Juliana

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No fue difícil encontrar a Guille. 

Incluso en un hospital tan exclusivo, no todo el mundo vestía de saco y corbata, y había tan poca gente que no fue difícil ubicarlo a el y a su novia en la cafeteria. 

Camino a unos pocos pasos de la mesa, hasta que se dieron cuenta de su presencia. La novia de Guille le sacó una silla.

—Juliana, ven. Siéntate—dijo la joven.

—¿Hablaste con Val?— preguntó Guille. Juliana asintió. No se sentía comoda como para decirle que se había disculpado con Valentina, y espera que el lo supiera. 

—Sí. En realidad, ya se acabó el horario de visitas, y...

—¿Necesitas que te llame un taxi? O puedo decirle a Alirio que te lleve de vuelta a-

—No. No. La verdad no quiero irme. Pero solo dejan que los familiares se queden y...no sé. Quería saber si podias hablar con alguien, a ver si podian hacer una excepción. 

—¿Quieres que soborne a las enfermeras o cómo?

Juliana abrió los ojos como platos. No quería ofenderlo.

—No. No, no, digo...eso no es...

—Nah, es broma. Me parece una idea fantástica.

Renata le dió un manotazo, y Juliana asintió. No le parecía nada gracioso, pero si conseguía que se quedara en el hospital, tendría a Guille Carvajal en alta estima. 

—¿Vamos?—les preguntó a ella y a Renata, y las dos acabaron siguiendolo en dirección a la tienda de regalos en la planta baja del hospital. 

Guille se dirigió derecho al area que hacía de cafeteria. En realidad, el lugar era algo engañoso. Por fuera, parecía solo una tienda de regalos, con flores, y globos rosas y celestes seguramente para las mujeres que acabaran de dar a luz. Pero por dentro, no solo tenía una cafeteria en una esquina, sino también una pequeña libreria. Juliana se sentía en otro planeta. 

Guille detuvo a un mesero (un mesero! en una cefeteria dentro de un hospital!) y le señalo la caja registradora.

—¿Me puede traer dos cajas de donas?

Luego se acercó a la barista. Todo el rato, Juliana solo lo seguía.

—Media docena de cafes. Así capucinos, con espuma. Pongales unos coranzocitos o algo bonito. Mil gracias.

Guille entregó su tarjeta, y Juliana se preguntó que sentiría aquello. Saber que no tenías que preocuparte por que te faltara el dinero para pagar, ni tener que sacar la cuenta antes de hacer ninguna compra. Saber que siempre tendrías suficiente era un pensamiento honestamente abrumador. Juliana no lo podía entender. 

Pocos minutos después, Guille tomó las cajas de donas. Ella y Renata tomaron los porta vasos con los cafes. Y se dirigieron al piso donde se encontraba Valentina. 

Guille se detuvó a hablar con el seguridad apenas bajaron del elevador. 

Juliana no alcanzó a escuchar mucho. 

—¿Como se llama la jefa de enfermeras del piso? ¿Y cual es? 

—¿Ya estan bien tu y Valentina?—preguntó Renata. Juliana se sorprendió. La novia de Guille había estado muy callada, pero Juliana se empezaba a preguntar si su silencio se debía a que, igual que ella, se sentía fuera de lugar en aquel hospital. Solo fue intercambiar un par de palabras y ya sabía que Renata era más de su gente queparecida a ella que a Eva Carvajal.

Sober || JuliantinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora