Valentina

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No fue hasta más tarde, hasta después de tomar una siesta y despertarse de ella solo para encontrar las luces apagadas del pasillo, que le contó a Juliana lo que había sucedido en su universidad. Lo que fue el desencadenante involuntario de todo esto.

—¿Juls? —Preguntó suavemente, por si acaso estaba dormida. Seguía acostada sobre su pecho y demasiado cómoda para moverse.

—¿Sí? —preguntó Juliana—. ¿Estás despierta?


—No—bromeó ella.

Sintió a Juliana acariciando distraídamente su mejilla con los dedos, y cerró los ojos. El movimiento relajante amenazaba con devolverla a dormir, pero tenía algo que decirle primero.

—La gente de la universidad ya sabe.

Lo soltó de inmediato.
—¿Qué? ¿Sobre...sobre nosotras?

Ella asintió contra el pecho de Juliana.

Juliana se apartó y Valentina la miró a la cara.

—Me imagino que Lucho les contó, no sé. Estaban escribiendo cosas horribles en mis redes.

Ella lo había leído todo. Lencha. Tortillera. Maricona. Machorra. Todos aquellos nombres horribles y despectivos que lastimaban una parte delicada dentro de ella que no sabía que existía.

Una parte de sí misma quería distanciarse de esos nombres, quería argumentar que no era lesbiana, que había tenido novios, que era normal. Que no eligió enamorarse de Juliana. Pero una parte más grande de ella, la parte valiente, calló a ese otro lado.

No importaba lo que pensaran. No estaba segura de si era lesbiana, después de todo, tal vez lo era. A ella no le importaba. Quería a Juliana. Estaba enamorada de ella, y rechazar esos nombres casi se sentía como rechazar este sentimiento que acababa de establecerse dentro de su pecho.

No se sentiría avergonzada por lo más puro que había sentido en sus 23 años de vida.

Juliana la abrazó, y Valentina se deleitó en sus brazos a su alrededor.

Juls se echó hacia atrás y, tomando su barbilla en la mano, le hizo una pregunta que no esperaba.

—¿Es por eso que...tomaste tanto?

Ella parpadeó y luego se encogió de hombros lentamente.

Se había sentido herida y abrumada, y había necesitado un trago. Las lovepills de Lucho habían sido una idea tardía, pero también una especie de ritual de adiós. Se estaba deshaciendo de los últimos regalos de Lucho para ella, y sería la última vez. Ella nunca quiso que esto sucediera.

—Yo...necesitaba un trago, sí, pero tomé las pastillas porque Lucho me las había dado, y ya no quería tener nada que ver con él. Así que pensé en terminarlas, porque me quedaban muy pocas. Fue estúpido. Se supone que sería la última vez. Te dije que ya no las necesito.

Juliana asintió y se recostó en la cama. Valentina descansó su cabeza contra su pecho nuevamente, habiendo encontrado uno de sus lugares favoritos para dormir en el planeta.

No fue hasta momentos después que Juliana volvió a hablar.


—Val, quizás...quizás nos apresuramos. Quizás deberiamos tomarnos un tiempo para...no sé. Pensar bien las cosas.

Algo oscuro invadió su pecho, una sensación que la hizo apretar los dedos alrededor de la tela de la camiseta de Juliana.

—Juliana, que estas diciendo? ¿De que estas hablando?

—... de estar juntas.
Valentina se sentó, sin preocuparse por el mareo momentáneo.
—¿Qué estas diciendo?—repitió.
Juliana se sentó también. La cama era tan estrecha que sus lados enteros se tocaban. Juliana parecía en conflicto, con el ceño fruncido y los ojos húmedos.

No dejaba dudas sobre a qué se refería.

—¿Y el pacto?

—Fue muy ingenuo, Val.
Un puño la agarró del corazón y la apretó.
—Yo estoy dispuesta a renunciar a lo que tenga que renunciar, me peleo con quien sea, me da igual si es mi familia, con mis amigos ... es que me da igual-


—No, Val, no.

—... para poder estar contigo.
—Yo no.
—¿Ah, No?

—A ver, no.
Dolió, más de lo que las palabras podían decir. Parecía que Juliana estaba tomando todo su amor y se lo devolvía, como si no valiera nada. Todavía no se lo había dicho, pero la amaba y parecía que ella no la quería igual, que no le importaba lo mismo.

Sober || JuliantinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora