10| Todos Los Actos Tienen Un Precio

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Eros Loughty.

— ¿Cómo es posible que el idiota de Dalton tenga un encuentro en mi zona y no me hayan notificado? —pregunté acelerando aún más.

— ¡No sabemos cómo pasó por alto, Eros! Pero estamos yendo junto a un grupo de hombres, no te vayas a hacer el guapo que luego terminas con tres balas atravesadas.

Una sonrisa corrió por mis labios al dar vuelta en una esquina, la última vez acabé al borde de la muerte por querer enfrentarme solo a dos grupos de hombres. Sin duda alguna, había aprendido mi lección. Apagué las luces del coche una vez que me adentré cerca de los callejones.

Nunca fui una persona sociable, pero ese tal Dalton me superaba y por mucho. Lo que más me sorprendía era que una persona como él se relacionara con Winter, no lo decía porque fuera alguien bueno si no que era más peligroso que nosotros dos juntos. Sin duda alguna, ese hombre estaba mal de la cabeza: adoraba el sufrimiento ajeno. Totalmente desagradable.

¿Qué clase de idiota haría un trato con él?

Me bajé del coche luego de apagarlo, sujetando el arma en mi mano derecha y un cuchillo en la izquierda. Comencé mi trayectoria entre las calles con los nervios a flor de piel, sobre todo por qué no sabía cuántos hombres había. Mi atención cayó en un camino de sangre, me agaché para tocarla y como supuse, era fresca.

— ¿Qué demonios ocurrió? —susurré para mí mismo.

Seguí el rastro de sangre hasta que en un punto vi la pared manchada, mi ceño se frunció cuando noté un gran charco en el suelo. Alguien fue herido aquí. ¿Cómo escapó con esa herida? Tras acercarme más al final de la calle, pude ver a dos hombres: uno herido y el otro no. El sano se percató de mi presencia y levantó el arma en mi dirección, sin embargo yo fui el primero en disparar dándole en el hombro.

— ¿Qué hacen aquí?

— ¿Q-quién es...? —preguntó Dalton quien estaba más cerca de la muerte que de la vida.

— E-Eros Loughty —respondió el otro con cierto temblor.

— No lo preguntaré otra vez, díganme por qué maldita razón están aquí.

— No te lo diré, sé que quieres traicionar a Winter y también he descubierto que Rose Collins está viva, ahora no podrán...— disparé.

No lo dejé terminar, su simple existencia nos ponía en riesgo a Rose y a mi. El simple hecho de que supiera que ella estaba viva bastaba para matarlo, nadie podía saberlo y menos Winter. Observé al otro hombre que estaba de pie a su lado, sus ojos suplicantes me resultaron totalmente superficiales. Cualquiera pediría perdón por sus pecados a la hora de su muerte, con tal de seguir viviendo son capaces de prometer cosas que nunca cumplirían.

— Por favor, no lo hagas... Yo no diré nada...

— ¿Por qué le creería a un desconocido?

Sin esperar otro segundo, le disparé. Ambos cuerpos quedaron uno al lado del otro, la sangre de los dos se mezcló en el asfalto y una horrible sensación sacudió mi estómago. En ese momento, oí unas voces a pocos metros. A medida que me acercaba podía reconocerlos: Ryan y Rose.

— Tú no pareces tan herido.— dijo ella.

— Sólo fue una golpiza, necesito encontrar la manera de sacarlas de aquí o sus heridas empeoraran.— respondió Ryan.— ¿Rose? ¡Rose! ¡Abre los ojos!

Pequeño Demonio: Bestia | EDITANDO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora