Baking

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Para Moonchild no era difícil estar horneando conclusiones en su cabeza, más sí los sollozos desesperados de su compañero y amigo del trabajo no había parado desde hace días; no era difícil adivinar que sufrió una gran decepción amorosa desde el día en qué lo llamó, sin decir alguna explicación, solo para llorar en busca de un consorte que seguía sin ser lo suficiente. Suspiró, palmeando por sexta vez su espalda, repitiendo las palabras de consuelo que parecían oxidarse con sus lágrimas.

Había insistido al consejero no presentarse por unos días, mientras las olas de su dolor se apaciguaban, por supuesto, su sugerencia se rechazó con la misma fuerza del maremoto que invadía cada pensamiento contrario. Small se convirtió en un desastre natural que solo lo dañaba a él mismo.

Todo por una emoción que resultaba ser tan caótico como hermoso.

«Steve, no de―».

«¿Interrumpo algo?»

Es incapaz de formular un sonido cuando las manos de su compañero lo sacan del salón, justificándose que hay trabajo arduo por hacer.

Steve aprovechó su propio arrebato para limpiar sus lágrimas, dibujando una sonrisa en su rostro que sin importar cuanta amabilidad quisiera reflejar, presumía la ausencia de una chispa que la hiciera sentir como tal.

«¿En qué te puedo ayu―» su garganta se cerró, tímido de siquiera seguir pronunciando algo. «Pe-perdón, ¿cuál es tu nombre?».

«Rob».

Pasando por alto la tonalidad de su voz, y unas cuantas características de su aspecto, le recordaría indudablemente a...

«¿Cuál es el problema?» ninguna palabra se pronunció, y su rostro reflejó el cansancio que retenía desde días atrás, aunque prefirió alejarlo cuando sacudió su cabeza, posicionándose en el asiento de su escritorio para observarlo, en un nuevo intento de averiguar su malestar. «Creo que necesitaremos hablar para solucionar lo que te atormenta» habló despacio, con una tonalidad apagada que trataba por pasar como "relajada".

Su mirada incrédula lo hizo sentir vulnerable, tanto que sus propios brazos lo cubrieron, en un intento absurdo de protegerse de cualquier signo de inestabilidad. «¿Por qué debería hablar con alguien quien no parece resolver sus propios asuntos?» su escudó evidentemente fracasó, porque las pequeñas dagas de ese enunciado le perforaron hasta lo profundo.

No necesitaba recordar algo que no podía superar.

Intentó objetar a la razonabilidad de su persona, empero, se vio envuelto en un deja vú cuando lo procesó mejor, esas palabras tan similares que cobraban forma en una imagen que le hizo un vuelco en el estómago.

Era complicado ayudar cuando alguien tan similar recobraba ese dolor, sin embargo, esa misma sensación es la que lo inspiró a seguir intentando, porque al fin de cuentas, está vez era la diferencia, de alguna manera, de lo que sentía a lo que podría sentir sí seguía caminando hacia adelante.

Debía aceptar que el nombre de Larry congelaba como incendiaba cada pasión como desesperación, y que Rob, definitivamente, siempre le traería ese recuerdo hasta que supiera aceptar su decisión.

Corneille tenía razón, para ayudar, necesitaba en primera instancia, ser ayudado.

Peace, Love and WorkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora