Reptiles

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Contuvo la respiración cuando la noche llegó, tratando de no lucir extremadamente nervioso por lo que se supone tenía que pasar entre su trabajo y su "cita"; sus manos temblaron y las cosas que se encontraban entre ellas cayeron al suelo, y cuando trato de acomodarlas en su escritorio, las mismas volvieron a deslizarse de sus dedos cuando la puerta sonó. Se reincorporó en su sitio, musitando un leve mantra que le recordaba que, por más que quisiera, Steve no era el único cliente en toda la ciudad, por lo cual, no necesariamente era él.

Cosa que era cierta, al ver a unos cuantos clientes somnolientos pasar, buscando una solución a su problema.

De alguna forma, ver a más personas en ese estado le traía paz, porque sabía de antemano lo horrible que es seguir caminando aun cuando los ojos se mantenían cerrados. Volvió a respirar el olor del café exprés, reacomodando finalmente todo lo que necesitaba tener a la mano para una atención rápida y cordial; circunstancia que estaba dispuesto a mostrar cuando un postulante a cliente se acercó a la ventanilla, o por lo menos, lo que pudo deducir por el ruido de los pasos.

«¿En qué le puedo ay- ¿QUÉ DEMONIOS ES ESO?»

«Los he salvado» de acuerdo, las palabras del consejero no le habían explicado absolutamente nada, pero le ofreció la oportunidad de continuar, incluso si continuaba observando al animal que no desviaba su mirada de su persona. «Estaban siendo prisioneros, además, ¡eran vendidos en contra de su naturaleza! No podía permitirlo».

«Steve eso es muy dulce de tu parte pe- espera, ¿hay más de uno?» salió de su ventanilla, observando como los pocos clientes rehuían por los reptiles que comenzaban a invadir el local, pero no eran reptiles comunes, llevaban consigo collares con códigos que ya conocía. «Por favor dime que no son los reptiles de la tienda exótica de mascotas» suplicó, sin importar que la verdad era muy evidente.

«No... ¿no lo son?»

Junto sus manos, llevándolas a su boca con tal de aplastar sus belfos y evitar gritar por estrés.

Pensativo, estaba bastante seguro que sería incapaz de pagar esa falta, inclusive si combinaban ambos salarios, por lo cual lo único que quedaba era capturar a todos los animales de sangre fría que se paseaban cómodamente por el frío lugar. Sí su mente se aturdiera como generalmente sucedía a su lado, sería inevitable comentar que era la cita más extraña que pudiese haber tenido.

«De acuerdo, haremos lo siguiente».

Dos horas pasaron recuperando a todos los animales, y aunque no hubiese deseado tener que hacer aquello, debía admitir que era divertido, de cierta manera. Pasar un tiempo a su lado, planeando estrategias que llegaban a fallar, el caos y la limpieza que ambos creaban, era un respiro de todo lo que vivía, un sello que nadie repetiría; tal vez eso no era la definición normal de la palabra, o el resultado medianamente lógico que esperaría, pero al fin y al cabo, era feliz.

Peace, Love and WorkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora