Capítulo 2

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 Esta vez ya ha amanecido cuando despierto, aunque sigue siendo pronto. Abro las ventanas y el frío aire de noviembre me envuelve ayudando a despejarme. Otro día ha comenzado. Me dirijo hacia el baño para darme una ducha caliente que relaje mis músculos agarrotados, y después me visto con una camiseta blanca de algodón y unos vaqueros, lo más cómodo posible. En menos de 15 minutos estoy listo para empezar la jornada.

Bajo a la cocina y rebusco en la despensa los ingredientes necesarios para hacer el pan y, cuando ya lo tengo todo listo, me permito el lujo de mirar desde mi ventana la casa de Katniss.

Lo que veo me deja desconcertado: de su chimenea sale una gran columna de humo negro y muy denso, como si algo estuviese ardiendo sin control. No es normal, tengo una mala corazonada y, por instinto, salgo disparado de casa y en unos cuantos segundos ya estoy en la puerta de la suya.
Grito su nombre y golpeo la puerta sin respuesta. Mi nerviosismo aumenta y no sé por qué, tan solo es humo y podría no significar nada anormal..., sin embargo, siento la necesidad de entrar y cerciorarme así que no me queda otra opción; coloco mi hombro izquierdo por delante de mí y doy un fuerte empujón a la puerta, que se abre con un fuerte ruido.

Bien, ya estoy dentro, y, aunque aturdido por el impacto, me doy cuenta de varias cosas, en primer lugar la casa no está ardiendo, lo que me tranquiliza, es más, hace un frío helador dentro, no debe de haber más de doce grados, lo cual tampoco es bueno. Definitivamente estaba en lo cierto, algo raro pasa aquí.

Tuerzo hacia la izquierda, donde está el salón y la chimenea, y allí la encuentro. Está empapada, como si acabase de darse un baño, con el pelo y la ropa chorreando. Vestida únicamente con una camisa azul de lino y no deja de tiritar. Me acerco un poco más pero ella no nota mi presencia, parece como en trance, sentada en la alfombra con los brazos rodeando sus rodillas y la cabeza sobre el sofá de cuero marrón, mirando al fuego fijamente.

- Katniss...- Consigo decir con un hilo de voz.

Ya estoy frente a ella y puedo observar su cara, surcada por el dolor, y con los ojos prácticamente sin vida (aunque igual de bellos que siempre) que, además, están rojos e hinchados de llorar.

Me agacho para ponerme a su altura y su rostro muestra una chispa de esperanza que en seguida vuelve a la desazón anterior, y con un murmullo apenas audible solo dice:

- Peeta... me he quedado sola.

No sé qué decir, tan sólo me quito la cazadora y se la paso por los hombros. 

Ella sólo vuelve sus penetrantes ojos hacia mí un segundo, pero en ellos puedo leer la palabra "gracias" escrita en mil idiomas.

Y no digo nada, porque en este momento no hay nada que decir. La tomo en mis brazos como a una niña pequeña y la estrecho contra mi pecho.

Oh, Katniss... ¿Qué te ha pasado?, ella se deja abrazar. Levantarla no me cuesta nada, está delgadísima, se la ve tan pequeña y destrozada que me parte el corazón. Sé que no es buen momento para preguntar, así que guardo silencio y, con ella en brazos, tomo el camino hacia mi casa.


¿Dejaran de ser trágicos para ser solo amantes?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora