Capítulo 5

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Los pasos de Irene resonaban en todo el lugar. En la pequeña habitación rodeada de cristales, podía apreciarse una enorme pantalla justo en el medio. La mesa con seis sillas yacía casi desocupada, salvo por el veterano, todos estaban de pie, observando la imagen que se había podido obtener de las cámaras del muelle.

No tenían más indicios de él, más que una cuenta bancaria vacía y dos tiroteos en diversos puntos de la ciudad, justo en la misma noche.

Quedaba claro a ese punto, que lo que estaba armando estaría completo en un abrir y cerrar de ojos. El tiempo corría y no precisamente a su favor.

—El resto de la agenda de Dimitri no nos dice nada. Localizamos transferencias a favor de un alias: María Petronova. No hay ni un solo rastro de la mujer. Tenemos agentes investigando en Rusia, pero no tenemos ni una sola pista —. Irene se llevó la diestra a la sien, dándose un ligero masaje en la misma, denotando exasperación en cada movimiento.

—¿Estamos en un callejón sin salida? —la voz de Rapp logró capturar la atención de los ahí presentes. Tenía un tono irónico, quizá hasta molesto—. ¿Es eso lo que quieres decir?

—Estamos como al inicio —rectificó la mujer de color, arqueando una ceja al tiempo que le dedicaba una mirada inquisidora al castaño presente en la sala.

—¿Por qué no contactan a la SVR? —el rubio se hallaba al otro lado del reducido salón, jugueteando con un cigarrillo apagado entre sus labios.

—Establecer una alianza con ellos a este punto, no es factible. Tenemos a nuestros hombres moviéndose ahí. No es necesario involucrar a la SVR de manera directa, Jones —la mujer hizo una pausa, notando el enorme hematoma color rojo que se dejaba ver en el cuello por encima de la chaqueta de cuero del rubio. Rodó los ojos tras ello y simplemente optó por verter su atención en el castaño.

—Estamos en un punto muerto y nuestro hombre ya casi termina su lista de útiles escolares. Esperaremos a que asome la cabeza —Hurley finalmente había salido de su silencio, terminando por ponerse de pie para caminar en la dirección que se hallaba Irene—. Tenemos un jodido alias, H-32. Tenemos cuentas, y agentes moviéndose en diversas partes del globo, Irene, estamos jodidos si no logramos conectar una cosa tan simple como esa.

Mitch solo rodó los ojos ante eso, terminando por elevar la diestra para rascar suavemente su mentón. Durante un segundo, sus ojos se hallaron perdiéndose en la mirada pardo del rubio, quien parecía bastante entretenido al otro lado del salón, escrutándole en silencio.

—Dimitri tenía amantes —soltó Alexander sin apartar la mirada del castaño, al menos por unos segundos, tras ello una escasa sonrisa se pintó en sus rosados labios.

—Hemos interceptado a cada una de las mujeres de la lista, ¿Por quién nos tomas? —la mujer se había cruzado de brazos y al tiempo que le dedicaba una mirada de hastío al rubio. Estaba desesperada a ese punto. No saber a qué se enfrentaban la tenía lo suficientemente alterada como para hacerla actuar de aquella manera.

—Como un par de ciegos que no ven más allá de su nariz —el rubio simplemente se puso de pie, buscando entre sus prendas el único encendedor que se cargaba por aquel instante. Aunque por supuesto, la mirada que le dedicó Irene por aquel momento, le hizo desistir de su claro objetivo.

—¿A qué rayos te estás refiriendo, niño bonito? —los ojos de Hurley casi le asesinaron por aquel instante, pero el rubio se mantuvo sonriente y de pie.

—Nuestro hombre no solo estaba interesado en mujeres, Kennedy. Deberían empezar a abrir los ojos. Los detalles son los que cuentan.

Red Code | American Assassin | Dylmas AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora