Capítulo 8

1.1K 86 38
                                    

Mitch observó por milésima vez la pantalla del móvil. Tenía un listado con los nombres que Thomas le había proporcionado, así como la agenda de actividades de la candidata Paige. A ese punto ya había memorizado todos los lugares donde la mujer se presentaría, y el único que le había llamado la atención, era el cierre de campaña que daría al aire libre en Denver. Tenían poco menos de setenta y dos horas para llegar al lugar e interceptar a la mujer. Perfecto. Le esperaba un viaje de poco más de un día a lado del rubio, y aunque probablemente la opción más factible era coger un maldito avión, tenía el jodido problema de Kennedy buscándole hasta debajo de las piedras.

Horas atrás había recibido un mensaje de Stan, advirtiéndole que más le valía haber liberado al rubio por una jodida buena razón; pero Mitch se había limitado a apagar el móvil y a dar por terminada la charla de una vía.

Thomas sabía lo suficiente sobre Howland como para mantenerlo en ventaja, y hasta ese punto estaba trabajando contra reloj para evitar lo que sea que estuviese tramando el británico desertor.

—Tendremos un placentero viaje de poco más dieciocho horas —colocando los boletos de tren enfrente del menor, Thomas había sonreído, logrando que este apartara su vista del móvil que tenía en las manos por aquel instante—. Además tendremos una excelente vista de los mejores lugares del país —acomodando sus lentes de sol por encima del puente de la nariz, el rubio finalmente había tomado asiento justo a un lado del menor, quien hasta ese momento, se había mantenido en silencio.

—Si esta es tu idea de pasar desapercibidos...

—Rapp, solo los turistas utilizan esas rutas —esta vez el rubio había optado por extender la diestra y retirar el móvil que el menor sostenía entre sus manos por aquel instante—. Para pasar debajo de las narices de los tuyos, lo haremos a mi manera.

Rodando los ojos, el menor había terminado por cruzar los brazos a la altura del pecho, desviando la mirada al acto. No necesitaba que el rubio le repitiera lo obvio. Sabía que la mujer tenía a sus hombres por todo el maldito país, y necesitaba a Thomas con vida para finalizar la misión.

Probablemente había sido por ese detalle que prefirió guardar silencio y seguir al rubio cuando este se lo indicó.

Había una línea de trenes que lograba atravesar todo el país, por supuesto, haciendo los transbordos correctos. Solo necesitaban pasar unas quince horas en un tren, nada más sencillo, aunque le parecía una jodida pérdida de tiempo. Quizá había sido por ello que apenas arribaron al vagón que les habían asignado, demoró más de un minuto en creerlo.

Era un enorme coche cama. Si para Thomas pasar desapercibido quería decir viajar con comodidades, a él le parecía una maldita broma.

Aunque el lugar era estrecho, claramente podía notar que la cama replegada contra una de las paredes, de tal manera que de momento, figuraba como un simple asiento. Había una enorme ventana en uno de los lados, y una pequeña pantalla al otro. Habían compartimentos superiores, donde podían guardar las maletas.

Mitch rodó los ojos y simplemente bufó, poco antes de finalmente atreverse a clavar su mirada en el rubio, quien le observaba expectante justo a su lado.

—No me mires de esa maldita manera, Mitch —no había un tono molesto, el británico simplemente mantenía la sonrisa en los labios al tiempo que se adentraba en el estrecho lugar, apresurándose a acomodar la única maleta deportiva con la que ambos viajaban por aquel instante.

Ah, mirar a Thomas con una de sus camisetas era demasiado... Extraño. La pieza le quedaba bastante holgada, quizá había sido por ello que el rubio había optado por mantener sus vaqueros y no utilizar el otro par que guardaba en la maleta.

Red Code | American Assassin | Dylmas AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora