Capítulo 25

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KATNISS

Cuando del bosque y veo la casa con su chimenea humeante allá a lo lejos noto que se me dibuja en el rostro la misma sonrisa que se le dibujaba a mi madre cuando papá llegaba del bosque a la hora de cenar.

Amor.

Y por un instante comprendo por qué ella también dejó nuestro mundo cuando mi padre murió: simplemente no podía seguir viviendo en él.

De niña siempre admiré la forma en la que se trataban mis padres, cómo parecía que hablaran entre ellos con una simple mirada, o la fuerza que se transmitían el uno al otro con un apretón de manos. No teníamos absolutamente nada y era como si a ellos solo les bastase con tenerse el uno al otro para sostenerse.

Aunque todo eso cambió cuando papá se fue, me negué a sentir nada y borré el concepto de "familia feliz" de mi vocabulario.
Incluso llegué a pensar que crear una familia y traer hijos al mundo era un acto de crueldad por parte de los padres, al exponerlos al mundo lleno de dolor y miseria que nos rodeaba.

Pero ahora comprendo que a esos padres no los movía ningún sentimiento tan retorcido como yo me imaginaba. Lo hacían por amor, hacia su pareja, hacia el propio bebé. Y por la esperanza de que su hijo encontrase soluciones a los problemas a los que ellos mismos se habían enfrentado.

Aún me sonrojo al pensarlo, pero él ha sido quien me ha hecho cambiar mi mentalidad y madurar como persona, toda su paciencia y dedicación me han hecho darme cuenta de que Peeta será el hombre con el que podría formar una familia. Ya quiero ir al Capitolio y que me digan que estoy embarazada.
Peeta será el padre de mis hijos. No podría ser de ninguna otra manera.

Recorro el caminito que lleva a casa con una punzada de culpabilidad en el pecho. Aunque él sabe perfectamente dónde he estado todo el día, aún siento como si lo estuviera traicionando. Sabe que últimamente mi mente ha estado a kilómetros de casa simplemente se me baja el ánimo por cualquier cosa.

En estas últimas semanas el 12 se ha vestido de gris, una lluvia fina pero incesante lo cubría todo y el color del cielo me recordaba tanto a los ojos de Gale... es estúpido, pero no ha logrado salir de mi cabeza en todo este tiempo, y aunque sé que no debí permitirme echarlo de menos después de todo, lo cierto es que así era. Y tiene una hija.

Añoraba su cómica forma de pronunciar la letra "p" cuando me llamaba Catnip, las largas caminatas por el bosque hablando de temas prohibidos, ayudándonos, cubriéndonos siempre las espaldas...

Las circunstancias de antes -la guerra inminente, amenazas allá dónde mirase, un presidente poniéndole precio a mi cabeza...- me hicieron creer que la desesperación que sentía era amor, pero lo que siempre hubo en realidad entre nosotros fue una amistad tan estrecha que ambos creímos inquebrantable, hasta que finalmente se quebró.

Y después estuvo la rabia, y la necesidad de culparlo por lo que le pasó a Prim, pero también fueron desvaneciéndose con el paso del tiempo hasta que finalmente surgieron otros sentimientos como el vacío o la desolación, no tan explosivos pero mucho más devastadores.

Tenía tantos interrogantes, tantas preguntas que hacerle, él era la única persona que realmente me conocía y necesité con tanta urgencia un abrazo suyo... Los últimos momentos en que lo vi no fueron los mejores, pero era mi amigo.

Y cuando me di cuenta de que nunca encontraría respuestas, y que no por ello podía volver a caer en el tenebroso mundo de las sombras, decidí que lo mejor era despedirme de Gale. Asumir que él ya no iba a volver, que no vendría a buscarme para ir a buscar fresas los domingos, aceptar su pérdida como otras tantas que he tenido que aceptar... Cerrar un capítulo para poder centrarme por completo en los nuevos que tenía que iniciar, para poder vivir mi vida con Peeta.

Porque es necesario superar el pasado para vivir el presente, y ese creo que era mi problema, el motivo por el que todo el mundo parecía estar reubicado menos yo en esta nueva vida era que yo estaba demasiado anclada a esos recuerdos pasados, cuando el resto de la gente había conseguido dejarlos ir de alguna forma.

Y es por eso que esta mañana me levanté temprano, me puse mi atuendo para ir al bosque y salí de casa, dejándole una nota a Peeta, quien, por otra parte, ya estaba al corriente de lo que cruzaba mi mente estos días, y no podría haber actuado con más diplomacia y comprensión con el tema, aunque era algo que tenía que superar por mi cuenta.

Y tras caminar durante unas horas bajo la llovizna me senté en nuestra roca particular, y rememoré todos los buenos recuerdos que tengo de él. Esa fue mi manera de despedirme, quedándome únicamente con los buenos recuerdos -que no son pocos- y dando las gracias por haberlo tenido como amigo.

Siento que aunque me seguiré acordando de él, ya no lo echaré de menos como antes, ni lo odiaré como me pasaba a veces.

Ambos tomamos caminos separados, y yo ya tengo a una persona que le da sentido a mi vida. Con cada gesto, con cada acto, Peeta me ha demostrado que es él con quien quiero estar, y con su actitud en las últimas semanas ha quedado más que confirmado.

Y ahora avanzo con energías renovadas, como si me hubiera quitado un peso de encima. Gale siempre formará parte de mí, pero ya no interferirá más en mi manera de ver el mundo, ni en mi relación con la gente, sobre todo con mi esposo.

Camino con paso firme hacia la casa, amparada bajo los últimos rayos de sol, y cuando llego al salón lo beso como si hiciera siglos que no lo veía, más decidida que nunca.

Él, como no podía ser de otra manera, me lo devuelve con calidez y ternura, y yo me fascino por un momento con su pelo, la luz anaranjada de la chimenea tintinea sobre algunos de sus mechones dándoles un toque rojizo, antes de cerrar los ojos para deleitarme aún más con él, recordando el momento en el que acepte ser su mujer.

Noto sus dedos deslizándose sobre los botones de mi cazadora y mi cuerpo se tensa instintivamente por un instante, recuerdo mi primera vez en sus brazos, recuerdo la primera vez que tuvimos intimidad, recuerdo mi noche de bodas, esto me hace saber que siempre lo estoy necesitando más, lo necesito para sobrevivir, él es mi diente de león en primavera, el brillante color amarillo
que significa renacimiento y no destrucción. La promesa de que la vida puede continuar por dolorosas que sean nuestras pérdidas, que puede volver a ser buena. Y
eso sólo puede dármelo Peeta.

- ¿Te encuentras mejor? -me pregunta mientras cuelga la cazadora en una silla.
- Mucho mejor -asiento con la cabeza- Lo necesitaba.
- Te entiendo.-responde mientras desliza sobre mis hombros una suave manta de lana blanca.

No hablamos más, porque lo cierto es que sobran las palabras cuando dos personas se conocen tan bien como nosotros.

Luego me abraza.

No sé cuánto tiempo nos pasamos así, el aroma de su cuello me embriaga por completo y de repente siento la imperiosa necesidad de besarlo, de nuevo, y otra vez. Así que lo hago muy suavemente. Noto que los músculos de esa zona se le tensan cuando entran en contacto con mis labios y me abraza con más fuerza. Me mira con ojos ardientes y me besa los labios de una manera distinta, que pocas veces había usado antes pero que consigue hacerme sentir tantas cosas, las cuales apenas les estoy tratando de ponerles un nombre, y no soy consciente de nada más salvo el roce de sus labios y el fuerte latido de su corazón frente al mío.

¿Dejaran de ser trágicos para ser solo amantes?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora