabras quedaron al aire cuando la mirada de color miel de americano se quedó clavada en los ojos pardos del rubio. Thomas se quedó quieto ante ese simple cruce de miradas, terminando por arrugar ambas cejas mientras continuaba cuestionando al americano en silencio.

—Tu contacto. Si te morías no ibas a proporcionarme la información que necesitaba —fue como salir del trance. El castaño había terminado por deshacerse de la última cuerda que se cernía sobre el tobillo del rubio, quien poniéndose de pie había terminado por complementar el ambiente llenándolo con una de sus risas aterciopeladas.

—¿Solo eso, Mitch? De verdad me decepcionas —el castaño se había quedado de pie justo frente al británico, poco antes de que este arqueara una de sus casi rubias cejas, terminando por llevar una de sus manos hasta el mentón del otro.

Red Code | American Assassin | Dylmas AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora